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“Ojalá que el casete de la guerra no se devuelva”

125 campesinos de El Tablón de Gómez, en Nariño, recibieron los títulos de propiedad de sus tierras que estaban en condiciones legales. Uno de ellos fue Libardo Gómez Herrera, un caficultor y periodista que ha logrado sobrevivir a los cimbronazos de la guerra.

23 de mayo de 2018

Dos hechos de violencia han marcado la vida de Libardo Gómez Herrera: el primero y más fuerte, en 2003, cuando el Ejército y las Farc se enfrentaron cerca de su natal vereda La Victoria del municipio nariñense de El Tablón de Gómez y, tras dejar hecho añicos el transmisor de la emisora comunitaria de la que él ha sido alma y nervio por más de 20 años, obligaron a que su esposa y sus entonces dos hijos pequeños salieran corriendo del remoto caserío por temor a la muerte.

“La balacera comenzó a las 10 de la mañana (del 16 de abril). Era Miércoles Santo. (Ese día) empezaron las ráfagas como en las mejores películas de vaqueros”, recordó Gómez Herrera, un campesino de 52 años que gracias a su tenacidad se hizo periodista.

“En ese momentico (del choque armado) la verdad es que a uno le dan ganas de arrepentirse de todo porque uno no sabe si va a salir o no va salir vivo (…) Cuando ya no se oían disparos, yo me fui a buscar a mi esposa, a mis dos hijos y a la abuela de mi esposa. Resulta que cuando yo llego a la casa, mi esposa había salido en el primer bus para Pasto con lo que tenía puesto. Eso sí le duele a uno no saber de su mujer y de sus hijos. Ellos han sido la adoración de mi vida”, agregó Gómez Herrera, quien, con la voz entrecortada, hizo énfasis en que ojalá a sus dos hijos “no les toque contar nunca lo que yo estoy contando hoy”.

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El segundo mazazo que le propinó la violencia a Gómez Herrera sucedió en mayo de 2002. El primer día de ese mes, varios guerrilleros llegaron hasta la sede de la emisora comunitaria y le entregaron un casete para que divulgara su contenido.

Después de que los rebeldes se marcharon, Gómez Herrera escuchó la grabación. En realidad, en algunos de sus apartes, eran arengas en favor de las Farc. En otros, saludos a comandantes guerrilleros al son de canciones vallenatas.

“Yo no publico esto”, pensó en voz alta Gómez Herrera, consciente del problema en que se estaba metiendo. Según sus palabras, en los estatutos de la emisora comunitaria, llamada Caña Brava, estaba claro que no había espacio para el proselitismo político y religioso y mucho menos para el subversivo. 

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Al día siguiente, 2 de mayo, los guerrilleros volvieron a la emisora y le dijeron a Gómez Herrera que el comandante guerrillero de la zona quería hablar con él. Se lo llevaron en el acto. “Así por las buenas, cualquiera”, pensó Gómez Herrera, mientras caminaba hacia la vereda La Florida. Cuando estuvo al frente del jefe guerrillero, éste le dijo: “No fuiste capaz de colocar un hp casete, entonces venga y coma de la que usted no ha comido y trabaje”.

Durante una semana, Gómez Herrera estuvo retenido y obligado a echar pico y pala en una carretera que las Farc estaban abriendo en algún sector de La Florida. Aunque estuvo allí en contra de su voluntad, muchas veces recibiendo insultos, Gómez Herrera dice hoy en día que se da por bien servido porque “al menos estoy vivo para contar la historia”.

Para contar de Gómez Herrera, igualmente, que sus 52 años de vida han sido para él una especie de carrera de obstáculos. Terminó el bachillerato en un colegio de Pasto. Pronto se matriculó en la Facultad de Agronomía de la Universidad Antonio Nariño, también de la capital nariñense.

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Sin embargo, para 1988 el hoy pacificado movimiento guerrillero M-19 tenía una fuerte presencia en el mencionado centro universitario y constantemente promovía paros estudiantiles que muchas veces ocasionaban la cancelación de los semestres. Así y todo, Gómez Herrera logró aprobar cinco semestres de agronomía. Pero eran tiempos de bolsillos vacíos y no se podía dar el lujo de perder semestres por los paros estudiantiles.

Un poco golpeado por el hecho de no haberse podido titular de agrónomo, Gómez Herrera se fue para Cali en busca de mejores horizontes. Una vez, mientras se transportaba en un autobús, escuchó en la radio que la Universidad del Valle había abierto un programa para quienes quisieran convertirse en periodistas y locutores. Gómez Herrera se inscribió y fue aceptado sin mayores inconvenientes.

Para él había un recuerdo de la infancia que lo conectaba con la locución: muchas veces recorrió las calles de La Victoria, megáfono en mano, anunciado o quién había muerto en la vereda o todo lo concerniente a los campeonatos de microfútbol, en fin, era el voceador de los llamados victoreños.

En 1995 Gómez Herrera se graduó de periodista con un solo objetivo: trabajar para su adorada vereda. De inmediato, gracias a la colaboración de algunos de sus amigos, se puso en la tarea de conseguir una emisora comunitaria para La Victoria. Pocos meses después el Ministerio de Comunicaciones le dijo sí a su propuesta.

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El 4 de diciembre de 1997 salió al aire por primera vez la emisora Caña Brava. Nada ha sido fácil en estos 20 años largos. Todo se ha hecho con las uñas, pero con amor y dedicación, según sus palabras. Como el periodismo no le da para vivir, Gómez Herrera complementa esa actividad con la de caficultor.

Precisamente el miércoles 23 de mayo, el director de la Agencia Nacional de Tierras, Miguel Samper Strouss, le entregó a Gómez Herrera el título que lo acredita como propietario de una hectárea de tierra que durante muchos años aparentemente perteneció a su familia, aunque sin la documentación en regla.

Al hacer el estudio de la petición de Gómez Herrera sobre esa hectárea de tierra, que él tiene sembrada con 5.000 palos de café, la Agencia de Tierras estableció que se trataba de un baldío de la Nación. No obstante, la entidad reconoció todos los años que esa tierra estuvo en su poder y por eso en la jornada le entregó el título.

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Otros 125 campesinos de El Tablón de Gómez, en un animado y concurrido acto celebrado en un colegio de la localidad, recibieron los títulos de propiedad de sus tierras que estaban en condiciones legales similares a las de Gómez Herrera.

De acuerdo con Samper Strouss, la entrega de títulos del miércoles “es una nueva historia” para Nariño”. En menos de dos años, añadió, la Agencia de Tierras ha logrado beneficiar a más de 4.500 familias de este departamento con adjudicación de baldíos, formalización de predios, materialización de subsidios para la compra de tierras y fortalecimiento del arraigo de las comunidades étnicas.

Finalmente, sobre el proceso de paz sellado entre el gobierno nacional y las hoy desmovilizadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), Gómez Herrera opinó que “ojalá que esto continúe, ojalá que el casete no se devuelva, que la historia (de más de medio siglo de guerra) no se repita”.

Su sueño es que cuando tenga “mis 80 años bien vividos, ésta ya sea una historia que yo les esté contando a mis hijos y a los hijos de mis hijos. Yo le pido a Dios que a mis hijos no les toque pasar por esto” de la violencia.