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Uno de los grandes retos del ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, será sacar adelante la reforma tributaria. | Foto: Juan Carlos Sierra

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2016: ¡Qué año tan duro para la economía!

La economía comenzó con pie izquierdo, tanto en Colombia como en el exterior. Este será el año más difícil del gobierno de Juan Manuel Santos.

9 de enero de 2016

El comienzo de un nuevo año suele resultar difícil para los colombianos porque, después de las fiestas decembrinas, llegan las tradicionales noticias sobre la cascada de alzas de enero. Lo positivo es que, por lo general, la ilusión de tener un buen año hace que el ánimo termine mejorando en el arranque.

Pero esto no está pasando en el despegue de 2016. El ambiente está bastante enrarecido y un aire generalizado de pesimismo se ha apoderado de buena parte del país. Varias razones explican las caras de preocupación que se ven por estos días.

Para empezar, la inflación del 6,77 por ciento, con que cerró el año pasado, les bajó el ánimo por parejo a ricos y pobres, porque saben que detrás viene un espiral de aumento de precios mucho más fuerte que el de los años anteriores. Los colombianos ya entienden los beneficios de una inflación baja como la que ha tenido el país en los últimos siete años. Pero, sin duda, lo que terminó por hundir en el pesimismo a los trabajadores fue el incremento del salario mínimo, decretado por el gobierno en un 7 por ciento. La inflación se comerá este aumento salarial de una vez y se perderá poder adquisitivo, sobre todo en las personas de ingresos bajos, cuya inflación superó esa cifra.

El descontento ha hecho que ya las centrales obreras comiencen a hablar de paro nacional para protestar por el incremento del mínimo, pues se quieren anticipar a lo que se viene cuesta arriba con la reforma tributaria estructural. La misión de expertos que convocó el gobierno ha recomendado, entre otros temas, subir el IVA al 18 o 19 por ciento, lo que alborotó aún más el avispero. Este asunto, que solo se discutiría en marzo si se presenta la reforma al Congreso, ya puso en máxima alerta a los trabajadores. El tema tiene tan caldeado el ambiente, que el presidente Juan Manuel Santos tuvo que salir el viernes pasado a decir que los cambios al IVA, sugeridos por la comisión de expertos, son solo una recomendación que será evaluada con otros puntos de vista en su momento.

El enrarecido arranque de 2016 también tiene que ver con la situación climática. El fenómeno de El Niño se ha intensificado y se sabe que se prolongará durante el primer semestre del año. Por donde se le mire, la fuerte sequía que azota al país tendrá repercusiones económicas en un año que ya pinta bastante complicado (ver artículo en la página 52). Los efectos de la ola de calor sobre la agricultura y el suministro de energía eléctrica tienen muy preocupados a los empresarios y, obviamente, a todos los hogares. Basta con decir que más de 100 municipios sufren recortes en el suministro de agua.

El dólar por encima de 3.200 pesos es otro ingrediente que le añade picante a la economía. Si bien para los exportadores es bueno, tiene un lado muy preocupante para quienes están endeudados en la divisa, incluido el gobierno que tiene que pagar el servicio de la deuda externa. Por lo demás, presiona la inflación, que se ha convertido en otro dolor de cabeza. Para detenerla, como es lo ideal, el Banco de la República seguramente tendrá que hacer nuevas alzas en sus tasas de referencia, lo que repercutirá directamente en mayor costo del crédito y en menor crecimiento.

Ahora cabe preguntarse si este arranque con pie izquierdo será la constante durante todo 2016. La respuesta no es muy alentadora, porque muchas de las preocupaciones que venían del año pasado se han acentuado. El mundo comenzó con mucha turbulencia y Colombia no es inmune a esas tormentas externas.

La semana pasada, la cotización del petróleo Brent llegó a 32,16 dólares el barril, el precio más bajo en los últimos 12 años. Aunque el viernes tuvo un ligero aumento y cerró a 33,17 dólares, este nivel, de sostenerse en el año, pondría a sudar petróleo al gobierno. El presupuesto está hecho sobre la base de crudo entre 53 y 55 dólares.

El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, le dijo a SEMANA en diciembre que si bien no creía en una recuperación importante de los precios del petróleo en 2016, sí esperaba que se mantuviera alrededor de 50 dólares el barril-Brent. A corto plazo esa cifra no se ve todavía.

Expertos como Sergio Clavijo, de Anif, consideran que si no se presenta esa recuperación en el precio del crudo (en niveles de 55-60 dólares) Colombia podría llegar a enfrentar una situación como la vivida en 2009, cuando la economía solo creció a ritmos del 2 por ciento.

Un dato que podría tranquilizar se lo dio al periódico El Tiempo el presidente de Ecopetrol, Juan Carlos Echeverry. Según el directivo, el precio al cual la petrolera produce caja, es decir ingresos, está entre 20 y 30 dólares, y el nivel en el cual da utilidades entre 30 y 40 dólares. En otras palabras, Ecopetrol puede seguir funcionando, pero ha dejado de ser la gallina de los huevos de oro.

El asunto es que después de ver lo ocurrido en la primera semana del año, las proyecciones de expertos internacionales que hablaban de crudo en niveles de 20 o 30 dólares el barril ya no lucen tan descabelladas como hace unos meses. Y en ese caso los ingresos de Ecopetrol estarían muy al filo de la navaja, lo que se está viendo reflejado en el precio de la acción, que llegó la semana pasada a la increíble cifra de 1.020 pesos, cuando en mayo de 2012 llegó a estar en 5.800 pesos.

Aunque algunos analistas destacan que la economía colombiana ha salido bien librada ante el fuerte choque que recibió con la caída del petróleo, la verdad es que todavía la menor renta petrolera le sigue pegando muy duro al país. Se estima que por cada dólar que baja el precio del barril el gobierno deja de recibir 530.000 millones de pesos.

El director de Fedesarrollo, Leonardo Villar, afirma que el impacto de la caída en los precios del petróleo sobre las finanzas públicas se sentirá plenamente en la medida en que las empresas petroleras, entre ellas Ecopetrol, estarán pagando impuestos en un nivel que acabará siendo una fracción de lo que le aportaban al fisco en la época de vacas gordas.

El frente externo no solo se ve nublado por el petróleo. China, que durante la primera década del siglo XXI había sido uno de los principales motores de la economía mundial con un crecimiento superior al 10 por ciento, se está desacelerando lentamente, lo cual tendrá graves repercusiones a todo nivel. Para 2016, el Banco Mundial bajó a 6,7 por ciento el pronóstico de crecimiento del gigante asiático, la cifra más baja desde 1990. Según el organismo internacional, los países emergentes podrían llevar la peor parte, pues el mayor comprador de sus materias primas ha sido China. Colombia podría sentir los coletazos de esa desaceleración, no solo por los precios del petróleo, carbón y otros commodities, sino también por la vía del comercio.

Los vecinos de la región son los principales socios comerciales de Colombia para las exportaciones no tradicionales. Si no hay vientos a favor por el lado de Venezuela ni de Ecuador, y son muy débiles por el resto del vecindario, no se puede esperar un buen año para las exportaciones colombianas hacia esos mercados.

Por ahora, a pesar del aumento del dólar, las exportaciones siguen cayendo. Según el Dane, en noviembre del año pasado (último dato disponible) las ventas externas del país se redujeron 37,7 por ciento respecto a igual mes de 2014. Tomando los primeros 11 meses de 2015, la caída es del 35,1 por ciento. Eso quiere decir que en ese mismo periodo el país dejó de recibir cerca de 17.910 millones de dólares de ingresos por exportaciones.

De acuerdo con ese reporte, los principales socios comerciales redujeron ampliamente las compras colombianas. En noviembre, las exportaciones hacia Estados Unidos, la Unión Europea y la Aladi se redujeron 43,8 por ciento, 34 por ciento y 35,5 por ciento, respectivamente.

Las menores expectativas en el frente externo aumentan las preocupaciones en el fiscal. Para 2016, la meta de déficit del gobierno está en 3,6 por ciento del PIB y el presupuesto que se aprobó es coherente con esa cifra. Sin embargo, el ministro Cárdenas reconoce que algunos factores pueden afectar los ingresos en 2016 y hacer subir la meta en 0,3 por ciento, es decir, a 3,9 por ciento. Por ello, el Ministerio de Hacienda dice que se reservó unas cartas para hacer recortes en el gasto cuando sea necesario. Esto significa un hueco fiscal de casi 31 billones de pesos, lo cual hace pensar que no va a ser posible cumplir muchos compromisos financieros. Y que si va a ser difícil conseguir plata para el rodaje normal del Estado, lo va a ser aún más para asumir las responsabilidades derivadas del posconflicto. El temor de algunos analistas es que ese cálculo está montado sobre la base de que la Dian sea capaz de recuperar casi 5 billones de pesos por fiscalización. Si no lo logra, el hueco podría ser mayor. A esto se agrega la preocupación por el déficit en cuenta corriente, que está cerca del 7 por ciento del PIB, el más alto en la historia reciente del país. Esto se debe compensar con inversión extranjera directa y de portafolio que se han caído. O también con más exportaciones o menos importaciones. Para llenarlo habrá que acudir a más endeudamiento.

Los analistas consideran que la clave para tener tranquilidad fiscal este año estará en los recortes del gasto público y en una nueva reforma tributaria para aumentar el recaudo. El ministro de Hacienda le dijo a SEMANA que está comprometido de pies a cabeza con esta reforma y asegura que la presentará al Congreso en marzo para que salga en junio. El problema es que con el plebiscito por la paz pendiente en esas mismas fechas, la reforma tributaria podría sonar inconveniente. Ya se sabe que los temas de impuestos nublan, son impopulares y podrían afectar la votación para refrendar el proceso de La Habana.

Dado que los impuestos son tan odiados, está por verse si el gobierno decide aplazar la reforma estructural o irse por una de menor envergadura para no caldear el ambiente y no poner en riesgo el resultado del plebiscito.

Sumando y restando todos los anteriores factores, hay que decir que en términos de crecimiento 2016 estará por debajo del año pasado, que habría estado alrededor de un 3 por ciento. El gobierno revisó a la baja su pronóstico esperado del crecimiento del PIB de 3,6 por ciento, a 3,2 por ciento. Es el dato más optimista. Un grupo de analistas privados consultados por SEMANA le apuesta a un crecimiento entre 2,7 y 3 por ciento. Pero hay proyecciones más pesimistas, como el banco de inversión Merrill Lynch que dice que la economía colombiana se va a desacelerar significativamente y no le extrañaría que en 2016 solo crezca entre 1 y 2 por ciento.

Lo que si no cabe la menor duda es que al Banco de la República y al gobierno, como timoneles de la economía, les espera un año dificilísimo en el que tendrán que hacer gala de toda su habilidad para accionar los distintos instrumentos que tienen a mano, para contener los vientos externos y no dejar apagar el motor interno. Esto será fundamental para que no se pierda la confianza, en últimas lo que más importa en una economía.



La visión optimista

Hay quienes ven el vaso medio lleno, y piensan que hay factores que permiten pensar que a este año bisiesto se le podrá sacar provecho.

En el análisis económico siempre hay optimista y pesimistas. El gobierno, que por naturaleza está en el primer grupo, dice que hay motivos suficientes para creer en la economía en 2016. Y no está solo. Gremios como la Andi, duros críticos, consideran que el año tendrá tanto de malo como de bueno.

El principal motor de la economía será la construcción de carreteras, tanto del programa de concesiones de 4G, como de obra pública, que además de generar empleo, impulsarán las industrias relacionadas con la construcción. También actuarán los planes de vivienda que viene impulsando el gobierno. En este punto hay un amplio consenso entre los analistas.

En el sector industrial hay buen ánimo. Aunque el presidente de la Andi, Bruce Mac Master, sostiene que las mayores dificultades de 2016 estarán en el déficit de cuenta corriente, la situación fiscal y el efecto de los altos impuestos sobre la inversión y el crecimiento, cree que la puesta en marcha de Reficar es una oportunidad para la industria petroquímica y para otros sectores de la economía que forman parte de la cadena de valor del sector.

Además, la industria abriga la esperanza de que el dólar a 3.000 pesos le traiga beneficios tanto a quienes exportan, como a los productores nacionales que se ven favorecidos por el encarecimiento de los bienes importados. Claramente, el asunto es compensar los mayores costos que registran las empresas que trabajan con insumos y materias primas del exterior.

No es posible saber si el dólar seguirá fortalecido. Su precio está ligado a lo que suceda con el petróleo, pero también con las medidas monetarias que toman los bancos centrales de Estados Unidos y Europa.

Algunos analistas de mercado creen que el año también podría ser mejor para el mercado bursátil, pues las acciones han caído tanto que están en niveles que ofrecen una oportunidad de compra.

El director de Fedesarrollo también pone su dosis de optimismo cuando dice que Colombia tiene la fortuna de contar con la credibilidad internacional que requiere para financiar las necesidades de divisas y de recursos fiscales asociados con la caída en los ingresos petroleros durante estos años de ajuste. Pero advierte que lo fundamental es entender que esa credibilidad solo se mantendrá si se toman oportunamente las decisiones requeridas ante un entorno externo menos favorable, aun si son difíciles y dolorosas.