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Atrapados por el miedo

Hace un año en La Macarena las Farc liberaron a 242 militares y policías. Uno de los soldados escribe para SEMANA qué pasó con su vida y la de sus compañeros.

Ciro Alberto Gómez Bonilla
17 de junio de 2002

Ese dia tenia muchas preguntas y pocas respuestas: ¿cómo estará mi familia?, ¿qué será de Yaneth, mi novia?, y ahora, ¿qué voy a hacer?, ¿qué pasará con mi vida? Es raro pero la noche anterior a la liberación no dormimos porque todos contábamos, una y otra vez, la cantidad de cosas que íbamos a hacer. Sin embargo ese jueves 28 de junio del año pasado, cuando caminábamos en medio de las dos filas de guerrilleros hacia la libertad, me di cuenta de que en realidad no tenía nada seguro, que no sabía qué sería de mí y me dio mucho miedo. La primera sensación de libertad fue de miedo.

Hacía mucho tiempo que no sentía tanto miedo. Incluso creo que era peor al del 3 de agosto de 1998 cuando las Farc asaltaron la base de Miraflores, en el Guaviare, y me secuestraron. Pero ese miedo se me pasó rápido porque no tuve tiempo de pensarlo. Habíamos salido en patrulla con 60 compañeros de dos contraguerrillas. A las 6:30 de la noche regresábamos cuando sentimos los primeros disparos. Nos tiramos al piso y empezamos a disparar. Llegó la noche pero tirábamos hacia donde veíamos las siluetas que corrían y donde veía el chispón que causan las ojivas al disparar. La candela iba y venía. Les estábamos dando pelea pero después de varias horas nos fuimos dando cuenta de que la guerrilla nos iba anillando, nos iba rodeando, ellos eran cientos. Varias horas después los sentimos cerquitica, los teníamos frente a nosotros, atrás, a los lados, estábamos perdidos. Nos cogieron.

Empezamos a levantar los heridos. Y por primera vez en mi vida vi un muerto. Luego otro y otros. Estaban destrozados. Había sangre por todas partes. En ese momento fue que me dio miedo pero no había tiempo para sustos. Los guerrilleros nos llevaron rápido en fila india hacia la carretera. Llegaron unos carros que nos trasladaron hasta un sitio donde tenían ubicadas muchas trincheras. Allí nos tuvieron unas horas, luego nos llevaron a unas lanchas inmensas donde nos metieron. El viaje duró 48 horas por el río, creo que era el Guaviare pero nunca supe. Nosotros íbamos en el centro. Los guerrilleros nos vigilaban. Nadie hablaba. Ellos no pronunciaban palabra y nosotros estábamos muy cansados, algunos se querían morir: ibamos empapados, ensangrentados.

Llegamos a un campamento donde nos permitieron bañarnos y ponernos ropa seca. Luego nos encerraron en las prisiones con alambre de púa que luego mostraron en la televisión. Allí cumplí 22, luego 23 y después 24 años de edad...

Durante los primeros 12 meses dormíamos en el piso, luego se inventaron unas casas con tejas de zinc y con una plataforma de madera que eran nuestras camas. Poco dormíamos. Nos levantaban temprano, nos acostaban temprano y no pasaba nada. Era como si el tiempo se hubiera quedado quieto. Día tras día sin saber nada. La única compañía era la lluvia, pero era muy triste y daban ganas era de llorar. Un día vinieron el 'Mono Jojoy' y su hermano 'Grannobles'. Nos miraban, miraban el campamento, daban órdenes a su gente y se iban. En varias ocasiones nos cambiaban de campamento. Ocurría cuando el avión pasaba varias veces. Había movimiento y nos trasladaban, donde de nuevo volvía la rutina. Allá pensaba en mi mamá, enYaneth, en sus ojos.

Amor y fuga

Gracias a pensar en la gente que queríamos seguíamos vivos, eso nos daba fuerzas. ¿Allá a quién queríamos? Pues a nadie. A los guerrilleros no porque eran nuestros enemigos. Ni siquiera a las guerrilleras porque siempre las tenían retiradas de nosotros porque había historias de soldados o policías que se habían enamorado de guerrilleras y se habían fugado. Entonces los jefes de ellos nos las tenían a distancia. No sé cuándo pasó Navidad, ni Año Nuevo. Esas fiestas no se celebran. La gente piensa es en la guerra. Yo pensaba en mis planes. Eran los mismos que les dije a todos en la noche anterior a la liberación en La Macarena. Me gustaría seguir en el Ejército. A mí me gusta mucho. Entré porque no encontré trabajo y no tenía la libreta militar. Me presenté y me eligieron porque yo soy fuerte. Primero me enviaron a Cañojabón (Meta) y de allí a Miraflores, donde a los nueve meses me secuestró la guerrilla.

Cuando me soltaron me dijeron que yo no podía seguir en el Ejército que porque en mí hay una obsesión vengativa. Eso dicen los sicólogos que me han examinado. Yo no sé. Entonces he pensado ser mecánico, porque a mí me gustan mucho las máquinas. O trabajar en un taller. Yo por ejemplo miro un torno, no sé nada de él, me enseñan y a los tres días ya lo sé manejar muy bien. Pero nadie me ofrece nada. Al principio, eso sí todos nos decían que nos iban a ayudar. Cuando llegamos a la base de Tolemaida, la emoción era muy grande porque en mi caso después de tres años de estar secuestrado era muy emocionante volver a ver a alguien a quien uno conoce, entonces nos pusieron al Presidente al frente, nunca lo habíamos visto, sólo por televisión, pero lo conocíamos y por eso lo abrazamos y lo levantamos.

Luego llegamos a nuestras casas. Eso fue más emocionante aún porque mi familia estuvo toda reunida. Faltaba Yaneth. No la encontraba. La buscaba y no la hallaba pero me contaron que se cansó de esperarme y que se había casado y ya tenía una niña. Yo la perdoné porque la comprendo y porque la quiero mucho. Por eso hoy soy su amigo, me gusta verla.

Luego empezaron los problemas. En mi casa, como en la de casi todos los soldados y policías, estaban con las deudas al cuello. Todos habían hipotecado las casitas para tener plata, que se fue en nuestra búsqueda, en viajes, en llamadas de larga distancia, en fin. Muchos se sintieron culpables y se fueron de las casas, otros, como yo, nos quedamos, algunos han intentado suicidarse pero no voy a dar nombres por respeto. Otros, como yo, estamos estudiando en la Corporación Gustavo Matamoros D’Costa. Allí estamos 19 estudiando y hay 15 ya graduados. Allí validamos el bachillerato. Me gusta mucho. Allí vamos de noche. De día vamos al Batallón de Sanidad del Ejército, donde nos examinan, nos hacen chequeos. Además recibimos una clase de metalmecánica que nos da el Sena.

¿Cómo estamos de la cabeza? Pues todos tenemos situaciones difíciles. En mi caso me da muy duro la soledad, la noche, me angustia. Lo que pasa es que yo presiento cuando me voy a sentir mal y salgo para la calle de mi barrio y me voy a caminar. Es un barrio pobre pero me gusta. Camino y camino. Hasta que se me pasa. Pienso en mí, en el futuro y me pongo mejor. Aunque a veces cuando pienso en los compañeros que están todavía secuestrados me da mucha tristeza, nadie se imagina lo que es eso.

No conozco a ningún compañero que tenga un trabajo estable y eso me asusta. Me asusta más porque soy un hombre de 25 años y tengo que ayudar en mi casa. Yo he ido a muchos sitios a buscar pero nadie me ha ayudado. Tomo aire y digo mañana tendré más suerte pero pasan los días y nada. Entonces me da miedo, mucho miedo. Un miedo como el 28 de junio del año pasado. Esa es la sensación que más he sentido en este año de libertad".