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La delegación de las Farc en La Habana recibió la semana pasada a líderes religiosos y de la comunidad LGBTI para escuchar sus propuestas sobre las precisiones que debe incoporar el concepto de ‘enfoque de género’ dentro del acuerdo de paz. En las próximas semanas la mesa estudiará ambos documentos con el fin de encontrar puntos medios entre ambas propuestas.

DEBATE

La batalla por el enfoque de género en los acuerdos

Un tema que no formaba parte de la agenda -el de la concepción de familia- tiene enfrentadas a la comunidad LGBTI y a la evangélica enredó el debate posterior al plebiscito. ¿Por qué?

5 de noviembre de 2016

La mayoría de los colombianos jamás había oído la expresión “ideología de género”. Pero desde la campaña para el plebiscito, la discusión sobre sus alcances y peligros ha inundado los debates en los medios. Hasta se ha dicho que el rechazo a esa ideología fue clave para el triunfo del No.

¿Qué es, al final, el “enfoque de género”? ¿Qué tiene que ver con el acuerdo entre el gobierno y las Farc? ¿Cuál es su relevancia? Algunos de los sectores que hicieron campaña por el No argumentaron que los acuerdos promovían un concepto según el cual el género y los roles de la sociedad son construcciones culturales y no designios de la naturaleza. En el texto firmado por Santos y Timochenko no aparecen esos términos, sino un “enfoque” dirigido a reconocer que las mujeres han sido víctimas del conflicto armado y que, con el acuerdo de paz, se deben buscar mecanismos de reparación y no repetición contra ellas.

Pero el debate ha sido intenso y el tema quedó en el centro de las complejas negociaciones simultáneas que se han llevado a cabo a varias bandas entre el gobierno, la oposición y las Farc, después del plebiscito. La senadora Viviane Morales y su esposo, Carlos Alonso Lucio, –ambos voceros reconocidos de las creencias evangélicas– se reunieron con la delegación de paz de las Farc para discutir el alcance de los acuerdos. Después del encuentro, dijeron en una declaración que buscaban un texto más claro que permitiera a futuro “interpretaciones inequívocas respecto al concepto de familia redactado en el artículo 42 de la Constitución Política”. Pero ante esa postura creció la preocupación de la comunidad LGBTI porque las propuestas de Morales y Lucio buscan limitar el matrimonio a las parejas de hombre y mujer.

Varias organizaciones LGBTI y defensoras de derechos humanos buscaron entonces su propio contacto con las Farc. Luego de una reunión en Cuba, llevada a cabo la semana pasada, publicaron una declaración según la cual el enfoque de género del acuerdo de paz “no desconoce derechos fundamentales de ninguna población colombiana y, por el contrario, su uso es necesario para hacer visibles los impactos diferenciados del conflicto armado para mujeres y hombres; entre estos lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales”.

El gobierno y las Farc deberán negociar un texto que hará parte del nuevo acuerdo. Pero más allá de los diálogos, la discusión tiene que ver con lo que realmente significan el enfoque de género y el tema de la familia en la paz.

Para los partidarios del No, estos conceptos ponen en peligro la institución familiar. En la otra orilla, los defensores del acuerdo con la guerrilla argumentan que el propósito original era visibilizar el impacto del conflicto armado tanto en las mujeres como en la población LGBTI, con el fin de que estas víctimas fueran reparadas de acuerdo con su condición y se les garantizara la no repetición de las violaciones a las que fueron sometidas. Dicen que nada tiene que ver con la composición y estructura de la familia, el aborto, el matrimonio homosexual, la adopción para parejas del mismo sexo e incluso el derecho de los padres a educar a sus hijos.

El experto Rodrigo Uprimny afirma que estos temas no forman parte del acuerdo Santos-Timochenko, porque nada tienen que ver con la guerra y porque no competen a espacios como un proceso de paz. “En los apartes que hablan de enfoque de género nunca se abordan temas como estos que son socialmente controvertidos, simplemente porque son discusiones que se deben dar en espacios democráticos. La forma de pacificar el debate no es que los cristianos usen el acuerdo de paz para hacer triunfar su visión religiosa de familia, o para que quienes están en contra lo utilicen para promover la suya. De esa forma solo se pone en peligro la paz por debates que son de otros escenarios”, dice Uprimny.
La definición de la familia no depende del proceso de paz. El concepto, incluido en el artículo 42 de la Carta Política, ha sido precisado por la Corte Constitucional en su jurisprudencia y abarca todas las configuraciones familiares. Sin embargo, los representantes de la comunidad evangélica insisten en que la Constitución claramente define la familia como la conformada por mamá y papá, y que en consecuencia cualquier reinterpretación del concepto atenta contra el espíritu de la norma fundamental.

Pero el asunto no es solo jurídico, sino también político. El gobierno necesita que tanto los evangélicos como la población LGBTI acepten la nueva versión de los acuerdos, en la búsqueda de construir nuevas mayorías en su favor. Y para ello deberá encontrar un justo medio que permita conservar el “enfoque de género”, y a la vez aclarar que eso no significa una “ideología de género”.

¿Será posible encontrar puntos de encuentro? Uno de los voceros de la comunidad LGBTI que participó en la reunión con las Farc en La Habana considera que sí. “Nosotros estamos de acuerdo con que se reconozca a la familia como víctima dentro del acuerdo e incluso con que se reconozca y visibilice a las personas que fueron víctimas de la guerra en razón de sus creencias religiosas. Lo que no podemos permitir es que se hagan interpretaciones que desmejoran los derechos de nuestra comunidad”, dice.

Una cosa es el debate entre las Iglesias evangélicas sobre las creencias en materia de la familia y sus derechos, y otra, muy distinta, la negociación entre el gobierno y las Farc sobre cómo acabar la guerra. Tanto es así, que el tema ni hizo parte de la agenda de seis puntos negociada en La Habana. Pero el debate político en la campaña por el plebiscito –y la inclusión del “enfoque de género”– metió en la misma olla los dos asuntos. Lo cual, para la mesa, es a la vez un problema y una oportunidad. Problema, porque enredó el diálogo y puso en contra a los evangélicos. Oportunidad, porque una eventual claridad podría, a la vez, tranquilizarlos y mantener a la comunidad LGBTI a favor del Sí. La fórmula no es fácil ni evidente. El balón quedó en la mesa.