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| Foto: Guillermo Torres

ENTREVISTA CON MARÍA JIMENA DUZÁN

"Acabar condenado por servir al país es muy duro"

Andrés Camargo, antiguo director del Instituto de Desarrollo Urbano, habla de lo que significa haber sido condenado por la Corte Suprema de Justicia por el escándalo de las losas de TransMilenio.

5 de julio de 2014

MARÍA JIMENA DUZÁN: La Corte Suprema de Justicia dejó en firme la condena en su contra que lo sentenció a cinco años de prisión por el escándalo de las losas de TransMilenio en la autopista norte. Su condena sorprende porque supera incluso a la de varios de los funcionarios vinculados al carrusel de la contratación. ¿Cómo recibió esa decisión?

ANDRÉS CAMARGO: Lo que más me duele es que la Corte Suprema de Justicia decidió no aceptar la casación. Y al no querer estudiar de fondo mis argumentos, perdí la posibilidad de defenderme y quedó en firme el fallo en segunda instancia del Tribunal de Bogotá que me había condenado a cinco años de prisión y a pagar por perjuicios 108.000 millones de pesos. ¡Esa cuantía es más de tres veces el monto del costo total de la obra de TransMilenio en la autopista norte! Yo le confieso que esperaba que la Corte aceptara la casación. Me hacía ilusión como funcionario público honesto que fui, que no me he robado un peso y que no le debo nada a nadie, que la Corte se pronunciara a fondo sobre mi caso. Me tiene muy golpeado que haya decidido no decidir y considero que se vulnera mi derecho fundamental a la defensa. 

M. J. D.: Pero sí hubo unos serios problemas con las losas de TransMilenio…

A. C.: Hubo problemas de índole técnica, es cierto. Pero convirtieron un debate técnico en un asunto penal. A mí me condenan porque la Justicia dice que yo sabía que el material de las losas era malo y porque acepté que alguien que no fui yo hiciera unos pliegos incompletos que permitieron el cambio en el material de las losas. Eso es tan absurdo como decir que yo como ministro de Educación sé que hay un jardín infantil que le da una sopa envenenada a los niños que vende una multinacional de sopas.  Pues si yo sé que la sopa está envenenada no permito su venta en el colegio... y si yo sabía que el material de las losas era malo, ¿para qué iba a ponerlo?  

M. J. D.: Usted dice que pudo haber una equivocación de tipo técnico que fue llevada al ámbito penal. ¿Por qué lo dice?
 
A. C.: Es posible que mi equipo se hubiera equivocado. Pero si metieron las patas nunca metieron las manos y eso lo dice el fallo que deja en claro que no hubo ningún desvío de dineros públicos. Sin embargo ese mismo fallo dice algo que a mí me ha sorprendido: que no es necesario probar el ilícito para que haya un delito. Es decir, que no hay que robarse la plata para cometer un delito. Basta con equivocarse. Si esto llega a hacer carrera, todo funcionario que ejecute en Colombia se va a ir conmigo a la cárcel. Se van a llenar las cárceles de funcionarios capaces o en su defecto, la administración pública se va a convertir en un monstruo inmóvil donde nadie se va a atrever a ejecutar por temor de ir a la cárcel. 

M. J. D.: Y resulta aún más absurdo que mientras el carrusel de la contratación sigue sin ser expuesto por la Fiscalía, a usted le sigan abriendo nuevas investigaciones, algunas de las cuales van muy avanzadas.  

A. C.: Mientras estuve al frente del IDU en la administración de Enrique Peñalosa hice 1.600 obras, 17 puentes, diez troncales y se ejecutaron 2,6 billones de pesos en obras, en solo tres años y sin una sombra de nada. Nunca a nadie lo invitaron a una reunión en un hotel ni tampoco ningún pariente mío tuvo que ver con ninguna licitación. Establecimos cláusulas de transparencia como aquella de que los anticipos de obras solo se podían entregar contra obras realizadas y no como se hizo después. Aplicamos la ley y lo hicimos de manera honesta. Sin embargo, de pronto, la Fiscalía decidió investigar todo lo de TransMilenio y me salieron cinco investigaciones. La primera, la de la 80 la gané, a pesar de que estuve en la cárcel durante cuatro meses, de manera preventiva porque algún fiscal dijo que yo me iba a volar del país. Finalmente la Fiscalía decidió archivar la investigación. Ahora me condenan por las losas de la autopista, sin haberme robado un peso. Y cuando hay sangre en el agua, pues los tiburones empiezan a aparecer por todas partes. A veces tengo la impresión de que en Colombia se volvió mejor ser un bandido. Uno llega al puesto, se roba la plata, confiesa y le dan una pena irrisoria. Y se fue tranquilo con la plata. Yo no he podido entender cómo es que los cómplices en el asesinato de Andrés Escobar tienen penas menores que las que me han impuesto a mí. Jamás me imaginé que iba a tener que llegar hasta la Corte Suprema de Justicia. He sido una persona honesta, no he hecho en mi vida nada más que trabajar, y estar respondiendo año tras año por algo que no hice, siempre ad portas de la cárcel, es muy injusto. 

M. J. D.: ¿Y a lo largo de su  calvario ha tenido el apoyo de sus amigos, de Enrique Peñalosa?

A. C.: He tenido en realidad una solidaridad de la gente, de la que me conoce y me siento bendecido por eso. Obviamente Enrique siempre ha estado ahí, pero uno esperaría más apoyo de él. En realidad este drama lo he manejado con el apoyo de mi mujer, mis tres hijos pequeños, mis papás, mis amigos  y Dios. Soy un hombre creyente. 
 
M. J. D.: Prácticamente ha trabajado estos últimos años para pagar a sus abogados. ¿Cómo lo ha hecho?

A. C.: Los últimos 15 años de mi vida, todos los sueldos que me he ganado se han ido en abogados para defenderme de una cosa que yo ni siquiera hice. Cuando uno entra a un cargo público como yo, lo hace con honor. Quería que mis hijos y mis nietos dijeran que yo había hecho algo por este país. Y entré al IDU a hacer obras y las hicimos sin que nos felicitaran por eso. Hace unos días vi que entregaron el puente sobre la 100 y gran show. Nosotros hicimos 17 puentes y nunca hicimos show. Mire, nosotros creamos un IDU más grande que el Ministerio de Obras, lo llenamos de gente preparada y nunca ningún concejal se metió a proponer candidatos, nadie se metió en las licitaciones. No hay una queja. Y acabar así condenado, por querer servirle al país, es muy duro. 

M. J. D.: ¿Qué le diría a los jóvenes que quieren llegar a un cargo público?

A. C.: Pues que si no hay que demostrar dolo en un contrato para que lo metan a uno preso, los funcionarios honestos están fritos. Y es por ellos y por las víctimas que podría haber en el futuro que estoy dando esta pelea. Si esta tesis jurídica que me aplicó la Corte hace carrera, ¿quiénes van a querer ser funcionarios públicos? Pues solo aquellos que busquen obtener otro tipo de beneficios de su cargo. Los profesionales honestos, que llegan a su puesto como yo lo hice, con ganas de ayudar a este país, lo pensarán dos veces porque estarán en desventaja frente a los corruptos ya que basta con un error para terminar en el mismo saco. A los ojos de ese fallo, todos somos bandidos.    

M. J. D.: ¿Usted cree que hay motivaciones políticas detrás de lo que le ha pasado ante la Justicia?

A. C.: Esa pregunta me la he hecho muchas veces, pero no he encontrado respuesta. Yo sí creo que cuando estas investigaciones se abrieron, Enrique Peñalosa estaba en todo su apogeo y TransMilenio era su proyecto estrella. Después se alinearon ciertos intereses que aún no he podido develar. Además de la 80, de la autopista norte, está la investigación sobre la Caracas que lleva 14 años en etapa de pruebas. No han encontrado pruebas de que hubo algún delito pero ahí siguen.
  
M. J. D.: ¿Cuáles son los recursos que le quedan para evitar la cárcel?

A. C.: Tengo la posibilidad de una tutela que mis abogados están estudiando. Pero lo único que me podría salvar en este momento es una posibilidad de un mecanismo nuevo que creo que nunca se ha usado: que el procurador le pida a la Corte Suprema revisar su decisión. Si eso no sucede, me iría a la cárcel. Y ya mis tres hijos y mi señora están preparados para lo peor. Esa ya es una realidad y lo que tengo que hacer ahora es aceptarla de la mejor forma. 

M. J. D.: ¿Cree en el país todavía?

A. C.: A mí me preguntan que si estoy tranquilo y yo respondo que en realidad estoy es entrenado para seguir dando la pelea. Puede que lo que le voy a decir sea una gran contradicción pero a pesar de todo lo que me ha pasado, de la injusticia de la que he sido víctima, creo en este país y en su justicia. Se lo pongo de esta forma: no han sido capaces de acabarme la fe. Tengo la convicción de que si no peleamos van a venir más víctimas y eso no le puede pasar al país. Me he convencido de que el problema no solo soy yo, Andrés Camargo, sino todos los funcionarios honestos que vienen detrás de mí.  Pero además, a mis tres hijos siempre les he dicho que ante todo hay que poner siempre la cara a la espera de que algún día las cosas se enderecen. Y me voy a defender hasta el final. Lo voy a hacer por mi familia y por limpiar mi honra, que es lo único que tengo. 

M. J. D.: ¿Y cómo ha preparado a sus hijos para enfrentar su condena?

A. C.: Les he dicho que si el precio de trabajar pulcra y honestamente por la ciudad y por este país es ir preso, uno debe estar dispuesto a pagar ese precio. Sin embargo, creo que eso lo tenemos que pelear todos los colombianos. De lo contrario este país no es viable. Yo en realidad solo espero que este caso sirva para que el país recapacite si una persona que no se ha robado ni un solo centavo deber ir preso por errores cometidos por un equipo de trabajo en el ejercicio de sus funciones.