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En 10 minutos, la técnica que inventó en ingeniero José Saúl Torres limpia el agua más contaminada, pero aún faltan muchos años de pruebas como para entregarle la responsabilidad de limpiar buena parte del río Bogotá

Bogotá

Aguas turbias

La administración Garzón embarcó al Acueducto en un contrato para experimentar una tecnología nacional que, de funcionar, limpiaría el río Bogotá. Pero que si fracasa, produciría el mayor descalabro en la historia de la Empresa.

20 de marzo de 2008

Como si se tratara del vino de su mejor cepa, José Saúl Torres mira el líquido transparente que su asistente le acaba de pasar en un vaso de laboratorio, lo huele y después, sin pensarlo, se toma un par de tragos. "Tiene un poquito de cloro de más, porque estamos en ajustes, pero es agua pura", dice este ingeniero químico-cervecero, con estudios superiores en química y bioquímica del agua, mientras les ofrece un trago a los demás.

El gesto no merecería ser registrado si no se supiera que 10 minutos antes esa misma agua había sido sacada del Salitre, un pestilente caño que recoge las aguas negras que vierten varios millones de personas del norte de Bogotá y que van a parar, varios metros adelante, al río Bogotá. Esa inmunda cloaca apesta a muchos metros de distancia. "Tome. Ya no tiene toda la materia orgánica, fósforo, excrementos, contaminantes, metales y lodos", dice, pero el olor que al medio día se eleva en la planta de tratamiento de aguas residuales (Ptar) del Salitre y del mismo caño, al occidente de la capital, no permite olvidar la procedencia del agua, por más cristalina que parezca.

Parado junto a la planta, que se parece a una pasteurizadora, este hombre de 55 años, que trabajó para Bavaria y Coca-Cola, se enorgullece de haber creado una tecnología química para tratar todo tipo de aguas contaminadas, desde los lixiviados que producen los rellenos sanitarios hasta alcantarillados y ríos. Su planta la limpia en seis minutos si se quiere usar para riego, y 10 minutos para consumo humano, a través de un sistema que toma el agua, la mezcla con unos químicos que al inyectarle oxígeno crean una emulsión que pone a flotar entre el 92 y el 98 por ciento de todos los contaminantes. "Produzco un agua sin microorganismos patógenos y rica en oxígeno, a un precio tres veces menor que cualquier tratamiento", dice Torres.

Guiados por el éxito de la purificación por hiperoxidación química en corto tiempo, como Torres bautizó su invento, la alcaldía de Luis Eduardo Garzón, en cabeza del gerente de la Empresa de Acueducto y alcantarillado de Bogotá (Eaab), Édgar Ruiz, firmó el 12 de septiembre del año pasado un contrato a riesgo compartido (joint venture) con la firma Chemical Research & Development (CRD), que el científico y sus socios crearon hace menos de un año en Panamá para comercializar la tecnología.

Pero el contrato, que cuenta con muchos detractores dentro de la Eaab, podría embarcar al Acueducto en una aventura larga y desconocida que recuerda la mala experiencia que la ciudad ya tuvo al contratar con Degrémont, la planta de tratamiento de aguas de El Salitre que costó más de 300 millones de dólares y que hoy es un monumento al despilfarro y la ineficiencia.

En esencia, el contrato establece que Torres y sus socios instalarán una planta de 20 metros cúbicos de agua por segundo en la Ptar del Salitre para probar la tecnología de forma continua por tres semanas, y el Acueducto se encarga de verificar y medir los resultados del agua, lodos y del proceso. Si las pruebas, que serán medidas por la Universidad de los Andes y Bureau Veritas Internacional, salen satisfactorias, el Acueducto financiará y avalará todo el proceso de certificación de la nueva tecnología, le entregará a CRD la Ptar del Salitre por 20 años para su operación y se convertirán en socios de todos los negocios que hagan en Colombia y la región. La propiedad del invento y la patente quedan en poder de Torres y sus socios.

"De tener éxito, se trataría de la reinvención de la rueda en materia de tratamiento de aguas y haría que en un futuro la empresa obtenga más recursos por este rubro que por la venta de agua tratada", dijo Ruiz. La Empresa recibirá el 5 por ciento de los ingresos brutos de los proyectos que se hagan en Colombia y 2,5 por ciento en la región, en caso de que no quiera tener ninguna participación.

Como el contrato crea una relación por 20 años prorrogables, el Acueducto deberá preferir a CRD y a su tecnología en todos los negocios que haga. Es decir que la ampliación de la planta de El Salitre, la futura planta de Canoas, que recoge las aguas servidas del sur, entre otros afluentes que produce Bogotá, y para los cuales ya hay más de 500.000 millones de pesos, se deberá hacer con CRD.

Unas de las críticas más insistentes es que la empresa, al firmar este contrato con CRD, se estaría casando con un menor de edad que ofrece como dote una tecnología que apenas está empezando a gatear y que sólo adquirirá mayoría de edad después de muchos años de pruebas, cuando se haya demostrado que se puede usar a gran escala y que no genera ningún efecto colateral en el agua y en la salud de las personas. En otras palabras, el Acueducto se ofrece para ser el conejillo de indias para experimentar y avalar una tecnología que ni los ingleses, norteamericanos o franceses han podido desarrollar; no queda en propiedad de ningún derecho sobre el invento y asume con su patrimonio cualquier responsabilidad, pues es obvio que la musculatura financiera de CRD es precaria para este tipo de negocios.

"La rabia que les produce es que un indio como yo haya sido capaz de crear una tecnología que rompe los paradigmas del tratamientos de aguas. En seis meses y con el 10 por ciento de la infraestructura que tiene la planta de El Salitre, nos comprometemos a limpiar en más del 90 por ciento de residuos todo el caudal, y no los cuatro metros cúbicos que están siendo tratados con la tecnología de los franceses para eliminar el 40 por ciento de los residuos", dijo Torres.

A pesar del interesante invento, es claro que frente a un tema tan delicado se debe seguir el mismo procedimiento que para certificar un medicamento o una vacuna. Es como si la Organización Mundial de la Salud (OMS) hubiera firmado un contrato hace 20 años con el científico Manuel Élkin Patarroyo cuando anunció con bombos y platillos que había descubierto una vacuna contra la malaria. ¿Qué habría pasado si se hubiera avalado, certificado, patentado y comercializada esa vacuna en ese momento? Es obvio que se debe recorrer un largo camino, que pase de manera escalonada de litros a metros, y que se demuestre que con el tiempo la tecnología es sostenible y no causa efectos secundarios a la salud. Con una empresa que es patrimonio de los bogotanos no se puede jugar a la feria de la ciencia, forzando saltos que puedan terminar en delicados sobresaltos.

Otro aspecto sensible es el porcentaje que recibirá el Acueducto en este contrato. La Empresa está poniendo en juego su prestigio, su tradición de entidad seria en el manejo del agua. Y además, por financiar, facilitar y viabilizar la prueba, sólo recibe entre el 2,5 y el 5 por ciento, una compensación exigua. "Frente a todo lo que está poniendo la empresa, ese porcentaje debería ser al revés, el 95 por ciento para el Acueducto y el 5 por ciento para los inventores", dijo un alto funcionario. De hecho, la Eaab ya ha invertido 700 millones depesos en el arrnque de las pruebas

Documentos internos conocidos por SEMANA, muestran éstas y otras preocupaciones. Por ejemplo, el contrato no define obligaciones de las partes, no tiene cuantías, no se realizó una convocatoria internacional, la firma CRD no fue evaluada ni mucho menos la tecnología y la experiencia. "Quien quiera puede venir y ver que esto es ciencia, no hechicería", dice Torres.

Funcionarios del Acueducto expresaron su preocupación por eventuales reclamaciones de algunas de las empresas para las que trabajó Torres, ya que, según reconoció, algunos de los elementos de su planta fueron el resultado de investigaciones realizadas cuando era empleado de Bavaria y Coca Cola. El mismo Torres reconoce que Bavaria le pagó estudios en Alemania y le facilitó la logística para desarrollar tecnologías para limpiar el agua de sus malterías y jugos.

Por ahora, la planta de 20 metros cúbicos, que puede abastecer o limpiar las aguas de una población de 15.000 habitantes, está en prueba, pero es muy pequeña para una ciudad de siete millones de habitantes. Las dudas sobre el contrato también preocupan a funcionarios de la nueva administración, que deberán decidir si sigue o termina el contrato.