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Los paisas hicieron moñona en este premio, donde el alcalde de Medellín Sergio Fajardo y el gobernador de Antioquia Aníbal Gaviria, fueron los dos grandes ganadores

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Al frente del cañón

En momentos en que la política colombiana pasa por uno de sus peores momentos, el premio a mejores alcaldes y gobernadores es un mensaje alentador para el país. Colombia Líder escogió a los más destacados y sus experiencias son ejemplares.

17 de noviembre de 2007

Mientras en muchos países del mundo ser alcalde o gobernador es un privilegio, en Colombia administrar lo local es un acto quijotesco. Los mandatarios no sólo deben sobrevivir a las amenazas de los grupos armados y a la persecución de clanes políticos corruptos que quieren quedarse con su puesto, sino mantener a flote sus municipios a pesar de la adversidad, de los estrechos presupuestos, de la falta de capacidad técnica de sus funcionarios y de las mafias locales que buscan tajada hasta del último contrato.

Esto fue lo que inspiró el nacimiento del Premio Colombia Líder a los mejores alcaldes y gobernadores del país, patrocinado por importantes entidades gubernamentales y de la sociedad civil, que fue entregado por primera vez el pasado jueves. El objetivo es reconocer que si bien en una orilla de la política hay corrupción, ineficacia y despilfarro, en la otra hay nuevos liderazgos que conducen al desarrollo y la transparencia. Mandatarios que a través de fórmulas audaces y de mucha dedicación logran recuperar la gobernabilidad, romper con el escepticismo atávico y cambiar la vida de su gente contra viento y marea.

Como Luis Alberto Giraldo, alcalde de Marquetalia (Caldas), quien en compañía de su antecesor, Hugo González, llevó la paz a un municipio que por décadas había cargado el estigma de ser la cuna de las Farc y un importante enclave de los paramilitares. Todo gracias a una brillante idea, un modelo de erradicación manual de cultivos que permitió que los lugareños renunciaran a la coca y empezaran a sembrar cacao, aguacate y café.

Giraldo, en cambio de solicitar un carro para su uso personal, pese a las amenazas que había sufrido durante la campaña, requirió del gobierno nacional un camión incautado por la oficina de Estupefacientes, con el objetivo de asegurar que los nuevos productos de los campesinos se vendieran en los grandes supermercados del país. Por este y otros méritos, como la construcción de un nuevo polideportivo, la pavimentación de la mayoría de las calles y la cobertura total en salud, el mandatario fue condecorado en la categoría de mejor alcalde en municipio de menos de 20.000 habitantes.

Pero este ingeniero civil de la Universidad Nacional de Manizales no es el único líder que le dio la cara al conflicto armado. Para Raúl Delgado, quien dirige los destinos de Pasto y ganó el premio a mejor alcalde de un municipio de entre 200.000 y 500.000 habitantes, el peor día de su mandato fue cuando debió enfrentar dos emergencias humanitarias al mismo tiempo.

Por un lado, la amenaza de erupción del volcán Galeras, que implicaba la evacuación de miles de personas de la zona rural al centro urbano de Pasto. Y por otro, la inesperada llegada de 5.000 desplazados indígenas que habían bloqueado la carretera Panamericana en protesta por la aspersión de los cultivos ilícitos con glifosato.

Pero en Pasto no sólo Delgado tomaba las decisiones. La que mandaba era la participación ciudadana que desde hace más de 10 años se ha venido consolidando y que le dio la legitimidad necesaria a este alcalde para salir bien librado. "Aquí todavía pesa mucho el estereotipo que dice que nuestra gente es poco inteligente", afirmó Delgado, quien define en asambleas barriales cómo va a invertir su presupuesto dando prioridad a incrementar la identidad cultural y la autoestima colectiva en Nariño, una región azotada por un conflicto armado que ha logrado mermar las esperanzas de sus habitantes.

La apuesta por la educación y la inversión social en las comunas más pobres de Medellín que hizo Sergio Fajardo también ha dado frutos en términos de la paz. Y por eso este matemático que se lanzó a la política sin experiencia ni respaldo partidista, fue galardonado con el premio a mejor alcalde en municipio de más de 500.000 habitantes.

La administración Fajardo contribuyó a la transformación de la ciudad a través de la construcción de cinco Parques Bibliotecas y 10 colegios de vanguardia, con un concepto incluyente y equitativo de la educación. También se destacó por el manejo impecable de los recursos. Logró que por cada peso que ingresaba al municipio, 81 centavos se invirtieran en lo social. Así le dio un duro golpe al ciclo que perpetuaba la violencia. Actualmente, la cifra de homicidios es la más baja de los últimos 28 años.

Aníbal Gaviria, quien fue elegido como el mejor gobernador, también emprendió una lucha frontal contra la inequidad, en un departamento donde -a pesar del desarrollo económico- se moría un niño cada 48 horas por desnutrición. Inspirado en los ideales de su hermano, el gobernador Guillermo Gaviria, secuestrado y asesinado por las Farc en 2003, Aníbal enfiló baterías para sacar adelante el programa 'Maná', que en tres años disminuyó la desnutrición en un 90 por ciento.

Una experiencia reconocida en el nivel internacional, igual que la agresiva política de construcción de vivienda de interés social que desde 2003 ha beneficiado a 109.098 familias. Y cambió radicalmente las condiciones de vida de 72 municipios de la región a los que ha llevado el agua potable. Después de que sólo 24 de 125 poblaciones tenían este privilegio.

Pero para que los mandatarios logren gestiones exitosas, tienen que enfrentar poderosos enemigos, como las mafias locales que están al acecho. La exitosa gestión de José Edilberto Caicedo, alcalde de Zipaquirá y ganador en la categoría de mejor alcalde de municipio de entre 50.000 y 200.000 habitantes, estuvo a punto de verse truncada. Por combatir a los urbanizadores piratas casi es destituido, pues estos contratistas le pusieron una demanda en la Procuraduría que lo tuvo en el limbo durante un año y con la angustia de una posible sanción.

Por fortuna, al final todo se resolvió para bien y Caicedo pudo seguir con su innovadora estrategia para traer nuevos turistas y recursos a su pueblo. Mensualmente invitaba celebridades internacionales a visitar la Catedral de Sal de Zipaquirá para que los medios de comunicación nacionales cubrieran el evento e hicieran visible este monumento histórico. Hace pocos meses logró tener como invitado al Presidente del País Vasco.

Algo similar le ocurrió a Luis Fernando Ortiz, quien cuando llegó al despacho de la Alcaldía de Girardota, Antioquia, se percató de que estaba maniatado. Una deuda de 6.000 millones de pesos tenía ahogado al municipio y sin posibilidad de aumentar la inversión. Ortiz decidió que no se resignaría y apeló al poder más fuerte del pueblo: la Iglesia y la devoción por el señor caído de Girardota. Organizó, con los curas, seminarios de convivencia y paz que le sirvieron como combustible para aumentar la fe en la administración y fue así como los girardoteños pagaron los impuestos que no lo habían hecho en años. El alcalde saneó las finanzas y pagó la deuda total del municipio en 2005.

El premio se entregará cada año y con él se le dará un estímulo a la política local, para demostrar que es posible gobernar con ética, pensando en el bien común y con la audacia que tanto necesitan estas regiones.