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Alfredo Rangel y Humberto de la Calle. | Foto: Archivo Semana

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Las diferencias entre el uribismo y De la Calle

Para el senador Alfredo Rangel, las zonas de concentración para guerrilleros que contempla Humberto de la Calle son diferentes a las propuestas por Álvaro Uribe.

6 de julio de 2015

En la entrevista con Juan Gossaín, en la que el jefe negociador del Gobierno en La Habana, Humberto de la Calle Lombana, pareció sincerarse sobre el estado del proceso de paz con las FARC, hubo varias afirmaciones que no dejaron de ser sorpresivas.
 
Más allá de que admitiera que el proceso está llegando a su fin, para bien o para mal, dando a entender que el Gobierno en cualquier momento hasta podría levantarse de la Mesa, De la Calle se pronunció frente a una de las recientes propuestas de Álvaro Uribe, el dirigente político más crítico del proceso de paz.
 
Hace tres semanas, en una propuesta que para muchos fue “generosa”, Uribe formuló un rediseño del modelo de las negociaciones. Reiteró la exigencia del cese al fuego unilateral por parte de la guerrilla y para ello planteó la instalación de unas zonas de concentración mientras se desarrollan los diálogos, en las que incluso los guerrilleros podrían mantener las armas, y que el tiempo de permanencia en dichas zonas fuera conmutado o se les descontara a las condenas de cárcel para los cabecillas de la guerrilla.
 
La propuesta fue recibida bajo múltiples interpretaciones. Para unos, Uribe se estaba montando al bus de la paz. Otros, por el contrario, la calificaron como poco realista e incluso como un nuevo torpedo al proceso entre el Gobierno y las FARC.
 
Pero, por primera vez, el Gobierno se pronunció frente a ella, y en lugar de rechazarla, como se podría esperar, Humberto de la Calle la calificó de “constructiva”.
 
“Me parece sumamente constructiva. Y creo que el expresidente Uribe tiene razón. Se puede discutir si es oportuna, pero la idea que uno tiene para acabar el conflicto es que sí es necesario y realista promover esas zonas de concentración, que pueden ser para gente temporalmente armada que se someta a un proceso de dejación de armas, que es una condición esencial para que haya acuerdo y se reincorporen a la vida civil”, dijo el jefe negociador en la entrevista.
 
Sin embargo, para el uribismo las palabras de De la Calle están lejos de aceptar la propuesta de Uribe, pues el jefe negociador las interpreta de una forma muy diferente, y es que las admite como un mecanismo de verificación en caso de un cese bilateral al fuego, que aunque el Gobierno había aclarado que sólo se produciría al final de la firma de un acuerdo, De la Calle abrió la posibilidad de que dicho cese bilateral se pudiera decretar antes de la firma de la paz.
 
Así lo explica el senador Alfredo Rangel, vocero en el tema de paz del uribismo y quien en diálogo con Semana.com consideró que las declaraciones de De la Calle generan una mayor confusión.
 
“De esa entrevista podemos deducir que el Gobierno y los negociadores están dispuestos a acceder a un cese bilateral antes de la firma de los acuerdos, pese a que el presidente Santos había advertido que no habría tal cese. (De la Calle) no es claro en señalar que eso implicaría la concentración de las tropas de las FARC en las condiciones que ha planteado el Centro Democrático”, explica Rangel.
 
Para el senador, las llamadas zonas de concentración propuestas por Uribe están en el marco de la exigencia del cese unilateral a las FARC, principal condición que el expresidente ha planteado para reorientar el proceso de paz.
 
El sitio de concentración, según Uribe, sería una fórmula para vigilar que las FARC cumplan con el ese cese al fuego unilateral. Podría ser de una extensión prudente, que no se establezca en zona de frontera ni que coincida con áreas estratégicas para la economía, y carente de población civil. En ellas se les podría buscar una fuente de sustento, para que pierdan su financiación en el narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión.  
 
Uribe también propone que el tiempo de concentración por descontarse de las condenas de cárcel a los cabecillas, y que durante esa etapa de concentración las FARC podrían mantener las armas, las cuales serían entregadas y destruidas en el momento de firmar el acuerdo final.
 
En eso radica la diferencia. Mientras para Uribe debe ser como parte de la verificación de un cese al fuego unilateral, De la Calle, según el uribismo, las admite como un escenario posterior a un cese al fuego bilateral.  “Nunca hemos hablado de cese bilateral porque es ilegal, inconstitucional e impracticable. Hemos hablado de cese unilateral con concentración en zona del país con todos sus hombres antes de la firma de un acuerdo. Las negociaciones se deben dar no en medio del terrorismo, sino en un ambiente de seguridad”, dice Rangel.
 
Para el senador uribista, la entrevista del jefe negociador se debe interpretar como la “confesión” de parte de De la Calle de que el modelo de negociar “en medio de las bombas” ha fracasado. “Lo advertimos desde el primer momento, eso era fórmula de fracaso y por eso ahora tratan de ajustar los diálogos de paz con una propuesta ambivalente que implicaría cese bilateral”.
 
Además, Rangel asegura que la historia del país ha demostrado que  los procesos de paz exitosos que se han llevado a cabo en Colombia –con el M-19, el EPL y el PRT– ha habido una concentración de los guerrilleros anterior a la firma de los acuerdos de paz. En cambio, con los intentos fallidos –en Caracas, Tlaxcala y el Caguán– la guerra se mantuvo mientras se dialogaba. “Lo que está pasando es lo previsible –dice–. Se está acabando la confianza de la opinión pública”.
 
En la entrevista de De la Calle hubo otro asunto que no dejó de preocupar al uribismo: el jefe negociador dijo que el país debe prepararse y abrir la mente para aceptar la participación de las FARC en política. El uribismo no se opone, pero Rangel asegura que la posición del partido es que sólo los guerrilleros que no sean responsables de delitos atroces podrían tener vocería política, pero en las mismas condiciones que los partidos políticos legalmente constituidos.
 
Es decir, el uribismo considera que las FARC deben ganarse en las urnas los espacios de representación política, mientras el jefe negociador del Gobierno considera que se les debe entregar directamente, por lo menos en una etapa de transición.