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Ana Cecilia Niño | Foto: Archivo particular

DEMANDA

La mujer que demandó a la Nación por no prohibir el asbesto

Esta es la historia de Ana Cecilia Niño, quien estuvo expuesta durante 17 años a este material que le causó cáncer.

12 de junio de 2016

A Ana Cecilia Niño Robles (Bogotá, 1975) le cayó como un baldado de agua fría la decisión del Congreso de archivar el proyecto de ley que pretendía prohibir el uso del asbesto en Colombia. Por sexta vez escuchaba una noticia similar. Y no porque de esa decisión dependiera su vida, a estas alturas en manos de los médicos. Pero por lo menos evitaría que otros colombianos padecieran el viacrucis que ha su vida por culpa de ese material para la construcción. Esta mujer de 41 años tiene mesotelioma, uno de los más complejos tipos de  cáncer.

Aunque nació en la capital, Ana Cecilia vivió 17 años en el vecino municipio de Sibaté, al sur de la ciudad. En el barrio Pablo Neruda pudo haber vivido los mejores años de su vida, fue el lugar de sus juegos de infancia y sus ilusiones de adolescencia, de sus recorrido por la laguna del muña, que en esa época (no contaminada) tenía una magia encantadora. De no ser porque muy cerca de la casa de sus padres se ubicaba las instalaciones de la planta de fibrocemento de la empresa Eternit.

Durante ese tiempo Ana Cecilia convivió con un enemigo que de forma silenciosa se fue  instalando en su cuerpo y que hoy día se la está carcomiendo por dentro. Estuvo expuesta al asbesto o amianto en los lugares de almacenamiento de desechos al aire libre de la planta de Eternit.

El 22 de febrero de 2013 se casó con Daniel José Pineda González, un físico de familia boyacense, padre de Ana Sofía, su única hija. Año y medio después, el 5 de septiembre de 2014, Ana Cecilia recibió la peor noticia. En el hospital Meredi, tras una biopsia que le practicaron a su tejido pulmonar, el diagnóstico arrojó: “Compromiso de la pleura por tumor maligno de célula grande apoyado en los marcadores inmunohisoquimicos que confirman la presencia de Mesotelioma”. Palabras más, palabras menos, salió del hospital con la conciencia de que tenía cáncer.

El Mesotelioma es una clase de cáncer que afecta a la pleura, esa membrana que recubre los pulmones. Entre el 70 y 80% de pacientes diagnosticados son producto de años de exposición al asbesto o amianto.  La mayoría de personas diagnosticadas por lo general estuvieron expuestas a respirar fibras de ese material tóxico mineral en algún momento de su vida, y cuando se les descubre la enfermedad esta se encuentra en una fase muy avanzada, por lo que el tratamiento curativo es insuficiente.

En el mundo solo el 10% de los pacientes con mesotelioma han vivido más de cinco años desde el diagnóstico. El promedio de supervivencia para una persona con este cáncer es de aproximadamente uno a dos años. Eso lo supo Ana Cecilia, consultando sobre su enfermedad.

El asbesto o amianto es una fibra de tipo mineral empleada en diversos procesos industriales y comerciales, gracias a su flexibilidad, durabilidad,  resistencia, y a su bajo costo. Se utiliza como una de las materias primas para fabricar pastillas para frenos de vehículos, embragues, aires acondicionados, empaques, pinturas, pero sobre todo a la producción de tejas y tanques de agua, productos principales de la fábrica Eternit.

El 16 de septiembre del 2014, Ana Cecilia se sometió a un nuevo examen de tórax. También arrojó hallazgos relacionados con el mesotelioma. Un mes más tarde, (el centro es el siguiente:) Después de moverse por todas partes, su esposo logro la atención de la EPS y  el 2 de octubre, tuvo que ser ingresada en la Fundación Santa Fe para someterse a una Neumo-pleuro-pericardio-frenectomia radical izquierda, que consiste en la extracción completa del pulmón izquierdo, la pleura, el pericardio y todos los músculos y ganglios adyacentes. Se  confirmó plenamente la presencia de “Mesotelioma maligno de tipo epiteloide con focos de patrón papilar y sarcomatoide que compromete la pleura visceral, parietal, septos y parequimia pulmonar diafragma en todo su espesor con compromiso de su cara abdominal y pericardio”.

Hoy la vida de Ana Cecilia pende de los tratamientos de radioterapia y quimioterapia y de la aprobación por parte del INVIMA de un medicamento de última generación llamado pembolizumab, sobre el cual ella y su esposo tienen esperanza, ya que ni las 18 radioterapias ni las 30 quimioterapias que recibió hasta el momento han podido parar el avance del tumor, disperso de nuevo en lo que le queda de su tórax izquierdo y con metástasis en el pulmón derecho. Un demonio irreversible. Su estado físico y mental, su calidad de vida, se ha disminuido. Asiste a terapias psicológicas para sobrellevar el drama, asiste a citas de control de dolor continuamente y se aferra a la idea de poder alzar a su hija en algún momento para afrontar el periodo de sobrevida después del diagnóstico de su enfermedad hasta su muerte. Sabe que no hay camino de regreso, pero le duele saber que se pudo evitar.


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A finales del siglo XIX se incrementó el uso del asbesto por los diferentes procesos de industrialización. Su producción mundial se acercaba a las 5 millones de toneladas anuales en 1975. En la actualidad se calcula que la producción mundial de este mineral mundial es de 2 millones de toneladas al año. Los principales productores en la actualidad de asbesto o amianto son Rusia,  China, Kazajistán, Canadá y Zimbabue.

El 23 de noviembre del 2005 Colombia suscribió el tratado internacional de Rotterdam y se comprometió a la prohibición del uso del asbesto en el territorio, por tratarse de una sustancia que representa un peligro inminente para el medio ambiente, la integridad y la vida de las personas. Ya en 1986, el  convenio 162 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) había recomendado a todos los países de las Naciones Unidas la sustitución del asbesto por otros materiales menos nocivos.

Pese a ello, en el país continúan operando varias empresas que emplean el asbesto como materia prima en sus procesos industriales y comerciales, entre ellas Eternit Colombiana S. A., Incolbest S. A., Tecnología en Cubrimiento S. A., Toptec S. A. o Manilit S. A., Manufacturas de Cemento S. A.    

El asbesto ha sido prohibido en países como Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Austria, Bélgica, Chile, Dinamarca, Emiratos Árabes, Eslovenia, España (en el 2001), Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Nueva Zelanda, Polonia, Portugal, República Checa, Suecia, Suiza y Uruguay, y ha sido restringido en Australia y Brasil. En estos países el asbesto ha sido sustituido por materiales como la cerámica, por tener bondades similares y porque hasta la fecha no han reportado ser nocivos o comporten un peligro para el medio ambiente y la vida de las personas.  

En Estados Unidos, se calcula que 50.000 personas por año presentan una denuncia a causa de enfermedades provocadas por asbesto, y según cifras de las empresas aseguradoras de ese país incurrieron en gastos de 21.600 millones de dólares, y las empresas demandadas debieron desembolsar 32.000 millones de dólares por concepto de reparación. Se estima que las solicitudes de indemnización podrían alcanzar la suma de 260.000 millones de dólares para el caso de EE. UU. por daños derivados del amianto.

(Clic en la imagen para ver la infografía completa)


En Colombia, las empresas fabricantes de asbesto han recurrido a un arsenal jurídico para mantener su producción. Argumentan la existencia de un uso seguro del asbesto, la ausencia de estudios realizados en Colombia sobre los efectos nocivos del asbesto o la falta de estudios sobre posibles materiales sustitutos del asbesto.

También han recurrido a prestigiosos abogados del país para defender sus causas. Por ejemplo, Ramiro Bejarano ha defendido los intereses de Eternit, así como Humberto de la Calle (jefe negociador del gobierno con las FARC) y Néstor Humberto Martínez (candidato a fiscal general de la Nación).

Pero también un intenso lobby. No de otra forma se explica que los seis intentos en el Congreso por una ley para prohibir el asbesto hayan fracasado. En el 2007, el entonces senador Jesús Bernal Amorocho (Polo Democrático) presentó un proyecto, fue aprobado en primer debate pero después fue archivado.

La misma suerte que sufrió el proyecto del liberal Pedro Muvdi, quien tuvo que retirar el proyecto. Zulema Jattin (La U) también lo intentó, su proyecto fue archivado porque en un año no surtió un solo debate. Lo mismo pasó con el de Javier Cáceres (Cambio Radical) y otro de Muvdi en el 2009, cuando el Congreso se abstuvo de estudiarlo.  

Nadia Blel (P. Conservador) ha sido la última congresista en intentarlo. El pasado jueves su proyecto fue archivado por la Comisión Séptima del Senado. “El Congreso le volvió a dar la espalda a la salud de los colombianos –dice Blel–. Un fuerte lobby de la industria y la incoherencia del Gobierno en sus políticas de salud incidieron en el archivo del proyecto”.

Desde ese día se ha incrementado la campaña en redes sociales,  #ColombiaSinAsbesto, en la que ya se han recolectado más de 29.000 firmas virtuales en la plataforma  change.org/colombiasinasbesto. El objetivo es cada vez más ciudadanos se enteren y se unan para  pedirle al gobierno que prohíba el asbesto


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En Colombia, el único mecanismo judicial efectivo para la satisfacción y protección del derecho humano al medio ambiente sano es la acción popular. En el 2005, nueve años antes de que le diagnosticaran el cáncer a Ana Cecilia, un grupo de ciudadanos presentaron una acción popular contra el Ministerio de Protección Social para prohibir el uso del asbesto. El recurso se presentó el 16 de diciembre de ese año ante el Juzgado 39 Administrativo del Circuito de Bogotá, y Ana Cecilia y su esposo se sumaron como coadyuvantes, cuando a ella le diagnosticaron el mesotelioma.

Han pasado 11 años sin que la jurisdicción contenciosa administrativa se pronuncie. Ni el Congreso, ni los jueces, ni mucho menos el Gobierno. El Estado colombiano no ha tenido acciones concretas para prohibir el asbesto, a pesar de los tratados internacionales firmados por Colombia para sustituir este material de construcción.

Probablemente ningún otro recurso judicial le devuelva la salud. Pero este año Ana Cecilia y su esposo decidieron enfrentar una última batalla. Demandaron al Estado colombiano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Y no precisamente buscan indemnización por los daños causados por el uso del asbesto en el país. Al reclamar la protección a los derechos fundamentales a la vida, la salud, un medio ambiente sano, y el derecho humano a la protección judicial, Ana Cecilia pide a la CIDH una serie de medidas cautelares.

Por ejemplo, que el Estado colombiano, de forma inmediata, tome las medidas tendientes a la prohibición del asbesto o amianto en procesos industriales o de cualquier índole, por su alto grado de amenaza y peligro del medio ambiente sano en las comunidades que, como Ana Cecilia, viven en cercanías a las empresas que trabajan con este agente tóxico.   

También, que el Estado colombiano ordene de forma inmediata la identificación de los afectados a través de datos ciertos y se les preste atención médica, hospitalaria y asistencial a las personas que sufran enfermedades relacionadas con el contacto y la exposición al asbesto o amianto, así estén afiliadas al sistema de seguridad social en Colombia o tengan medicina prepagada.

La demanda está en fase de verificación por ese tribunal hemisférico. Es la otra batalla que libra Ana Cecilia. Además de luchar por su vida y su salud, también lo hace para que en Colombia nadie vuelva a estar en riesgo de contraer cáncer por el uso del asbesto.