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La muerte del estudiante Luis Andrés Colmenares ocurrió el 31 de octubre de 2010. Hoy, más de dos años después de iniciada la investigación hay serías dudas de que se logre establecer realmente qué ocurrió en su caso.

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Aumenta el misterio en el caso de Colmenares

El arresto de los tres testigos deja el proceso herido de muerte. El gran interrogante es quién está detrás de ese complot.

19 de enero de 2013

La investigación por la muerte del universitario Luis Andrés Colmenares, uno de los casos más mediáticos de los últimos años, que ha acaparado la atención de todo el país y se convirtió en un reality judicial, sufrió un dramático e inesperado giro la semana pasada.


El miércoles 16 estaba programada una audiencia, anunciada desde el año anterior, en la que la Fiscalía pretendía acusar y llevar a la cárcel al joven estudiante de 23 años de la Universidad de Los Andes Carlos Cárdenas, señalado como el principal sospechoso de la muerte de Colmenares, ocurrida el 31 de octubre de 2010 en el caño del parque El Virrey, en el norte de Bogotá. Sin embargo, para sorpresa de la familia del joven presuntamente asesinado, así como para decenas de periodistas que se encontraban en la diligencia en el complejo judicial de Paloquemao, y de las miles de personas que seguían la audiencia en vivo por televisión, la Fiscal cuarta delegada ante la Corte Suprema de Justicia, Marta Lucía Zamora, leyó un contundente escrito de 71 páginas en el que solicitó al juez decretar la nulidad del proceso contra Cárdenas. En términos simples esto implicaba que la Fiscalía pedía, después de dos años de investigación, arrancar de cero de nuevo el caso.

La razón es que la fiscal, después de varios meses de una investigación interna, consideró que los tres testigos principales (Jesús Martínez, Wilmer Ayola y Jonathan Martínez), la columna vertebral de la acusación contra Cárdenas, mintieron descaradamente en el proceso. Este pronunciamiento fue acompañado por otra medida contundente: la Fiscalía solicitó el arresto de los tres testigos y, días después, estos fueron enviados a la cárcel. Los dos Martínez y Ayola fueron acusados de falso testimonio, fraude procesal y fraude de subvención (por haber usado los recursos del Estado a los que tuvieron acceso en el programa de protección de testigos).

Nadie lo podía creer. No se trató de una determinación cualquiera. Los acusadores pasaron a acusados y los acusados a víctimas. Los tres testigos ahora enfrentan una eventual condena de seis a 12 años de prisión. Por su parte, los acusados, comenzando por Carlos Cárdenas, ya fueron reconocidos por un juez como víctimas por las actuaciones de la Fiscalía. 

La medida de la Fiscalía es un anticipo de que el caso quedó herido de muerte y un duro revés para el organismo investigador, cuya credibilidad queda seriamente cuestionada. Este es el segundo caso de gran envergadura en el que el propio organismo tiene que reconocer que adelantó investigaciones, llamó a juicio y envió a la cárcel a personas con base en testigos falsos (ver "Testigos a la carta"). En septiembre del año pasado la Fiscalía se vio forzada a reconocer que había cometido un grave error al enviar a prisión al exdiputado de la Asamblea del Valle Sigifredo López, quien estuvo secuestrado por las Farc cerca de siete años, junto a 11 colegas suyos que fueron asesinados en cautiverio. López fue enviado a la cárcel sindicado de haber planeado el secuestro. Pero el propio fiscal general aceptó que varios de los testigos que su entidad usó en el proceso mintieron. 

Tal vez por esa razón la Fiscalía quiso curarse en salud y evitar un nuevo descalabro ante la opinión. En el caso Colmenares le correspondió a la fiscal Zamora enmendar el error de un proceso que iba por el camino equivocado y que tenía serias dificultades en su estructuración.

La novela de los testigos

Aunque Colmenares murió el 31 de octubre de 2010, el caso cobró relevancia en los medios solo ocho meses más tarde cuando el fiscal 11 de la unidad de vida, Antonio Luis González, decidió reabrir la investigación que antes había archivado un colega suyo que consideró que Colmenares había muerto a consecuencia de un accidente, al caer en el caño de El Virrey. González consideró que tenía evidencia que demostraba que el universitario había sido salvajemente asesinado. A comienzos de octubre de 2011 ordenó arrestar a Laura Moreno y Jessy Quintero, dos compañeras de Colmenares que estuvieron con él en la noche de Halloween hasta minutos antes de que terminara muerto. Las dos fueron señaladas de encubrimiento, falso testimonio y coautoría, y puestas en detención domiciliaria. Desde ese momento el caso se convirtió en una novela. Aunque Cárdenas había sido vinculado al proceso como sospechoso de ser el autor del crimen, los meses fueron pasando con anuncios del fiscal González, quien afirmaba que estaba cerca de aclarar el supuesto asesinato.

El 4 de junio de 2012 González sorpresivamente anunció la aparición de un testigo clave, José Wilmer Ayola, quien dijo en términos generales haber visto que Cárdenas, en compañía de dos amigos, le había propinado un botellazo a Colmenares en medio de una discusión. Con ese solo testimonio seis días después fue arrestado, acusado de homicidio doloso y enviado a la cárcel La Modelo. Unos días después, mientras el abogado de Cárdenas, el exfiscal general Mario Iguarán, solicitó una audiencia para apelar la medida, González presentó repentinamente un segundo testigo que el 12 de junio también acababa de aparecer. Se trataba de Jonathan Martínez, un estudiante de actuación quien declaró en la misma línea de Ayola.

El caso parecía sólido gracias a esos testimonios. Sin embargo, las cosas empezaron a dar un vuelco rápidamente. El 18 de julio de 2012, seis semanas después del arresto de Cárdenas, la juez tercera de control de garantías ordenó su libertad por considerar que había serias inconsistencias en la declaración de los dos testigos estrella presentados por González. Allí el caso empezó a hacer agua. No obstante, el 27 de junio, el fiscal González volvió a aparecer en la escena y reveló que ese día había recibido la declaración de un tercer testigo: se trataba de Jesús Alberto Martínez, un vendedor callejero de licor quien ratificaba la versión de los dos anteriores.

Algo huele raro

A comienzos de octubre del año pasado el fiscal general, Eduardo Montealegre, decidió apartar a González del caso y reasignárselo a la fiscal Zamora. Para muchos ese cambio fue la primera señal de alerta que dejó en claro que en la cúpula de la Fiscalía había dudas sobre González y lo que pasaba con el caso. Esas dudas aumentaron por cuenta de una grave denuncia hecha por otro fiscal el 31 de octubre ante el despacho del fiscal Montealegre y el procurador Alejandro Ordóñez. 

En ese documento Napoleón Botache Díaz, quien había sido fiscal de apoyo en la investigación de Colmenares denunció ante sus superiores que González había incurrido en hechos, al parecer irregulares, para conseguir los testigos. Todo, presuntamente, por su afán de probar la tesis según la cual a Colmenares lo habían asesinado (ver recuadro). No se trataba de un asunto menor. Era nada más y nada menos la voz de un funcionario judicial haciendo graves sindicaciones que dejaban seriamente cuestionada la actuación de la Fiscalía y en particular de González. Soprendentemente, la denuncia de Botache no tuvo mucho eco a pesar de sus implicaciones.

La que sí le habría prestado atención a esa denuncia fue la fiscal Zamora quien desde ese momento y hasta la semana pasada se dedicó a investigar y corroborar cada dato entregado por los testigos. Sobre el primero de ellos, Wilmer Ayola, quien dijo que estuvo en el parque El Virrey y vio cuando Carlos Cárdenas le pegó un botellazo al joven Colmenares, la Fiscalía corroboró que nunca estuvo en el lugar de los hechos, mucho menos a la hora en la que estos supuestamente ocurrieron. Ayola trabajaba como vigilante en una empresa de seguridad y con las minutas de su trabajo y los registros de ubicación de su celular los investigadores descubrieron que se encontraba en el occidente de Bogotá, muy lejos del sitio en donde dijo haber visto cómo mataron a Colmenares.

Para la Fiscalía es claro, de acuerdo con la acusación, que el segundo testigo, Jesús Alberto Martínez, también mintió y tiene inexplicables inconsistencias en su declaración. Martínez en su versión asegura que Colmenares fue golpeado en el parque El Virrey a las 2:15 de la madrugada, pero está claro que el joven salió de la discoteca solo 45 minutos después, hacia las 3:00 de la mañana. Esta no es la mayor de sus inexactitudes. Dijo que estaba a pocos metros y presenció cómo agredieron al universitario entre Cárdenas y Laura Moreno y luego lo subieron a una camioneta Ford Explorer de placas BOV 358. Afirmó haber tomado, incluso, fotos del vehículo identificado. Aunque la fiscal Zamora le pidió que probara cada cosa que decía, él jamás entregó algo contundente. Y los investigadores encontraron que las placas del supuesto vehículo no correspondían al descrito por él.  

De Jonathan Martínez, el tercer testigo, también se descubrieron inquietantes inconsistencias. En sus declaraciones dijo que el 31 de octubre de 2010 tenía una cita en la discoteca Penthouse con Daniel Giraldo, un estudiante de 22 años a quien supuestamente conocía de tiempo atrás. En esa misma discoteca, coincidencialmente, se encontraba Colmenares con un grupo de amigos. Aseguró que no llegó a la cita porque se extravió en el camino y que terminó en el parque El Virrey porque tenía una necesidad fisiológica. Fue en ese instante cuando, supuestamente, vio a su amigo Giraldo (disfrazado de bebé) y a Carlos Cárdenas golpeando a Colmenares. 

Los investigadores rastrearon las actividades de Giraldo y encontraron que este no fue a la mencionada discoteca y que, por el contrario, fue a una fiesta de disfraces en el restaurante 5mentarios, en el sector de El Salitre, en el occidente de Bogotá. La Fiscalía tiene registros de ese evento. Martínez también dijo que en el instante en que golpeaban a Colmenares recibió llamadas a su teléfono celular. Los investigadores le pidieron el número que utilizaba en esa época para revisar técnicamente si fue a la zona aledaña al parque El Virrey, pero este dijo haberlo olvidado. Posteriormente, entregó un número cuyo rastreo no arrojó evidencia de haber estado en ese lugar.

Sin embargo, lo más absurdo del caso estaba todavía por suceder. El segundo testigo, Jesús Alberto Martínez, el que había ofrecido las fotos del carro en el que se llevaron a Colmenares, decidió inmolarse para defenderse del cargo de falso testimonio. En forma inexplicable decidió confesar, el jueves pasado una vez fue capturado, que él había participado en la golpiza que le habían dado a Colmenares, aunque aclaró que no tuvo nada que ver con la muerte. Lo increíble es que lo que él considera su defensa hace que su delito pase de falso testimonio a cómplice en alguna forma del homicidio. Semejante suicidio judicial no se había visto en el país desde el caso de Yidis Medina.  

Este testigo kamikaze y sus mentiras son tan solo algunos de las más de 50 inconsistencias que describió la fiscal Zamora en su escrito en la audiencia de la semana pasada en el cual pidió la nulidad del proceso contra Cárdenas y que sirvieron como base para acusar a los tres polémicos testigos. Si bien esa diligencia solo trataba el caso contra Cárdenas, puede tener repercusiones en favor del proceso de Laura Moreno y Jessy Quintero, que va en la etapa de juicio. De hecho, los abogados de las estudiantes ya tramitan la solicitud de preclusión de ese proceso pues gran parte de las pruebas contra ellas se basa en las declaraciones de los testigos falsos.

Con este escenario se abre un nuevo capítulo en esta novela. Con la captura de los tres testigos, la pregunta obvia de la Justicia es quién está detrás de ellos. No es lógico pensar que tres personas mientan para acabar con la vida de un inocente sin alguna motivación o incentivo. Para empezar, las tres versiones estaban coordinadas pues coincidían.El perfil de los acusadores no corresponde al del cerebro de una iniciativa de esta naturaleza. Por lo tanto, alguien los tuvo que haber encontrado, convencido y probablemente pagado. ¿A quién le podría interesar ese montaje? Para los fanáticos seguidores del caso hay dos posibles sospechosos: el padre de la víctima, Luis Colmenares, o el fiscal González. El primero por el dolor y la obsesión de ver castigados a quienes considera los asesinos de su hijo. Y el segundo para evitar que por falta de pruebas se pudiera caer el caso montado por él, que acabó convirtiéndose en el más mediático de la historia reciente del país. Los dos negaron categóricamente su responsabilidad y las versiones que apuntan a ellos solo son especulaciones detectivescas, sin fundamento probatorio por el momento y no se descartan otras hipótesis. Los únicos que pueden despejar esta duda son los tres testigos falsos, si optan por negociar con la Fiscalía y confiesan quién los contrató, con lo que podrían obtener una rebaja de penas. 

A pesar de lo que ocurrió la semana pasada, la Fiscalía insiste en que a Luis Colmenares lo asesinaron y ha anunciado que va a seguir adelante con el proceso, que no será fácil sacar adelante y está herido de muerte. En el mejor escenario se podrá saber quién y por qué contrató los tres testigos, pero lo único que parece estar claro por ahora es que será extremadamente difícil establecer realmente qué fue lo que pasó en la extraña muerte del joven Colmenares. La novela que cautivó a Colombia puede no tener ningún final. Aumenta el misterio. 

“Había necesidad de conseguir testigos como fuera”

La decisión de la Fiscalía de solicitar la nulidad del proceso contra el estudiante Carlos Cárdenas, involucrado en la muerte del joven Colmenares, por considerar que los tres testigos que sostenían el caso le mintieron a la Justicia, revivió una historia que pone en entredicho las actuaciones del fiscal 11 de la Unidad de Vida, Antonio Luis González, quien lideró la investigación durante cerca de un año y ocho meses.

El 31 de octubre pasado, Napoleón Botache, exfiscal de apoyo en la investigación, le envió una carta al fiscal general, Eduardo Montealegre, en la que denunció que González habría incurrido en hechos, al parecer irregulares, para conseguir  los testigos, presuntamente con el afán de probar la tesis de que a Colmenares lo habrían asesinado.

En la misiva, Botache asegura: “Inicié (sic) a observar una serie de irregularidades, como por ejemplo que el doctor González Navarro me sugirió en aproximadamente tres ocasiones la necesidad de conseguir unos testigos a como fuera. La primera ocasión fue a mediados del mes de febrero, días antes de que se realizara la audiencia de solicitud de libertad por vencimiento de términos de las jóvenes Laura Moreno y Jessy Quintero, hecho al cual me opuse y recriminé, no obstante, consideré que era un comentario aislado”.

Botache advierte que esa no fue la única vez que González le sugirió algo así: “En una segunda ocasión fue dos o tres días después de que usted (fiscal Montealegre) decidiera designar especialmente el proceso a la doctora Martha Lucía Zamora. Cuando nos encontrábamos alistando el proceso para remitirlo, me manifestó que ahora era necesario conseguir un testigo como fuera (…) Nos trenzamos en una discusión con el doctor González, quien argumentó que había mucho en juego y no podía perder ese caso por nada en el mundo, que estaban en juego su orgullo y su profesionalismo y que esos’ h.p.’ se habían portado muy mal con él, ante lo cual yo le manifesté que al haber sido cambiada la competencia a la fiscal delegada ante la Corte, yo no tenía nada que hacer ahí, y me retiré”.

Botache advierte que días más tarde vio en las noticias cuando capturaban a Carlos Cárdenas después de la aparición de un primer testigo: José Wílmer Ayola. “Me dirigí nuevamente a donde el doctor González y lo recriminé sobre la forma como había obtenido ese testigo. La respuesta que recibí: que si había la necesidad de conseguir 50 testigos, ‘lo haría’, justificando nuevamente que esos ‘h.p.’ no le iban a ganar. Reiteró que su orgullo y su profesionalismo no iban a quedar por el suelo”.

El exfiscal de apoyo concluye que días después aparecieron los otros dos testigos, quienes ratificaron lo dicho por Ayola en el sentido de que Carlos Cárdenas participó en el episodio que terminó con la vida de Colmenares. “Observé el desespero del doctor González de buscar testigos. Para tal efecto aparecían en su despacho múltiples personas quienes manifestaban haber visto el hecho. Eran entrevistados informalmente y llevados al lugar de los hechos. Cuando se encontraban allí, era claro que desconocían por completo el lugar y las circunstancias del hecho”.

Para rematar, Botache hace una descripción del tipo de personas que aparecían en la oficina del fiscal González como supuestos testigos. “Escuché que se les ofrecía incorporarlos a la Oficina de Protección de Víctimas y Testigos, darles un dinero y sacarlos protegidos para Canadá, ofrecimiento que aumentaba el deseo de estas personas de colaborar; las características de estas personas era desempleados, consumidores de droga o alcohol, etcétera, esto se repitió por lo menos en tres ocasiones, de las cuales yo estuve presente en una y fui informado de las otras”.