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Ana Fabricia Córdoba fue asesinada el 7 de junio del 2011, en un bus en Medellín. | Foto: SEMANA

MEMORIA

La desgracia de la familia de Ana Fabricia Córdoba

Carlos Arturo Ospina, hijo de la líder comunitaria, es el quinto integrante que es asesinado.

3 de febrero de 2014

La familia de Ana Fabricia Córdoba ha sido perseguida desde los 90, varios de sus integrantes han sido asesinados, han tenido que desplazarse en más de 10 ocasiones y han padecido en carne propia la violencia generada por los paramilitares y por los guerrilleros.

A pesar de que su caso es conocido y han denunciado durante estas décadas los vejámenes, los asesinatos todavía no cesan. Ahora, la nueva víctima es Carlos Arturo Ospina Córdoba, uno de los cinco hijos que tuvo Ana Fabricia con su esposo Delmiro.

Al joven de 22 años lo mataron el pasado 1 de febrero con cuatro disparos. Los hechos ocurrieron en el sector de El Naranjal, en Medellín. La Policía Nacional ha descrito que el lugar donde fue asesinado era un expendio de estupefacientes, pero diferentes personas aseguran que el hijo de la líder comunitaria trabajaba en un lavadero de carros. 

Además, los hijos que quedan de la familia Ospina Córdoba han denunciado las amenazas recibidas desde hace años, incluso se exiliaron durante un tiempo. A pesar de ello, el general Rodolfo Palomino, director de la Policía, indicó que la institución no conocía de las intimidaciones dirigidas a Carlos Arturo. 

Asesinatos gota a gota

Pero el joven no es el primero de la tenebrosa lista en la que ha estado su familia. Delmiro Ospina, papá de Carlos Arturo y el primer esposo de Ana Fabricia, fue asesinado el 12 de agosto de 1995 en Chigorodó (Antioquia) junto a su hijo Carlos Mario, de 13 años. La razón eran las ideas políticas que movían al grupo familiar.

Ana Fabricia llegó a Urabá cuando era una niña. Ella y sus padres abandonaron Tibú (Norte de Santander) por las disputas entre liberales y conservadores. A finales de los 80, uno de sus hermanos comenzó a participar en el movimiento Unión Patriótica e incluso fue concejal de ese partido político en Apartadó. Mientras tanto, Ana Fabricia ejercía como líder comunitaria.

En medio de sus disputas sociales, los paramilitares que comandaban en Urabá asesinaron a dos de sus familiares: el esposo y uno de los hijos. Durante seis años, Ana Fabricia se negó a mudarse de casa, pero el peligro comenzó a agudizarse tanto, que la líder comunitaria se desplazó hacia Medellín. 

Inicialmente vivió en la Comuna 13, pero también tuvo que irse por los conflictos entre las FARC y el ELN. Dos sacerdotes le ayudaron a conseguir un hogar en La Cruz, zona noroccidental de la ciudad. Allí conoció a su primer novio después del asesinato de su esposo, pero el noviazgo no duró demasiado porque él murió en un atentado dirigido a ella. 

En respuesta, Ana Fabricia se dedicó mucho más a su trabajo de líder del barrio. En el 2008 fundó la organización Líderes Adelante por un Tejido Humano de Paz (Latepaz) y era una de las integrantes de la Ruta Pacífica de las Mujeres, una iniciativa femenina que busca la solución negociada al conflicto. 

Desde su posición de líder denunció posibles vínculos entre la Policía y grupos ilegales, declaraciones que le causaron varios problemas. Ana Fabricia estuvo presa durante dos meses al ser señalada de pertenecer a las FARC. Pero las acusaciones no tuvieron fundamento y recuperó su libertad.

En otra ocasión, la casa recibió varios impactos de bala mientras ella estaba con su pareja, un hombre argentino. Aunque ninguno de los dos murió en el atentado, él prefirió abandonarla. Ana Fabricia siguió viviendo en el mismo barrio con los cuatro hijos que le quedaban. 

La pérdida del segundo hijo

A pesar del peligro inminente en el que estaba Ana Fabricia, ella continuaba con sus denuncias públicas hasta que concentró todas sus fuerzas en un caso especial. A su hijo Jonathan Arley, de 19 años, lo mataron en noviembre del 2010. La líder comunitaria sostuvo hasta el último día de vida que los culpables eran policías. 

“Llegó un muchacho Julián Andrés del mismo barrio y le dijo: ‘Jonatan su mamá te mando unas cositas’ y esperando dizque lo que yo le mandaba... Qué tristeza, es inhumano.... Lo coge la patrulla de la policía de La Cruz, la 133084, cogen a mi hijo y me lo monta el teniente ahí y dos hombres de civil (...) ellos me lo iban a pasar por ‘falsos positivos’ pero no les di tiempo porque me moví en la Procuraduría y la Defensoría desde muy temprano con mis amigas (...) ¡Qué dolor tan grande!”, dijo Ana Fabricia días después del asesinato de su hijo. 

Con 52 años, la líder comunitaria siguió investigando qué había pasado con su hijo, a pesar de las amenazas que recibía. “Me matan a mis dos pelados y me violan a mi hija. Me tocaba hablar porque se metieron con mis dos hijos y uno entrega la vida por sus hijos”, relató la líder comunitaria en ese momento. Pero el 7 junio del 2011 una de las intimidaciones se hizo realidad y Ana Fabricia fue asesinada de un solo tiro en el bus en el que se transportaba.

Después de lo ocurrido, Diana Ospina, de 28 años en ese momento y la hija mayor, denunció que ella y sus dos hermanos seguían siendo amenazados. Por ello, se exilió junto a Carlos Arturo y Carolina, quienes para el 2011 tenían 18 y 12 años, respectivamente. 

Tiempo después, regresaron a Colombia y la Unidad de Víctimas los acomodó en un albergue hasta que consiguieron casa en la Comuna 13. Pero la relativa calma familia no duró mucho tiempo y el asesinato de Carlos Arturo enciende de nuevo las alarmas. 

Antes de morir, Ana Fabricia expresó que querían acabar con su familia. Ahora, de los siete parientes que eran, sólo están vivas dos mujeres.