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P O L I T I C A

Al pie del cañón

En medio de la crisis de su partido, los tres liberales más representativos de la Gran Alianza regresan al país para ponerse al frente del referendo por la revocatoria.

29 de mayo de 2000

Una de las críticas que más se le ha hecho al gobierno es que casi siempre carece de un Plan B que le permita sortear con éxito los momentos difíciles. Así ha venido sucediendo con el controvertido proceso de paz con las Farc y con el llamado Plan Colombia, que incluye la ayuda de Estados Unidos. Pero hay un asunto en el que el gobierno ha dado muestras no sólo de habilidad política sino de capacidad de reacción. Se trata del referendo que incluye la revocatoria del período de los parlamentarios. Desde un comienzo el gobierno hizo saber a los congresistas que, en caso de no aprobar su proyecto de referendo tal y como había sido radicado en la secretaría de la Cámara de Representantes, optaría por la vía de la consulta popular de forma directa mediante la recolección de un número determinado de firmas. El propio presidente Andrés Pastrana lo dijo públicamente: “En caso de que el Congreso no apruebe el proyecto habrá que utilizar otras formas”, declaró a los periodistas días después de su anuncio de referendo. Las encuestas posteriores han demostrado que la opinión pública está más de acuerdo con la revocatoria de los parlamentarios que con el mismo referendo. De hecho, en momentos en que los escándalos por corrupción del Congreso están en su máxima efervescencia, es más fácil vender la idea concreta de ‘comer congresistas’ que el anuncio abstracto de reformas al régimen político y electoral. En este caso la sangre vende más. Y así lo ha entendido el Ejecutivo. Aunque el gobierno tenía la esperanza de sacar adelante su proyecto de reforma, pese a quedarse con las minorías parlamentarias después del anuncio presidencial, cada día toma más cuerpo la posibilidad de que el Congreso hunda el proyecto de reforma del Ejecutivo. Los propios congresistas han expresado que, si bien es cierto que no les gusta la oferta presidencial, estarían dispuestos a estudiarla y aprobarla siempre y cuando le puedan hacer algunos ajustes al texto gubernamental. “Sólo en las dictaduras es que ocurren cosas como la que propone el gobierno”, sostiene el senador Héctor Helí Rojas, quien como ponente propuso que el proyecto gubernamental fuera archivado. Esta incertidumbre en la que empieza a navegar el barco del referendo fue la que llevó al gobierno a apostarle sus restos a su plan de emergencia. En efecto, ante la radicalización que han tomado los hechos en las últimas semanas, el gobierno tomó la decisión de llamar al campo de batalla a tres de sus más reconocidos coroneles, quienes se encontraban gozando de las mieles de la diplomacia. Fue así como la semana pasada anunciaron que regresarán al país el ex fiscal Alfonso Valdivieso, el ex vicepresidente Humberto de la Calle y el ex ministro Luis Guillermo Giraldo, quienes estaban de embajadores ante las Naciones Unidas, la Gran Bretaña y Venezuela, respectivamente. Los tres han dicho que llegarán al país con el firme propósito de sacar adelante el proyecto de referendo mediante la consulta popular. “Seremos unos soldados más de la causa”, dijo Giraldo. Al campo de batalla Aunque Alfonso Valdivieso fue el primero en ofrecer sus servicios al Presidente, la verdad es que de los tres es quien tendría mayores inconvenientes para ponerse al frente del proyecto. Para nadie es un secreto que Valdivieso, a raíz de sus decisiones como fiscal general, tiene serios problemas de seguridad que hacen temer por su vida. En estas circunstancias no será fácil para el gobierno sacar a Valdivieso a la plaza pública a buscar votos en favor del referendo a pesar de que el propio ex fiscal es el más interesado en recorrer el país para buscar nuevos socios para la causa. Para el gobierno sería preferible tener al ex fiscal lejos pero seguro y no cerca pero en peligro. Pero la seguridad no sería la única razón para que el gobierno piense dos veces el regreso de Valdivieso. Luego de su renuncia a la Fiscalía General para lanzarse a la Presidencia de la República el nombre de Alfonso Valdivieso, en lugar de aglutinar, ha servido para polarizar aún más a la opinión. Los resultados de las encuestas que se hicieron en su momento demostraron que el hecho de que la mayoría de la opinión pública admirara al Fiscal no significaba que respaldaba al candidato. El caso de Luis Guillermo Giraldo también llama la atención. Giraldo ha sido uno de los parlamentarios más brillantes en los últimos años y es reconocida su capacidad como legislador y como experto en derecho constitucional. No obstante, su nombre también genera resistencia en un sector de la opinión pública que, pese a la absolución de las instancias judiciales, insiste en revivir las imputaciones efectuadas en su contra por el procurador Carlos Jiménez Gómez y que tenían que ver con presuntas acciones irregulares en el departamento de Caldas a comienzos de la década de los 80. Pero sin duda la actitud frentera de Giraldo y su poder de convicción serán fundamentales a la hora de sacar adelante la iniciativa del Ejecutivo en las urnas. El tercer oficial de campo del gobierno será el ex vicepresidente Humberto de la Calle. De los tres es el único que tiene experiencia en revocar congresistas puesto que como ministro de Gobierno de César Gaviria le tocó vivir esa experiencia en 1991. Y le fue bien. Se trató de una revocatoria sin traumatismos. A la postre De la Calle fue una de las figuras políticas más sobresalientes al liderar desde su cartera los debates de la Asamblea Nacional Constituyente. En el Congreso su nombre, aunque no genera mayores consensos, tampoco produce grandes resistencias. De hecho su nombre ha empezado a sonar como futuro Ministro del Interior, en reemplazo de Néstor Humberto Martínez, quien muy seguramente deberá separarse del cargo por la moción de censura en su contra que será debatida esta semana en el Congreso (ver recuadro). No obstante, el hecho de haber sido vicepresidente del gobierno anterior, aunque fueron públicas sus diferencias con el presidente Ernesto Samper, sirve para producir mayor polarización. ¿La torta entera? Pero más allá del papel que podrían desempeñar cada uno de los tres coroneles del gobierno en su campaña por el referendo, lo cierto es que su regreso al país ha servido para agudizar aún más la división del Partido Liberal. Si bien es verdad que el anuncio presidencial de referendo y revocatoria logró acercar a varias vertientes del partido representadas en el Congreso, el retorno de Valdivieso, Giraldo y De la Calle contribuye de forma significativa a echarle sal a la herida abierta de la división liberal. Con su regreso queda sellada la división entre los liberales oficialistas, considerados por el gobierno como amigos de las viejas costumbres políticas, y los abanderados de la nueva política liberal, quienes son miembros fundadores de la Gran Alianza. No hay duda de que la pelea ahora será por quién se queda con la mayor parte de la torta liberal y, si es posible, con la torta entera. Así las cosas, es un hecho incontrovertible que, dadas las actuales circunstancias —en las que no se vislumbra la posibilidad de tender puentes de unión en el Congreso entre el gobierno y el liberalismo oficialista—, las elecciones del próximo 29 de octubre servirán no sólo para revocar el Congreso sino para medir fuerzas acerca del verdadero poder de las distintas fuerzas internas del Partido Liberal. De quién gane o quién pierda dependerá la supervivencia misma del partido.