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Las manifestaciones contra el sistema afectaron los tiempos de salida de buses y agravaron la situación , con lo que se sumaron a los bloqueos usuarios que no protestaban.

BOGOTÁ

Guerra sucia contra TransMilenio

Los ataques contra TransMilenio de la semana pasada fueron más una respuesta a una convocatoria con tintes políticos, que una protesta espontánea.

13 de febrero de 2016

El pasado miércoles, varias estaciones de TransMilenio fueron objeto de ataques vandálicos que, además de generar daños en 60 buses, pusieron en riesgo la vida de pasajeros que se movilizaban a sus destinos. Pedradas en las ventanas de los buses, golpes con palos en las puertas de las estaciones y barricadas humanas –entre las que se encontraban niños— alteraron por varias horas el funcionamiento del sistema.

Según anunció esa misma mañana el secretario de Gobierno, Miguel Uribe, “saboteadores profesionales” habían generado las acciones. Pero más allá de la pregunta de quiénes salieron a protestar, vale la pena preguntarse por qué se trató de una protesta tan coordinada. Si bien es cierto que en los últimos años la inseguridad y el exceso de pasajeros han generado un profundo descontento de los bogotanos frente al sistema, es difícil creer que hayan sido espontáneas las cuatro acciones realizadas el mismo día y a la misma hora en estaciones de la ciudad tan distantes entre sí como el Tintal, Las Américas, Patio Bonito y la Transversal 86.

Justo el día de los ataques a TransMilenio, el concejal progresista Hollman Morris publicó un tuit en el que calificó de “digna” la rabia contra los buses rojos, y señaló que por cuenta de la existencia del sistema se “sacrificó hace 20 años la posibilidad del metro subterráneo”. Horas antes, había manifestado en la red social que los “reales saboteadores de la movilidad son los que rechazaron la construcción del metro”, mientras le preguntaba a Enrique Peñalosa, a través de la red social y refiriéndose a la protesta, si “después del caos que vive Bogotá con los articulados, sigue insistiendo en que la única solución es TransMilenio”. Ante la pregunta sobre el sentido de sus tuits, el concejal Morris le dijo a SEMANA que rechaza las vías violentas y que propondrá el Festival de la Rabia, para que la gente canalice de buena manera su malestar.

Desde su cuenta de Twitter, el exalcalde Gustavo Petro también le hizo eco a los bloqueos. Minuto a minuto y desde las 5 y 30 de la mañana anunció que ya no eran “tres personas bloqueando” e invitó a los manifestantes a exigirle a la administración construir el metro.

El activismo de Morris y Petro en redes hace parte de un entramado digital que, desde antes de la posesión de Peñalosa, invita a los bogotanos a protestar contra varias decisiones del nuevo alcalde, algunas de las cuales han sido falsas. En la que podría llamarse una guerra de memes o piezas gráficas digitales, apareció el 24 de noviembre del año pasado una página de Facebook a cargo de “un grupo de ciudadanos que llevaremos a cabo una revocatoria al alcalde electo de Bogotá, si el gobernante atenta contra los avances de la ciudad”.

La página Revoquemos a Peñalosa replica con fuerza los textos escritos por contagioradio.com, un portal que lidera la comunicadora Diana Marcela Otavo, en el que ella se va lanza en ristre contra las medidas de Peñalosa para recuperar el espacio público. Como aparece en su perfil de Facebook, Otavo trabajó como coordinadora y estratega de comunicación digital de la Alcaldía Mayor de Bogotá durante la administración de Petro. Esa administración la contrató para manejar las redes de @BogotaHumana –lema del exalcalde–, que este año se convirtió en @ColombiaHumana, cuenta que promueve al progresismo petrista.

El otro medio que replica las críticas a Peñalosa es la página de Facebook de Emputados Colombia, un movimiento que anunció su nacimiento en 2013 y que agrupa a colectivos ciudadanos que representan “la rabia acumulada por años de corrupción, abuso del poder y ausencia de democracia en Colombia”. Frente a lo sucedido en TransMilenio, los emputados colgaron en su página de Facebook memes relativos al comportamiento de la Policía durante la protesta. Pero además de coincidir con Morris en calificar de ‘rabia’ la indignación ciudadana, y de darle espacio en su página a sus propuestas y las de Otavo, llama la atención que, en enero, los funcionarios que llegaron a la Secretaría de Integración Social se encontraron en el despacho del secretario anterior, Jorge Rojas, 300 camisetas empacadas, y sin usar, con el logotipo de Emputados Colombia.

Pero el exalcalde Petro, Morris, el movimiento de revocatoria a Peñalosa y los ‘emputados’ han usado las redes para difundir manifestaciones como la del miércoles. En días pasados, aparecieron memes para promover ‘colatones’ (invitaciones a colarse), y jornadas de protesta contra el aumento de 200 pesos en el pasaje de TransMilenio. Mientras en el mundo digital las ‘colatones’ y protestas del 1 y 3 de febrero figuraron como masivas, la realidad fue muy diferente. Con excepción de la del pasado miércoles, en los registros de TransMilenio no existen alertas sobre concentraciones y protestas en esos días. Tampoco resultó cierto un tuit publicado por Morris y Petro en el que Peñalosa anuncia que el valor del tiquete del metro de Bogotá costaría lo mismo que el de París.

Lo mismo ocurrió con varias versiones que resultaron falsas: una gráfica que señalaba el pico y placa para motos; la denuncia de que Peñalosa habría pedido a un juzgado dejar de subsidiar a los usuarios de TransMilenio afiliados al Sisbén; y la publicación de una foto en el Twitter de Petro en el que un policía le habría pegado a un fotógrafo durante la protesta del miércoles. La medida contra las motos no existió, la administración nunca pidió a ningún juzgado acabar con los subsidios y la foto que puso el exalcalde era vieja: había sido publicada en 2013 por el portal macondo.com.

El universo virtual es tan amplio, que permite que cualquier cosa sea real. A esto se suma el hecho de que las redes privilegian la opinión sobre los argumentos, y allí los anuncios pueden venir de mil frentes a la vez. Por eso, a la gente le resulta difícil discernir lo verdadero de lo falso.

No es la primera vez que los buses rojos son objeto de enfrentamientos con trasfondo  político. El propio Petro tuvo que parar una manifestación contra el sistema en 2012, y pedir explicaciones a Selma Asprilla, una funcionaria de la Secretaría de Gobierno que estaba azuzando protestas entre usuarios. Y con el argumento de que sería mejor que Bogotá tuviera un metro, políticos han promovido el odio al sistema impulsado por Peñalosa. Así lo hizo el representante del Polo Germán Navas, cuando el miércoles de la protesta calificó a TransMilenio de ‘engendro satánico’.

Pero una cosa es defender el metro, y otra atacar un sistema que moviliza más de 2 millones de pasajeros al día. Es evidente que las razones por las cuales los bogotanos exigen mejorar el sistema son reales. Pero destruir los buses, bloquear la ciudad y poner en peligro a los pasajeros no es la mejor forma de hacerlo.