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El mayor Guillermo Solórzano quedó libre el miércoles, cuando las FARC lo entregaron a una comisión humanitaria en el suroccidente del país. | Foto: AP

SECUESTRO

Así capoteó Solórzano la soledad del secuestro

En un estremecedor relato, el mayor Guillermo Solórzano contó cómo fabricó un muñeco al que bautizó 'Rodolfito' y con el que logró superar tres años en poder de las FARC.

18 de febrero de 2011

El mayor de la Policía Guillermo Solórzano, liberado el miércoles por las FARC tras más de tres años de secuestro, afirmó que lo más duro del cautiverio fue la soledad, la que logró superar –contó– con un muñeco que fabricó de pedazos de tela de uniforme.
 
Lo bautizó ‘Rodolfito’. Tenía cara de niño, sin bigotes y aunque portaba insignias, no ostentaba ningún rango o grado específico, dijo el viernes Solórzano, de 35 años.
 
Hasta le pintó una cadenita en el tobillo izquierdo, como la que le había puesto la guerrilla a él, era su compañero de juegos y de caminatas, narró en diálogo con Caracol Radio.
 
Durante el primer año de cautiverio estuvo solo, y los rebeldes, tal como han narrado otros exsecuestrados, tienen instrucciones de no hablarles.
 
"Yo sicológicamente me estaba afectando. Lo único que se me ocurrió fue con un pedazo de uniforme viejo hacer un muñeco, llenarlo de espuma y hablar con ese muñeco... al principio ni yo mismo me lo creía".
 
El nombre ‘Rodolfito’ lo escogió porque así se llamaba el amigo imaginario de su única hija, Sofia. Dijo que juntos jugaban "parqués... orábamos, escuchábamos radio y lo abrazaba cuando me llegaban los mensajes de parientes por programas radiales dedicados a los secuestrados".
 
Describió la relación con ‘Rodolfito’ similar a la que el personaje de Tom Hanks tiene en la película El Náufrago con un balón de voleibol marca Wilson.
 
"Cuando hablaba con el balón... fueron situaciones que me sirvieron para adaptarlas a la terrible circunstancias que estaba viviendo, para poder salir adelante y mantenerme vivo y luchar contra el sedentarismo y sobre todo, con el silencio de esos guerrilleros", dijo el policía.
 
El silencio se intensificó luego de intentar fugarse en julio del 2007, un mes después de ser retenido, y aunque no dio detalles de por qué fracasó ese escape, dijo que desde entonces los guerrilleros le pusieron una cadena adicional: además de la del tobillo, una en el cuello.
 
Los subversivos al principio rechazaron que tuviera el muñeco y le dijeron que no le creerían su intento de hacerse pasar por loco. Después se lo aceptaron y lo acompañó en los largos recorridos entre los campamentos de las FARC en diferentes puntos del país.
 
Le decía: "Bueno, Rodolfo, nos tocó marchar, vamos a ver cuántos días son, métase en esta bolsa y cuando llegue lo voy a sacar", contó Solórzano.
 
Dijo que el día más feliz "entre comillas" de su cautiverio fue cuando llegó al campamento donde estaba el cabo del Ejército Salín Antonio Sanmiguel Valderrama, de 27 años, cautivo desde mayo del 2008.
 
"Era otro ser humano, igual que yo, del mismo equipo, quería abrazarlo", aseguró. Los dos fueron liberados el mismo día.
 
El policía contó que la guerrilla  le iba a quitar el muñeco una semana antes de su liberación, pero que él mism,o antes de entregárselo, lo desbarató y sabía que era sólo un instrumento que le sirvió para sobrellevar el tiempo de soledad.
 
AP