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¿América Latina sigue teniendo importancia?

El profesor Abraham Lowenthal, director de Diálogo Interamericano y autor del libro "La convivencia perfecta: los Estados Unidos y América Latina" comenta en el siguiente ensayo exclusivo para SEMANA l...

16 de julio de 1990

Con los rápidos cambios de la geopolítica, y en particular por las drásticas reformas que se llevan a cabo en la URSS y la súbita desintegración del imperio soviético, muchos analistas que han mirado al hemisferio occidental en terminos de la Guerra Fría, sugieren ahora que América Latina se está convirtiendo en un continente virtualmente irrelevante para los Estados Unidos.
La verdad, sin embargo, es que lo que esta sucediendo en América Latina hoy afecta sustancialmente a los Estados Unidos, y lo hará aún mucho más en los años por venir. América Latina podría ser cada vez más significativa en un transformado contexto mundial que permitirá, y de hecho requerirá, una mayor atención hacia las preocupaciones internas del pueblo norteamericano.
La importancia de América Latina para los Estados Unidos se deriva hoy del tamaño y la proximidad de la región, y de su grado de interconexión y hasta interpenetración con este último país. La seguridad militar de EE.UU. en el sentido más estrecho, no está seriamente amenazada por un ataque directo en el hemisferio. Pero esa seguridad en un sentido amplio -la capacidad para proteger el bienestar individual y colectivo de los ciudadanos del país- se verá influenciada en forma significativa por América Latina precisamente porque la región es tan cercana y grande, tiene gran crecimiento demográfico, es demostradamente capaz del crecimiento económico, y especialmente porque ya está intensamente entrelazada con los Estados Unidos.
La posible preeminencia de América Latina para los Estados Unidos en los 90 se derivará de su impacto económico, la influencia de las migraciones, la capacidad de la región para enfrentar problemas compartidos, y su poder para proyectar valores fundamentales en el corazón de la sociedad norteamericana, especialmente el respeto por los derechos individuales.
Desde el punto de vista económico la importancia de América Latina como mercado de exportación para los Estados Unidos podría crecer fuertemente en los años 90. Uno a uno, algunos países latinoamericanos están comenzando a emerger de la recesión de los 80. Si la región como un todo puede superar su depresión inducida por la deuda, podría tener una oportunidad de recobrar las altas ratas de crecimiento económico sostenidas desde la II Guerra Mundial hasta los años 70. La transformación industrial que ocurrió en América Latina durante ese período fue comparable en amplitud y ritmo con la que ocurrió en Estados Unidos de 1890 a 1914, y produjo una rata de crecimiento regional del doble de la que tuvo este último país de 1950 al final de los 70. El crecimiento demográfico latinoamericano también ha sido rápido. Si al comienzo de los 50 tenía aproximadamente la misma población de los Estados Unidos, ahora tiene un 65% más gente que ese país y tendrá casi el doble de habitantes hacia el fin del siglo.
Tomados en su conjunto, esos hechos explican en buena medida, porqué América Latina fue el mercado de exportación de crecimiento más rápido para los productos norteamericanos en los años 70. Las compañias norteamericanas todavía tienen algunas ventajas comparativas en los mercados latinoamericanos, derivadas de la proximidad, la familiaridad, los vínculos de comunicaciones, los servicios financieros y la penetración cultural. Si las economías latinoamericanas pueden reanimarse, podrían absorber mayor número de exportaciones de Estados Unidos en una época en la que la recuperación de la competitividad en los mercados será uno de los desafíos principales para este último país.
América Latina podría continuar también siendo un área significativa para las operaciones bancarias de EE.UU., no a los niveles frenéticamente altos que se produjeron en los 70, cuando los bancos comerciales reciclaron petrodólares en el hemisferio occidental, pero sí a un nivel tan alto como para marcar una diferencia grande en el desempeño de algunos bancos -centros de dinero- claves.
La segunda y creciente importancia de América Latina para Estados Unidos se deriva de la migración masiva y sostenida proveniente en especial de México, el Caribe y América Central. Más de 20 millones de personas de ascendencia hispanica viven hora en Estados Unidos, y los latinos forman el grupo étnico o cultural de mayor crecimiento en el país. El flujo de inmigrantes hacia Estados Unidos, constante durante una generación a pesar de la legislación restrictiva, refleja tanto factores de empuje presentes en los países de origen, como factores de atracción de una economía norteamericana que requiere mano de obra barata y que por razones demográficas podría necesitar aún más trabajadores inmigrantes en la próxima década. Más de la mitad de los estudiantes de escuelas públicas del condado de Los Angeles y de cuatro estados del sudoeste son de ascendencia Latina. Más del 10% de la población de América Central huyó de la región durante los violentos años 80, la mayoría para terminar en Estados Unidos. Y el influjo desde el Caribe ha sido incesante: desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, más de 5 millones de personas de las islas del Caribe han llegado al territorio continental de EE. UU., lo que equivale a una de cada ocho personas nacidas en esa región.
Esas migraciones masivas están afectando a Estados Unidos de mil maneras, dando nueva forma a educación, empleo, salud pública, negocios, política, cultura, tradiciones y hasta cocina. Las comunidades inmigrantes de México, América Central y el Caribe están destinadas a influenciar el modo como Estados Unidos concibe su participación en las condiciones sociales, económicas y políticas del hemisferio y el modo como se relaciona con los países de origen.

América Latina también es importante para Estados Unidos hoy, porque los problemas de mayor entidad que enfrenta este país, no pueden ser resueltos sin la cooperación sustancial y estrecha de las naciones del hemisferio occidental. El ejemplo más dramático son los narcóticos. Los países de América Latina producen o transportan al menos el 80% de la cocaína y el 90% de la marihuana que entra a Estados Unidos. Aunque el flagelo de la droga no puede ser enfrentado, a menos que la demanda en Estados Unidos sea reducida drásticamente, los programas de acción no tendrán éxito sin otros que erradiquen y sustituyan los cultivos y aumenten la represión en Bolivia, Colombia, México y Perú. Y hay otros asuntos vitales de los años 90 en los que la cooperación de América Latina podría muy bien marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, la protección ambiental, el desarrollo y manejo de recursos, incluída la provisión de fuentes aseguradas de energía, la lucha contra el terrorismo, la prevención contra el sida y otras enfermedades, y el freno a la prolireración nuclear.
Finalmente, las posibilidades de preservación de valores intrínsecos de la sociedad de EE.UU.- parlicularmente el respeto por los derechos humanos fundamentales- serán afectados significativamente por las condiciones existentes en todo el hemisferio. Como nación comprometida con la libertad, la igualdad y el respeto por el individuo, Estados Unidos no puede condonar cómodamente y mucho menos inducir la represión en una región tan conectada histórica y culturalmente con su propia sociedad, y donde la influencia norteamericana ha sido y continúa siendo importante. Dondequiera que los gobiernos de América Latina se basen más en la fuerza que en el apoyo de su pueblo, y dondequiera que haya violaciones significativas de los derechos humanos en América, aquellos que tomen en serio la herencia norteamericana deberán poner de nuevo a América Latina en la mira de la política de relaciones exteriores de Estados Unidos.
Esos cuatro aspectos principales en que América Latina tendrá importancia para Estados Unidos en los años 90 tienen tres implicaciones claves para la formulación de las políticas de EE.UU.
Primero, ellas sugieren que Estados Unidos debería reconocer, y probablemente reconocerá, que tiene un interés objetivo en las realidades económicas, sociales y polílicas de América Latina. En una época anterior cuando lo que importaba para Estados Unidos en el hemisferio occidental era principalmente obtener bases militares, preservar el acceso a materias primas, proteger las inversiones de las compañías de EE.UU. y asegurar el apoyo diplomático a gobiernos-clientes, el gobierno de Estados Unidos podía darse el lujo de ser insensible acerca de las condiciones internas en América Latina, de ignorar la inequidad y la pobreza y hasta de hacer la paz con dictadores repugnantes. Pero si lo que preocupa a Estados Unidos sobre América Latina es la capacidad de sus países para comprar productos estadounidenses y pagar los préstamos de sus bancos, el ritmo y naturaleza de las migraciones, las posibilidades de cooperación sostenida y efectiva en graves problemas comunes como las drogas y el entorno, y la protección de derechos humanos fundamentales entonces Estados Unidos deberá interesarse positivamente en las condiciones internas subyacentes de la región.
Segundo, este marco sugiere cuáles países de América Latina deberían ser de mayor importancia para Estados Unidos y porqué. La relación con México es de extraordinaria importancia, porque México tiene alto puntaje en todas las cuatro dimensiones que preocupan a EE. UU. Brasil -un megapaís de casi 150 millones de personas y la novena o décima economía en el mundo- tiene poca significación para Estados Unidos en el terreno demográfico pero es de considerable importancia en todos los demás criterios. Los países andinos, al menos por un tiempo, tendrán gran prominencia para Washington debido a las drogas y el deterioro sociopolítico que se relaciona con ellas y sus efectos consiguientes sobre Estados Unidos. Venezuela tendrá alguna importancia, primeramente por sus vastas reservas de petró1eo y gas. Las islas del Caribe (incluído Puerto Rico) y hasta alguna extensión los países de América Central tendrán una importancia superior a su tamaño, derivada del alto grado de interpenetración que ha sido causada por la migración constante y masiva. A la inversa, en los 90, Estados Unidos podría percibir que él mismo está menos de por medio en el resultado de las guerras civiles de América Central que lo que se pensaba en los 80.
Tercero, los aspectos cruciales de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos serán cada vez más "interdomésticos", esto es, involucrarán aspectos y actores tanto internacionales como domésticos. Comercio, inmigración, control de narcóticos, desarrollo de recursos, protección del medio ambiente y la salud pública requerirán todos ellos un manejo complejo que incluirá la participación activa no sólo de muchas dependencias ejecutivas sino del Congreso, las autoridades locales y estatales, las corporaciones y sindicatos, y de muchas otras organizaciones no gubernamentales. La línea divisoria entre la política doméstica y la política para América Latina, en consecuencia, será difícil de definir en los 90. Lejos de hacerse irrelevante, los problemas y las oportunidades de América Latina serán, en forma creciente, norteamericanos también.