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El Polo se creció. No solo supo capitalizar sus posturas contrarias al gobierno, sino que su organización permitió varios éxitos a la hora de medirse en las urnas. En la foto, el congreso de noviembre pasado

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Apareció la oposición

La reelección, la ley de bancadas y el sentido de supervivencia fortalecieron al Partido Liberal y al Polo Democrático. Oposición ya no es una mala palabra.

Cristina Vélez?Periodista de SEMANA
16 de diciembre de 2006

La palabra oposición adquirió un nuevo significado en 2006. En contra de una costumbre muy colombiana, los perdedores de las elecciones no fueron convocados a la mesa de repartición burocrática del gobierno y asumieron con seriedad su papel como independientes.

No se vieron nuevos Serpas en la OEA, Pastranas en Washington o Noemís en Madrid, a pesar de que los "polistas" y los liberales quedaron aparentemente debilitados por la aplanadora uribista, que logró una amplia mayoría en el Congreso y la votación más alta de la historia en las elecciones presidenciales.

En mayo, el 'glorioso partido liberal' quedó moribundo ante la tercera derrota en serie de Horacio Serpa. Antes, en las legislativas, el trapo rojo y el regreso de César Gaviria como jefe supremo no fueron suficientes para alcanzar la meta que se había fijado de 30 curules en el Senado. Parecía que se le habían apagado las luces y sólo consiguió elegir 18 senadores. El Polo, por su parte, apenas logró una representación de ocho curules. Sin embargo, Carlos Gaviria, su candidato presidencial, ocupó el segundo lugar en las presidenciales, con la votación más alta en la historia de la izquierda.

Y a pesar del poco espacio que le quedó a la oposición, está supo capitalizarlo. "Rojos" y "amarillos" se destacaron por la disciplina y la coherencia de sus bancadas. En muchas ocasiones le hicieron quórum al gobierno y presentaron proyectos sólidos y alternativos a la agenda uribista, como la propuesta de referendo que tienen juntos para bloquear la reforma a las transferencias, y el acto legislativo de los liberales para reestablecer el equilibrio de poderes después de la reelección.

En manos de dos grandes líderes -César Gaviria, ex presidente liberal, y Carlos Gaviria, ex candidato presidencial del Polo Democrático- la oposición aprendió a darle golpes certeros a un gobierno que parecía inamovible. A través de elaborados debates mostraron grietas en el proceso de desmovilización, en la política económica y social del gobierno, y pusieron a tartamudear a más de un miembro del gabinete. Y todo, gracias a tres fenómenos que les dieron impulso y protagonismo a los detractores de Uribe en este año que termina.

Por un lado, la polarización que desató la reelección del presidente Uribe le dio más visibilidad a la oposición, al marcar con más claridad la división entre uribistas y antiuribistas. La reforma política y la Ley de bancadas, que contribuyeron a la consolidación de los disidentes, ya que la exigencia de listas únicas y la creación de umbrales para entrar al Congreso obligaron al Polo y al Partido Liberal a unir sus diferentes vertientes, lo que permitió la unión de la izquierda colombiana, una utopía que se logró cuando el Polo se fusionó con Alternativa Democrática. Y la coalición de figuras que ya no se hablaban en el liberalismo, como Piedad Córdoba y Rafael Pardo.

A los "rojos", por su parte, lo que más los ayudó fue retomar la disciplina de partido que encabezó el ex presidente César Gaviria y que con la Ley de Bancadas en mano, le dio la credibilidad en una estrategia oposicionista difícil de mantener a la hora de quedarse sin puestos en la burocracia estatal, pero que consiguió consolidar el sentimiento liberal y evitó que más líderes del partido volaran a toldas uribistas.

Hay que decir que el desorden de la bancada uribista también contribuyó al contraste con los partidos de oposición. Mientras Gustavo Petro, senador del Polo, aparecía en todos los medios de comunicación como el valiente que destapaba el escándalo de la para-política, y Cecilia López, senadora liberal, citaba a la Canciller para que le rindiera cuentas al país por las supuestas alianzas turbias de sus hermanos, en televisión se veía a la coalición uribista agrietarse por cuenta de las peleas por la torta burocrática.

Se vio a Cambio Radical haciéndole 'conejo' a la agenda del gobierno, y a una 'U' naufragando como una carabela por las riñas internas entre los caciques tradicionales y líderes de opinión, mientras el Presidente los regañaba y les rogaba el voto para sus proyectos, viniera de donde viniera.

Este año quedaron expuestas las ventajas del esquema gobierno-oposición, aunque todavía no hay un estatuto serio que lo regule y asegure las garantías. La izquierda ha aprovechado el espacio para cambiar la imagen de cercanía con la guerrilla, y los liberales, por su parte, para mostrar una cara más técnica y responsable, y más ajena a su tradicional apego al clientelismo y la politiquería. Sin embargo, a estos dos partidos les falta un largo trecho para consolidarse, y lo más posible es que competirán entre sí para alcanzar el poder en 2010.

Al liberalismo lo persigue el estigma de la vieja política y del proceso 8.000, pese a que la mayoría de sus caciques ya se fueron para el uribismo. Y el problema se puede agravar si el escándalo de la para-política lo salpica. Al Polo lo ponen en jaque las riñas internas entre sus dos vertientes: la más radical, encabezada por Carlos Gaviria y Gustavo Petro, y la de centro, liderada por Lucho Garzón.

En un eventual escenario de desgaste del uribismo, el Polo podría aspirar a convertirse en el beneficiario del péndulo, pues al ser el opuesto natural, captaría la gran masa de inconformes. Además, actualmente los polistas tienen en sus huestes a dos de las tres figuras con mayores niveles de popularidad y reconocimiento en el ámbito nacional: Carlos Gaviria y Lucho Garzón. Los "rojos" ganarían sólo si el descalabro uribista no es tan contundente y se valoriza el centro. Incluso podría aspirar a recuperar cartas valiosas, en términos de votos, como Germán Vargas y Luis Guillermo Vélez.

2007 será crucial para el liberalismo y para el Polo. Por ahora es una ganancia institucional para la democracia que se empiece a hablar de la existencia de una oposición que tiene cara y contenido. n