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Un niño corre para ver a la delegación que declara el Tarapoto un lugar protegido. Tatiana Jaramillo/SEMANA | Foto: SEMANA

MEDIO AMBIENTE

Lagos de Tarapoto, el corazón del Amazonas que Colombia decidió proteger

SEMANA estuvo en Puerto Nariño, donde el complejo de lagos de Tarapoto fue declarado el primer humedal Ramsar de la Amazonia colombiana. Así es un día en la mágica selva.

Tatiana Jaramillo
19 de enero de 2018

Desde la ventana del avión, el río Amazonas se ve imponente y poderoso. En el aire, las curvas del río más caudaloso del mundo se entrelazan ondeantes en medio de una selva infinita. Basta apenas mirar de reojo para entender la magia que se mezcla en sus aguas, nutridas por más de 1.100 afluentes y que conforman el río más largo del mundo, capaz de inspirar el nombre del mayor bosque tropical que le queda al planeta. 

El grupo que viaja en esa aeronave tiene el privilegio de presenciar cómo Colombia le echa llave a uno de los paraísos más importantes de la biodiversidad de su selva. Se trata de los lagos de Tarapoto, un complejo de 22 cuerpos de agua que fueron declarados como el primer sitio Ramsar del departamento del Amazonas.  

Sobrevolar ese manto verde que lo resguarda significa viajar por los cielos durantes horas sin poder ver dónde termina. El río se divide en diferentes ramificaciones y a la orilla cada una de ellas se ve como la vida se levanta.

Decenas de personas salieron de sus casas para ver el aterrizaje del helicóptero en el que viajaba el presidente Juan Manuel Santos y la delegación de funcionarios y científicos que lo acompañaban. Los niños corrían de un lado a otro para saludar a los pasajeros y los adultos invitaban a conocer su municipio, Puerto Nariño, un lugar tan pintoresco que por décadas ha sido llamado el pesebre de la selva. 

La entrada a Puerto Nariño es por un puente de madera que comunica el muelle con una de las calles principales. Ese pequeño trayecto está rodeado de árboles de diferentes verdes, de flores y de aves de todos los colores que no paran de cantar. El lugar se precia de ser uno de los pocos del mundo con cero emisiones de dióxido de carbono. Por sus vías no transitan ni carros, ni motos, el único vehículo es el tractor que pasa a recoger la basura.

Cerca de las 9 de la noche, la alcaldía habilita señal Wi-Fi y por un momento los cerca de ocho mil habitantes se conectan con las noticias del país. El resto del día, Puerto Nariño es un lugar aislado del universo digital. Sus habitantes cuentan que se vive bien, se come rico y la seguridad no es una preocupación pues siempre hay nueve policías pendientes.

El día es especial en Puerto Nariño. El gobierno llegó para incluir en la Lista Mundial de Humedales de Importancia Internacional Ramsar, los lagos de Tarapoto, vecinos de la cabecera del pueblo. El lugar está de fiesta.  

Brenely, de 13 años, se despertó a las 5 de la mañana para alistarse. La expectativa la había acompañado toda la semana y estaba lista para bailar en frente de su comunidad. Su mamá le trenzó el pelo y la acompañó al colegio a encontrarse con sus compañeros. Las clases todavía no comienzan, pero el grupo de danza se reúne desde el lunes para ser parte de esta celebración.

Debajo de su traje de cumbia tiene uno de mapalé para cambiarse en la mitad de la presentación, pues harán una combinación de bailes. “Queríamos hacer algo diferente, mostrar que aunque nuestra cultura es indígena conocemos toda Colombia” dice María del Carmen, su profesora de danza.

Los lagos de Tarapoto están a 10 minutos en lancha de Puerto Nariño y dentro del resguardo indígena Ticoya. Es un lugar común para ir a pasar el día, “nos vamos por la mañana, visitamos a la comunidad que vive cerca, nadamos un rato y volvemos en la noche” dice Carlos, de 12 años, uno de los más emocionados asistentes.

La ubicación estratégica de los lagos de Tarapoto y el hecho de que sus aguas son tranquilas, las convierten en el lugar ideal para la reproducción de la fauna. Es común ver crías de delfines rosados o manatíes nadando allí tranquilamente y aunque llevan años estudiando, aún no se sabe cuántas especies han hecho de este lugar su hogar.

Se sabe que en los cerca de 30 lagos que comprenden el complejo habitan más de 244 especies de aves, 201 de mamíferos, 176 de peces, 57 de anfibios y 30 de reptiles. Es sin duda uno de los lugares más ricos en biodiversidad y las comunidades indígenas se han encargado de que se así se mantenga.

“Yo prefiero no nadar allí” confiesa Paula, también de 12 años, “los abuelos dicen que los delfines rosados se llevan a las niñas si tienen la menstruación, así que me quedo en la barca o en la orilla porque me da miedo”

Con la declaratoria del lugar como Ramsar el gobierno colombiano se compromete a adoptar las medidas necesarias para proteger y conservar el ecosistema del lugar. “Aquí ya nadie va a poder venir a arrasar con esta riqueza. Tiene una garantía, un sello de protección internacional”, declaró el presidente Santos.

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El complejo de Tarapoto se convirtió entonces en el noveno humedal de esta categoría en el país y con él se llegó al millón de hectareas de humedales protegidos. Esto permitirá que aumente la investigación en el lugar, así como el turismo ecológico.

El proceso para lograr que el complejo fuera declarado Ramsar duró cerca de 15 años y no hubiera sido posible sin la ayuda de la fundación Omacha, la Universidad Nacional, la WWF y Corpoamazonía, quienes se aliaron con el gobierno para demostrar que el complejo cumplía con los requisitos necesarios y la comunidad a su alrededor estaba dispuesta a protegerlo.

La multitud se disipa cuando termina el evento. El calor lleva a los turistas a buscar refresco y lo encuentran en helado de copoazú. “Hecho con agua tratada” dice el letrero a la entrada de la tienda que lleva más de 15 años produciéndolos.

La comitiva presidencial llena el lugar mientras la dueña explica que por el momento no hay helado de Açai, pues la fruta está todavía muy verde. Algunos turistas extranjeros se acercan a ver de qué se trata el alboroto y descubren al presidente comiendo helado. “Definitivamente cosas que solo pasan en Colombia” dice Mark, un turista Alemán que disfrutaba de su último día en el país.

Una lluvia repentina obliga a la multitud a buscar resguardo mientras el helicóptero aterriza a la orilla del río. Los niños prefieren mojarse a perderse el momento en el que las aguas tranquilas se llenan de olas por el movimiento de las hélices.

En este rincón de esa Colombia desconocida se juega el futuro del planeta. La amazonía aporta a la humanidad el 20 por ciento de su agua dulce y es el mayor estabilizador del clima del continente americano. Una de cada diez especies que pueblan el mundo viven allí. Sin embargo, el hombre arrasa con ese bosque a ritmos alarmantes. Según el proyecto Amazonas 2030, si se sigue la tendencia de deforestación actual, dentro de doce años quedaría solo el 45% del bosque amazónico tal como lo conocemos hoy.

La magnitud de ese complejo de árboles centenarios y especies feroces fascina a la humanidad. Como explica el expedicionario Wade Davis en su último libro, 
Los guardianes de la sabiduría ancestral, “al fin y al cabo es la más grande expansión terrestre de vida tropical que existe en el mundo, un bosque pluvial aproximadamente del tamaño de los cuarenta y ocho Estados Unidos contiguos, un manto de riqueza biológica tan dilatado como la cara de la luna llena”.