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| Foto: Archivo SEMANA

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El aberrado sexual que es capo del Clan del Golfo

Esta es la foto más reciente y la historia de Gavilán, uno de los jefes narcos de la banda que ordenó asesinar policías por la espalda y que ha violado decenas de niñas de 10 años de edad.

19 de mayo de 2017

En los últimos días la opinión pública ha escuchado en los medios mencionar constantemente un alias: Gavilán. Y no es para menos. Este hombre cuyo nombre real es Roberto Vargas, es uno de los jefes narco terroristas de la banda conocida como el Clan del Golfo.

Y es el principal responsable de ordenar y contratar a decenas de sicarios para asesinar a sangre fría y por la espalda a policías desarmados en un acto cobarde conocido como plan pistola.

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Desde la muerte de alias Pablito, su lugarteniente de mayor confianza el pasado dos de mayo en una acción de grupos élite de la operación Agamenón, ordenó esta venganza mafiosa al estilo Pablo Escobar contra la Policía.

Hasta el jueves el saldo oficial era de 10 uniformados asesinados, 36 más heridos y una docena de estaciones y CAI atacados en nueve departamentos. ¿Pero quién es este mafioso del Clan del Golfo?

Su nombre salió por primera vez a la luz pública en enero de 2011, cuando ordenó asesinar a dos estudiantes de la Universidad de los Andes cerca de San Bernardo del Viento, Córdoba. Lo hizo simplemente porque estaban cerca de un punto donde iba a embarcar toneladas droga. Gavilán, sin embargo, lleva más de 20 años en el mundo del hampa en donde ha escalado a sangre y fuego.

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Cuando tenía 16 años de edad hizo parte de las filas del EPL en su natal Urabá. Al desmovilizarse esa guerrilla entró en 1995 a formar parte de las nacientes AUC de Carlos Castaño. Gracias a su perfil sanguinario y extremadamente violento, militó en varios bloques paramilitares en donde se encargó de perpetrar atroces crímenes que generaron desplazamientos masivos. En 2005 se desmovilizó como parte del bloque Sinú. Un año más tarde, de la mano de Daniel Rendón, alias Don Mario, entró a formar parte de la naciente banda criminal de los Urabeños. En 2012, tras la muerte de alias Giovanny, hermano de Otoniel y segundo al mando de la organización criminal, fue nombrado jefe militar del grupo.

En enero de ese año, Gavilán ordenó un paro armado que paralizó tres departamentos en la costa Atlántica como retaliación por la muerte de alias Giovanny. Y repitió esa estrategia en 2016 cuando sus sicarios impidieron abrir el comercio o los colegios en cerca de 20 municipios de Córdoba y Sucre. Esto como consecuencia de la muerte también durante una operación policía de alias El Negro Sarley, uno de  los capos más importantes de esa organización criminal.

Con 17 órdenes de captura en su contra, Gavilán es conocido por su facilidad para apretar el gatillo y, especialmente por sus aberraciones sexuales. En una amplia zona de Urabá obliga a niñas menores de edad, entre 8 y 15 años, a sostener relaciones con él.

Si ellas o sus familias se oponen, las asesina. De allí el inmenso temor que le tiene la población civil. Esa mezcla de miedo sumada a una gran capacidad para corromper autoridades locales, fuerza pública, fiscales y jueces, le ha permitido escapar varias veces de las operaciones en su contra.

El año pasado parecía que la suerte se le estaba acabando y estuvo cerca de caer en una operación de la fuerza pública. De hecho en noviembre le escribió una carta a su jefe, alias Otoniel, para contarle que se salvó milagrosamente de un bombardeo en el que murieron 12 de sus lugartenientes.

En 2016 cayó en otra operación uno de sus mayores tesoros, escondido bajo la tierra. Se trataba nada más y nada menos que de 9,2 toneladas de cocaína empacada y lista para exportar a México. El valor del cargamento alcanzaba los 250 millones de dólares. Se trató del mayor decomiso de droga en la historia reciente del país. También fue el mayor alijo incautado a un solo hombre. Normalmente alcanzar semejantes cantidades de droga solo es posible cuando varias organizaciones o narcos se unen y cada uno aporta una parte del cargamento. En ese caso todo era de Gavilán.

Ese decomiso ocurrió el 15 de mayo. Después de varios meses infiltrado en la organización de este narco, un agente de inteligencia de la Policía logró ubicar la caleta escondida bajo el suelo de un humilde rancho cerca del municipio de Turbo, Antioquia. El infiltrado vio cómo semanalmente llegaban pequeños cargamentos de 100 y 200 kilos que eran almacenados en la caleta. Cuando el capo alcanzó la meta de droga que prometió a sus socios mexicanos y estaba a pocas horas de embarcarla, el agente de inteligencia avisó a sus superiores. Tres helicópteros Black Hawk y cerca de 20 comandos Jungla llegaron al sitio y realizaron la histórica confiscación. Las consecuencias del golpe no se hicieron esperar.

La embajada de Estados Unidos en Colombia confirmó en ese entonces que tras esa operación, varias agencias antidrogas y de inteligencia de ese país consolidaron información que señalaba que Gavilán había puesto en marcha un plan para asesinar a los generales responsables no solo de ese decomiso sino de la Operación Agamenón. Lo mismo sucede desde hace tres semanas. Nuevamente ordenó y ofrece dos millones de pesos a sus sicarios para asesinar policías

Si bien es alarmante la cifra de policías asesinados por el aberrado narcotraficante Gavilán, la fuerza pública ha respondido al ataque. Hasta anoche 10 de sus sicarios murieron en enfrentamientos y otros 67 han sido arrestados en las últimas dos semanas. Al igual que con Pablo Escobar es cuestión de tiempo para que estado termine por someter a este bandido.