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Ángel Albeiro trabaja transportando víveres y gasolina desde Venezuela a Colombia. Apenas tiene 16 años y sólo hizo hasta quinto de primaria.

CRÓNICA

Arauca: un infierno en el paraíso

Mientras en medio de las adversidades los jóvenes sueñan con quedarse, la ciudad es una suma de contrastes. Las regalías son la mayor esperanza, pero las evidencias dejan ver su mala utilización.

César Paredes, periodista de Semana.com
8 de octubre de 2010

Desde los seis años escupe chimú, desde los ocho aprendió a nadar en el río, ahora, a los 16, maneja una canoa con motor para transportar víveres y combustibles de contrabando, con lo que sostiene a su familia.

Ángel Albeiro es uno de los cinco mil niños y adolescentes del departamento de Arauca que, según la representante de Cambio Radical Mercedes Rincón, no estudia. “Hice hasta quinto de primaria. Dejé de estudiar porque mi abuela se enfermó”, cuenta.

El adolescente acaba de llegar al malecón que queda en la orilla del río Arauca. Viene del otro lado de la frontera, de El Amparo (estado de Apure), a donde llevó unas verduras. Con una manguera delgada absorbe la gasolina del motor de la canoa y pone a llenar un galón, para después envasar el combustible en botellas y venderlo.

A unos kilómetros quedan los complejos de extracción petrolera, que a diario producen cerca de 100 mil barriles de crudo.

Mientras los congresistas recorren las instalaciones de la Occidental Petroleum Corporation, Repsol, los periodistas invitados a un debate informal sobre el proyecto de ley que reforma las regalías, recorremos la ciudad.

El adolescente saca una barra delgada, oscura, envuelta en una bolsa. Me invita a probar. “¡Tranquilo!, eso es lo que usamos para el frío y para el sueño”, me dice. Se llama “chimú”. El sabor es amargo en la boca. Si la densidad de la pasta se pudiera medir como la de los chocolates, ésta sería la más negra de todas. Es tabaco cocido con cal y lejía. Causa mareo.

Desde niño, Albeiro García ha aprendido lo que un llanero debe saber. “Eso no se debe pasar”, me advierte. “Escupa, escupa”, agrega. Se refiere al chimú. “A las personas que no saben escupir los emborracha”, dice sonriendo.

“Una tía lo sabe preparar”, dice nuestro guía, otro adolescente de 16 años de nombre César. El joven también es experto en las costumbres de los araucanos: el coleo, la música, la comida típica y los lugares de la región.

“Es que yo estudio en el Colegio General Santander, donde la especialidad es el ecoturismo. Ahí aprendemos cómo debe ser la guianza (sic)”, dice.

Albeiro García es flaco, tiene la tez oscura y un brote suave de acné, en su mirada se adivina una timidez que hemos notado en varios de los jóvenes con los que hemos hablado.

César es más grande y acuerpado. Por sus maneras se deduce que es un joven brillante, estudioso. Aunque no le gusta leer, para el colegio le ha tocado estudiar libros como La Marquesa de Yolombó, La María y Cien Años de Soledad. Luce con orgullo la camiseta verde de su colegio que en la espalda dice “guía”.

A la orilla del río, en pleno cenit, Albeiro cuenta que desde hace más de 10 años su familia vive en Arauca y que, como muchas personas de la región, son desplazados por la violencia. Antes vivía en Puerto Rondón, con su abuela Ofelia, quien sufrió un accidente, se partió una pierna, y desde entonces le toca ayudar a conseguir el dinero para sobreaguar las necesidades de la casa. En sus ratos libres ve televisión y a diferencia de César no ha leído nunca un libro entero.

Nos despedimos, no sin que antes nos diga que quiere volver al colegio, aunque sea a estudiar los sábados.

***

César nos guía por las calles rotas de Arauca. Vamos a conocer el famoso ‘Velódromo Miguel Ángel Bermúdez’, que dice una de las acompañantes “tanto nos critican”. Es una mole de cemento y ladrillo, con capacidad para 4.500 personas que los fines de semana es utilizada por algunos araucanos para montar en bicicleta. Una pista al estilo de las ciclorutas de Bogotá y Medellín rodea el edificio, pero la maleza y el barro la hacen parecer derruida.

La carretera para acceder al centro deportivo está sin pavimentar. Es extraño ver semejante edificación en medio de las casas aledañas, prefabricadas, con paredes agrietadas, de piso de barro. Por momentos nos recuerdan algunos pueblos de la Costa Caribe. En algunos barrios la miseria salta a la vista.

El edificio hace parte del complejo de recreación que emprendió el alcalde Julio Acosta Bernal (hoy prófugo de la Justicia) a finales de los ochenta y que después tuvo que terminar el alcalde Marcos Ataya. El complejo incluye un estadio, un coliseo, una piscina de olas (atractivo turístico), entre otras.

“Obras que resultaron inútiles y despilfarradoras de las regalías, marcando la pauta de las sucesivas administraciones”, dice el investigador y profesor de la Universidad Nacional, Luis Humberto Hernández en su artículo Regalías, ¿a dónde irán?

Pero las vías de escape de las regalías no paran ahí. William Reyes Cadena, quien resultó electo alcalde en 2007, fue destituido el 5 de noviembre de 2009, luego de que se comprobara que invirtió 3.000 millones de pesos en firmas captadoras de dinero.

Según la investigación de Hernández, hasta el mes de junio de 2010 este departamento recibió un total de 3.387.000.000.000 de pesos, unos 1.863 millones de dólares (a 1.818 pesos el dólar).

Después de darle la vuelta al edificio, nos vamos al recinto donde la comunidad araucana se reunirá con los representantes de la Comisión Quinta de la Cámara, autoridades locales y una delegación del Gobierno Nacional.

En el recinto donde se celebra el debate informal, se encuentran representantes de ONG y de los gremios, concejales, entre otros. Las carteleras en las paredes del salón dicen:

“El Gobierno no ha invertido plata en Arauca, sino que todo se ha hecho con regalías propias”.

La sesión comienza con un documental que resalta la historia de Arauca, la pujanza de su gente, su vocación ganadera, su folclor y la participación que tuvo en la gesta libertadora. En ocasiones, la luz se baja debido a que los equipos estaban alimentados con la luz de una planta.

Otro documental intenta demostrar las secuelas que deja la exploración petrolera. Imágenes de niños enfermos de la piel, de riachuelos envenenados con crudo, de chigüiros cada vez más escasos, entre otras, enfatizan que la explotación repercute negativamente en el medio ambiente.

Sin embargo, en el momento en que el médico del documental explica los daños causados por la producción del oro negro, la voz del médico no se escucha.

El primero en intervenir es el viceministro de Hacienda, Bruce Mac Master, quien defiende la necesidad de hacer una mejor redistribución de las regalías. Advierte que es necesario dar un debate con todos los sectores para poder “hacer la mejor ley”.

Acto seguido, comienza la participación del gobernador del departamento Luis Eduardo Ataya, y después de los alcaldes de los municipios aledaños y los diputados. Todos, unánimemente, abogan por el retiro del proyecto de ley que busca cambiar las reglas de juego en la administración de los recursos de regalías.

El gobernador Ataya sintetiza en dos frases el sentimiento de la gente: “si vamos a hablar de corrupción, el Gobierno Nacional es el más pícaro”. Y con una segunda deja en el aire una advertencia: “no queremos pelear con el Gobierno, pero si tenemos que irnos, pues nos vamos”.

Sus declaraciones son secundadas por casi todos los diputados que argumentan que persistir en el proyecto provocaría una pelea dura.

Ferney Tique, diputado del Polo, dice: “si 300 llaneros lideraron la gesta libertadora en el Páramo de Pisba, ahora somos 280 mil que vamos a tumbar ese esperpento”.

“La guerra que vamos a dar las regiones, ni se la imagina el Gobierno… No nos menosprecien. Si nos toca pulseárnoslas no nos vamos a atemorizar”, lo secunda el diputado Joaquín Marchena, de Apertura Liberal.

Algunos dicen que si es necesario independizarse, lo van a hacer. Otros, que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, “coquetea” con la región, y que si allá los tratan mejor pues prefieren pertenecer a ese país. Y otros, como el diputado Dumar Sánchez, de Cambio Radical, reivindican la “movilización pacífica” al estilo de Gandhi y Martin Luther King.

En medio de vítores y rechiflas al Gobierno Nacional, los asistentes dan cuenta de sus sentimientos.

Toma la palabra el viceministro de Minas, Tomás González, en nombre del Gobierno. El viceministro explica que Arauca es uno de los cinco departamentos que más se ha beneficiado de las regalías, que cinco de esos departamentos (que representan el 7 por ciento de la población) han concentrado el 70 por ciento de esos recursos en los últimos 25 años. Y, sin embargo, siguen siendo pobres. “La filosofía de este proyecto es que se beneficie la mayor cantidad de población”, dice González.

En la tribuna se oye decir: “y ahora solo ustedes se quieren privilegiar”.

González dice que la corrupción no es el motivo del cambio al régimen, sino que se pretende una mejor distribución de los recursos.

La representante Rincón es una de las últimas en intervenir. Agradece a los asistentes por lo que ella llama “una jornada de socialización del proyecto de regalías”. Recuerda que los araucanos, antes de que llegaran las empresas petroleras, cantaban el himno de Venezuela, pues no había medios de comunicación colombianos en ese municipio.

La representante dice que la economía de Arauca depende en más de un 90 por ciento de las regalías y que si las carreteras están malas es porque “la ley vigente no nos permite diversificar la inversión para estimular el desarrollo”. Para ella, lo que debe hacer el Gobierno es proponer una reforma para permitirle a los municipios y departamentos invertir en rubros distintos a la educación, la salud y el saneamiento básico.

Al final, queda un sinsabor de la reunión. Si bien hay consenso en pedir que se respete lo que en su criterio les pertenece, hay otros representantes de otros departamentos que también quieren disfrutar de las regalías, pero que no pueden hacerlo porque de donde son oriundos no hay petróleo, ni carbón. Sin embargo, estos prefieren no hablar.

***

César Gutiérrez, nuestro guía, nos acompaña al bus que nos llevará al aeropuerto. Le preguntamos si le gustaría salir de Arauca y dice que no. “Aquí a muchos nos gustaría quedarnos para montar nuestras empresas”.

“Nosotros ya sabemos hacer el análisis DOFA (debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas). Y varios de mis compañeros piensan igual”, agrega.

Cae la noche y las palabras de Albeiro dan vueltas en el aire: “Quiero volver a estudiar, así sea los sábados”.