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La confrontación permanente del alcalde de Medellín, Alonso Salazar, lo está aislando

POLÍTICA.

Alcalde a la defensiva

Ataques de sus enemigos políticos, conspiraciones del bajo mundo y un modelo de desmovilización que está colapsando tienen al Alcalde de Medellín contra las cuerdas.

25 de octubre de 2008

A finales de la década pasada un comediante norteamericano acuñó una definición de política que parece seguir al pie de la letra el alcalde de Medellín, Alonso Salazar. Decía que se trataba de "el arte de buscar problemas". Y es que en lo que va corrido de su administración, Salazar ha tenido que librar tantas batallas de tan diverso calibre, que ha hecho que muchos en la ciudad comiencen a preguntarse si le está quedando tiempo para gobernar.

En el primer trimestre tuvo que desmentir los rumores -así fueran falsos- de que era un "alcalde borracho"; luego, un desmovilizado de las autodefensas lo demandó por abuso de poder y secuestro (investigación que aún cursa en la Fiscalía); hace algunos meses se enfrentó con el gobernador de Antioquia, Luis Alfredo Ramos, por la hidroeléctrica de Pescadero Ituango. Días después, investigadores de la Fiscalía le advirtieron de un supuesto 'complot' para revocar su mandato que estaría liderado por el ex director de Fiscalías en Medellín y hoy preso, Guillermo León Valencia. Y la semana pasada tuvo que leer un comunicado público en el cual desmentía al ex alcalde de Medellín Luis Pérez, quien afirmó en una entrevista en el diario El Colombiano que Salazar había ganado las elecciones con la ayuda del jefe paramilitar alias 'Don Berna' y que, por lo tanto, eran ilegítimas.

Este tipo de forcejeos que los políticos curtidos sortean con astucia, ha tenido especial impacto en Salazar, que no es del tipo de personas que pasan de agache ante las ofensivas. Tal vez su trayectoria como investigador y periodista que por años enfrentó la realidad tal cual es, lo ha llevado a mantener una confrontación abierta sin importar el costo político, y a abrir nuevos frentes de peleas innecesarias y que le van a afectar su gobernabilidad.

La semana pasada, por ejemplo, en medio del escándalo por las declaraciones de Luis Pérez, Salazar tomó distancia del alto comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, al afirmar que él estaba jugando a hacer política con el proceso de reinserción de Medellín. Proceso que durante su administración pareciera estar de capa caída después de que era considerado el más exitoso del país. Desde cuando comenzó la desmovilización en la capital antioqueña hace cinco años, han muerto por causas violentas 191 muchachos, de los cuales cerca de una tercera parte han caído bajo la actual administración. Además, el asesinato de Antonio López, alias 'Job'; la captura de John William López, alias 'Memín', y la entrega a las autoridades de Estados Unidos de Carlos Mario Aguilar, alias 'Rogelio', todos ellos líderes desmovilizados, han sido talones de Aquiles de un proceso que parecía ejemplar. Hoy están saliendo a flote las falencias de la desmovilización, y sus coletazos torpedean la labor del actual Alcalde. Ha sido muy sintomático que tras un nuevo round político de Salazar hay una denuncia, o una ofensiva de los reinsertados, como si se estuviera tejiendo una campaña del bajo mundo contra el funcionario.

Al ambiente enrarecido con la situación de los desmovilizados y los fuertes pulsos que ha tenido que enfrentarSalazar, se le suman los índices de criminalidad que hoy vive la ciudad. Es ahí donde los grupos de narcotráfico que aún persisten en la ciudad, y sus más encarnizados detractores políticos, parecieran tener una oportunidad para hacerle cajón a un Alcalde que llegó con un alto respaldo.

Salazar tiene un desafío gigante por delante. Hasta ahora, su estrategia parece haberle dejado más problemas que soluciones, y está urgido de cambiarla. La confrontación abierta y permanente con diferentes sectores de la vida local y nacional lo está aislando. La ciudad vive un profundo y positivo proceso de transformación, pero tiene grandes incertidumbres como el tema de la violencia de los desmovilizados.

Por eso, Salazar tiene que desplegar su inteligencia y su habilidad política para sortear las manipulaciones que contra él se están urdiendo en los bajos fondos de la mafia, capotear los embates de sus enemigos políticos y, sobre todo, demostrar su capacidad de gestión para solucionar los huecos que dejó el modelo de desmovilización paramilitar que él mismo lideró en la Alcaldía anterior.