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En Silvia, Cauca, se encontró la tercera copia que se conoce del acta de la primera junta de gobierno autónomo el 20 de julio de 1810, la única con las firmas de los próceres de la independencia. | Foto: Danilo Canguçu/SEMANA

HISTORIA

Arrumada y llena de polvo, el acta de la Independencia de Colombia que apareció en Silvia (Cauca)

Esta es la historia de la tercera copia auténtica que se conoce del documento formado tras el grito de Independencia, en 1810. Se dio por perdida tras la toma guerrillera de 1999. Hallazgo.  

16 de septiembre de 2017

A las 5:30 de la tarde del 19 de mayo de 1999, el estallido de una pipeta de gas sacudió a los habitantes de Silvia, un pequeño municipio del Cauca. Tras la primera explosión, otro estruendo aún más fuerte. Después del tercero, y por las cinco entradas al pueblo, zumbaban como moscas los proyectiles de fusil. Más de cien hombres de la columna Jacobo Arenas atacaron la estación de Policía donde se encontraban 15 agentes. Dinamitaron la Caja Agraria y se llevaron el dinero, la noche cayó pronto y el terror se extendió hasta la madrugada.

Era la primera vez que las Farc se tomaban el pueblo con cilindros bomba. Antes hacían hostigamientos y disparaban desde las montañas, pero aquella tarde de miércoles se hicieron sentir con furia.

Amparo Velasco se encontraba en su despacho, en el concejo municipal, a pocas cuadras de la estación de Policía. Cuando estalló el primer cilindro se levantó de su escritorio y salió despavorida a buscar refugio, como hacían el resto de funcionarios. La concejala, en su huida, se llevó por delante el cuadro que desde hace quien sabe cuántos años había estado colgado en una de las paredes del corredor de la entrada. Sintió el momento en que el vidrio y el marco se quebraban, pero no se detuvo hasta llegar al casino de la planta baja. Allí se quedó, con la familia de los dueños del restaurante, hasta las 5:00 de la mañana del 20 de mayo, cuando pudieron salir al parque.

Algunas horas después Amparo fue de las primeras en llegar al antiguo edificio del concejo. Pasó por el corredor y en el piso de madera encontró el cuadro que ella había tumbado cuando empezó la toma guerrillera. Le quitó el marco, carcomido por el gorgojo, removió los pedazos de vidrio quebrado y desprendió la imagen, que parecía un pergamino adherido a una tela. Lo enrolló y lo puso encima de una vitrina, en el almacén. Nada se volvió a saber de aquel cuadro que recibía a los empleados y los funcionarios del concejo de Silvia.

Amparo no volvió a ser elegida concejala sino hasta el 2012. El concejo ya no funcionaba en el viejo edificio donde la pilló la toma de las Farc, sino en uno más moderno. Aquel año, la nueva secretaria, Clara Liliana Gil, hizo un riguroso empalme con el anterior concejo, e hizo un inventario de lo que aún permanecía en el edificio viejo. Allí descubrieron una vitrina. “La sorpresa mía fue cuando volví a ver el cuadro, enrollado como lo había dejado diez años antes, pero tapado por el polvo. Ni yo me acordaba de que existía”, recuerda Amparo.

Clara Liliana le sacudió la tierra y lo desenrolló. Desde que lo vio algo le decía que se trataba de un documento histórico. De color amarillento, como los periódicos viejos. “Acta de la Revolución de 1810”, se leía en el centro de la imagen.


El acta de la Revolución del 20 de Julio de 1810 estaba en el edificio del antiguo concejo municipal de Silvia, Cauca. Foto: Danilo Canguçu/SEMANA

Amparo pertenecía a la comisión de educación, cultura y deporte y le propuso al concejo un proyecto para restaurar aquel pergamino. “Nadie nos paró bolas”, recuerda. Terminó su periodo y la imagen del cuadro seguía enrollada.

En el año 2016, la restauradora Patricia Caicedo había sido contratada para intervenir unas imágenes de la Semana Santa. Clara Liliana le presentó el acta y ella también sintió estar frente a un gran hallazgo. Recomendó contactar al Archivo General de la Nación para que evaluaran la originalidad del documento, y adelantaran su restauración.

Jesús Antonio Ulchur, entonces presidente del concejo, también quedó sorprendido con el documento, y a diferencia de sus antecesores, promovió su restauración. Le propuso a la plenaria un proyecto para ello y esta lo aprobó.


Cubierto entre papel y protegido con icopor fue transportado el acta de la Independencia desde Silvia, Cauca. Foto Danilo Canguçu/SEMANA

El pasado  29 de agosto, Amparo, Clara Liliana, Jesús Antonio, y el alcalde de Silvia, José Gustavo Cuene Correa, viajaron por tierra dos horas hasta Cali, y de ahí abordaron un avión a Bogotá. El director del Archivo General, Armando Martínez los recibiría para ver el ‘Acta de la Revolución’ de la que tanto le habían hablado, la misma que se suscribió horas después del grito de independencia de 1810.

Envuelto en un papel seda, entre dos láminas icopor, cubiertas por papel periódico y con el mayor escrúpulo, fue como transportaron el documento. Al descubrirlo, el director del Archivo empezó a escrutarlo con rigurosidad. De arriba a abajo, de izquierda a derecha, letra por letra. Buscando en cada detalle pistas que revelaran el origen de la pieza y su autenticidad. La comitiva de Silvia guardaba silencio, con ansiedad, a la espera del dictamen.

 Jesús Antonio Ulchur, concejal de Silvia, junto al director del Archivo General, Armando Martínez, y Marta, encargada de la restauración. Foto Danilo Canguçu/SEMANA

“Este es un documento impreso, una copia del acta de la formación de la Junta Suprema de Santafé en la madrugada del 21 de julio de 1810…”, dijo el director del Archivo. La delegación pareció decepcionarse, pero el historiador los tranquilizó. “Pero es un documento muy valioso, es el único que tiene las firmas de los que suscribieron el acta”.

***

Después de que el florero de Llorente se hiciera pedazos en una casa de la Calle Real de Bogotá, a las 7:00 de la noche del 20 de julio, José Acevedo y Gómez se asomó por la ventana del segundo piso del cabildo, y empezó la escogencia de la primera junta de gobierno autónomo de la que se tuvo noticia. El pueblo estaba afuera, de ruana, aguantando frío y gritando “abajo el Virrey”.

-¿Quieren que Sinforoso Mutis sea uno de los voceros?-, preguntaba Acevedo y Gómez desde el balcón. La gente a gritos respondía. “Así se armó la Junta de Santafé, fue una junta tumultuaria, elegida a gritos”, según el relato del director del Archivo General.

En aquella tumultuosa jornada, la gente los escogía a quienes les parecía más patriotas. También incluyeron españoles, como el sevillano Juan Jurado que estuvo con sus doce hijas. Se escogió al secretario general del virreinato, también al Virrey, que por supuesto no se hizo presente. El alcalde de Santafé, José Miguel Pey y gente que tenía fama de ilustrada, como Sinforoso, sobrino de José Celestino Mutis, “joven díscolo y calavera”.

Clara Liliana Gil, secretaria del Concejo de Silvia;  José Gustavo Cuene Correa, alcalde de Silvia; y Armando Martínez, director del Archivo General de la Nación. Foto Danilo Canguçu/SEMANA

La primera junta de gobierno de Santafé sesionó en el cabildo hasta la media noche, cuando todos se fueron a dormir, pero se citaron a la mañana siguiente para firmar el acta. Les saldría muy caro aquél madrugón, a la mayoría, que terminaron fusilados en 1816 precisamente por firmar el acta.

Una de las firmas que se reconoce es la de Camilo Torres, que aparece con lo que podría ser una dedicatoria del prócer, pero en realidad se trata de una frase extractada del memorial de agravios de 1809.

Alrededor del acta de independencia, se leen los nombres de los mártires de la independencia, quienes fueron fusilados en 1816. Julio Acevedo y Gómez, Frutos Gutiérrez, Camilo Torres, José Luis de Azuola, José Joaquín Camacho, Placido Herrera, García Rovira.  El concejal Ulchur reconoció el nombre del coronel Calanvas, quien libró la batalla de Pitayó, donde hoy es Silvia, y que liberó a Popayán y el sur del país.

En la parte superior hay un escudo con el cóndor al revés. No es un cóndor rampante como el del escudo de Colombia, sino uno volando hacia abajo. “Ese es el primer escudo de la Nueva Granada entre 1832 y 1963, eso quiere decir que el documento pudo haber sido impreso entre 1850 y 1860”, dice el director del Archivo.

En la parte inferior una letra, casi que menuda, señala que el acta fue publicada en París “bajó la dirección del doctor Rafael Duque Uribe. Propietario”, en la imprenta Clemeniere. No dice el año. En la margen izquierda está el nombre de quien la dibujó a la pluma, Simón Jesé Cardenas.  

Por el reverso de la imagen, en letra manuscrita, se lee: “Contrato celebrado  entre el señor Pedro Barreto y el señor personero munisipal (sic) Samuel E. Velasco R. 20 de julio de 1910”. Es un indicio de que el acta fue objeto de un traspaso a propósito del centenario de la independencia.

El acta original de la primera Junta de gobierno estaba en un cuaderno tamaño folio, forrado en cuero, que pertenecía al cabildo de Santafé. “Nosotros tenemos una copia en el Archivo General y conozco otra que se encuentra en Bucaramanga. Esta es la tercera copia que se conoce”, señaló Armando Martínez.

El director del Archivo General sostiene que es probable que el acta encontrada en Silvia haya sido de las 100 impresiones que contrató el cabildo de Bogotá para conmemorar los 50 años del grito de independencia, en 1860. Las otras 97 se perdieron, posiblemente en el incendio de Galerías Arrubla, el 20 de mayo de 1900, incendio que consumió el Palacio Municipal (hoy Palacio de Liévano, sede de la Alcaldía Mayor), y donde quedaron reducidos a cenizas los documentos recopilados en dos siglos y medio de administración colonial y del periodo republicano.

Tras la lección de historia, llegó el momento que Amparo y Clara Inés estaban esperando durante años. El Archivo General se comprometió a restaurar el acta descubierta en una vitrina del edificio viejo del concejo de Silvia, arrumada y cubierta por el polvo.

Amparo Velasco (centro) exconcejal de Silvia, y Clara Liliana Gil (derecha) secretaria del Concejo de Silvia. Foto: Danilo Canguçu/SEMANA. 

Marta, funcionaria del Archivo, fue la encargada de recibir el documento. Un papel sobre tela, pegado con goma, pero que está lleno de fisuras y  manchas. “Hay que hacer pruebas preliminares de solubilidad de las tintas, eliminar la tela, el soporte y hacerle un laminado con un papel especial que se llama papel  japonés”, explicó.

Las fisuras, explicó Marta, fueron ocasionadas por la oxidación que ha tenido el papel sobre el que está hecha la impresión y el adhesivo con el que fue adherido a la tela. Es posible que el acta haya tenido ataque de hongos, pues tiene manchas de humedad, lo que significa que en algún momento haya tenido biodeterioro

“El lienzo hay que retirarlo y hay que hacerle otro laminado. Una vez hecho hay que hacerle injertos en todas las áreas faltantes para que cuando este doblado no se vaya a abrir la fisura. Es trabajo largo, las manchas, si no es posible eliminarlas, por lo menos rebajar su intensidad”, aclaró Marta.

El acta fue llevada al laboratorio donde un equipo de seis restauradores empezó a salvar el documento hallado en el Cauca. Dos meses es el tiempo estimado para la restauración.

Una vez terminado el proceso, el acta se guardará en un estuche, y al concejo de Silvia se le entregará un facsimilar exacto, para que vuelva a ser colgado en la el corredor del edificio, de donde se cayó en la toma guerrillera.

Eran otros tiempos, dice el alcalde de Silvia, José Gustavo Cuene Correa. Por las cinco entradas ya no entran guerrilleros a tomarse el pueblo, ahora los que se lo toman son los turistas. “Estamos viviendo los beneficios del proceso de paz”.

Por una de esas calles donde las Farc sembraron el terror aquella tarde del 19 de mayo de 1999, entrarán Alfonso y Marta antes de terminar el año. Cuando lo hagan,  llevarán la tercera copia que se conoce del acta de la Independencia de Colombia ya restaurada. La única que tiene las firmas de los próceres. La misma que se salvó del incendio del palacio municipal de Bogotá,  la que fue rescatada de una toma guerrillera, y la que permaneció más de diez años arrumada en una vitrina tapada de polvo.