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Las programadoras de TV no quieren que los jueces ni el Gobierno les receten la medicina contra los excesos, y adoptan por ello su propio código de autorregulación.

16 de agosto de 1993

LA INCREDULIDAD FUE LA respuesta generalizada que recibió el presidente de Asomedios, Saulo Arboleda, cuando hace algunos meses y en medio del debate suscitado por una acción de tutela que pretendía controlar los excesos de sexo y violencia en la televisión colombiana, propuso que las programadoras de los dos canales redactaran un códiso de autorregulación. Ni el Gobierno ni la opinión pública les creyeron a las empresas de televisión que el código saldría adelante, pues en el pasado ellas habían hecho e incumplido varias veces la misma promesa.
Pero en esta ocasión la costumbre de que todo se quedara en palabras puede haberse roto. La semana pasada, las 24 programadoras firmaron un documento de ocho páginas que en una treintena de artículos trata de definir las primeras normas de autocontrol que se dictan las propias empresas de televisión. Aunque el código aún no ha sido oficialmente presentado en sociedad, pues se espera para ello organizar un acto con presencia del presidente César Gaviria, SEMANA conoció su contenido. "Lo que revela que esta vez la cosa es en serio, no sólo es la firma de todas las programadoras sino que el código contempla la creación de un Tribunal de Honor, que estudiará, juzgará e impondrá sanciones a las empresas, cuando las normas del código sean violadas", le dijo a SEMANA el gerente de una programadora.
AL PAN, PAN...
El código plantea de entrada un equilibrio entre las normas constitucionales que garantizan la libertad de información y la prohibición de la censura, y aquellos artículos de la Carta que definen que en el marco de los estados de excepción, el Gobierno puede limitar el alcance de esos derechos. Las programadoras acogen y aceptan las normas de excepción dictadas en el decreto 1812 del 92, que estableció limitaciones a la información sobre actividades subversivas y terroristas, tanto en el sentido de no divulgar entrevistas con "sujetos subversivos" como en el de no transmitir en directo acciones terroristas. Por otra parte, las programadoras se comprometen en el código a suprimir las "escenas injustificadas de violencia, es decir las que se presentan como un fin en sí mismas", así como aquellas escenas o programas en los cuales la violencia se presente "como una solución viable al conflicto humano". Además, el código determina que el "uso de drogas sicotrópicas no será fomentado o mostrado socialmente como aceptable". Finalmente, el documento recoge las normas del código del menor que prohiben la identificación de niños que hayan sido víctimas, actores o testigos de acciones delictivas.
Lo más interesante es quizá que todas las programadoras, incluídas las propietarias de noticieros y demás espacios periodísticos, acogieron las tesis del Gobierno, en el sentido de que en un país tan afectado por la violencia y el terrorismo, el cubrimiento de estas noticias requiere de ciertas limitaciones y reglas del juego para el ejercicio de la libertad de información.
El presidente César Gaviria había venido insistiendo en ello desde el principio de su mandato, pero cada vez que tiocaba el tema era contestado con titulares, columnas y editoriales sobre el fantasma de la censura. "Y esa es quizá la mayor virtud del código de las programadoras -le dijo a SEMANA un asesor presidencial- que al ser redactado y aprobado por ellas, ya nadie puede hablar de censura, sino más bien de unas reglas para informar de manera responsable. Si en cambio, esas normas las hubiera adoptado el Consejo Nacional de Televisión, la cosa sería a otro precio".
Nada de lo anterior, sin embargo, garantiza que el código no vaya a encontrar enemigos. Muchos periodistas en el país siguen creyendo que cualquier limitación viola la libertad de prensa y comunicación, y que detrás de cada uno de estos intentos gubernamentales o del gremio, hay una maniobra para controlar a los medios. Pero esta postura ha perdido terreno no sólo en Colombia sino en todo el mundo. En Colombia, del boom de entrevistas a guerrilleros que se derivó del proceso de paz en tiempos de Belisario Betancur, se pasó a un cierto hastío tanto del público como de los propios comunicadores. Algo similar ha sucedido en otros países del mundo, aunque, en general, aquellos gravemente afectados por el terrorismo, especialmente en Europa, han adoptado severas legislaciones y códigos de autocontrol.
El caso más diciente es quizás el de Inglaterra -nación a quien nadie puede acusar de antidemocrática- donde ni la televisión ni la radio ni los periódicos y revistas publican los comunicados de los terroristas del IRA, ni divulgan sus comunicados. A principios de la década pasada, la primera ministra de hierro Margareth Thatcher vetó la transmisión por parte de la BBC de una entrevista con un jefe del IRA y obtuvo con su actitud un masivo apoyo de la población que llevó a los periodistas a replantear la noción que habían tenido hasta entoncess sobre los alcances de la libertad de información.
Algo similar sucede en España, Italia y Alemania. Este último país dispone limitaciones tanto a libertad de cátedra como a la de información, cuando los mensajes transmitidos van en contra de la Constitución, algo con lo cual han buscado siempre cortarle las alas a la resurrección del nazismo, movimiento que en su momento demostró que los medios eran el más eficiente instrumento para alienar a la gente. En otros países como Estados Unidos, las limitaciones a las libertades de las emisoras de televisión están plasmadas en un severo y taxativo código adoptado desde hace varios lustros por las grandes cadenas, cada una de las cuales tiene en su nómina un grupo de funcionarios dedicado a controlar internamente los excesos tanto en informativos como en dramatizados.
El código promovido por Asomedios no dejará, claro está, de levantar algunas ampollas. Pero sin duda es un paso adelante y algo que indica que la oleada de tutelas que parecía atropellar a los medios y especialmente a la televisión, ha traído ya consecuencias positivas y ha obligado a las programadoras a cuestionarse su tarea y a pasar, en el terreno del control a los excesos, de la defensiva a la ofensiva.

PARA LOS ESPACIOS RECREATIVOS
ARTICULO 9.: Se eliminarán las escenas que representen en forma imitable el uso de dispositivos peligrosos o de armas o que describan técnicas fáciles para cometer crímenes...
ARTICULO 14: En los programas propios de la audiencia infantil no se emitirán escenas de explícito contenido sexual que carezcan de valor informativo o educativo...
ARTICULO 15: El uso de drogas sicotrópicas no será fomentado o mostrado socialmente como aceptable...
PARA LOS ESPACIOS INFORMATIVOS
ARTICULO 2: ... los informativos acatarán entre otras prohibiciones las de difundir comunicados subversivos, identificar testigos de actos terroristas, divulgar entrevistas con sujetos subversivos...
ARTICULO 2: ... los informativos acatarán la prohibición de transmitir en directo actos terroristas...
ARTICULO 3: ... los informativos brindarán especial atención a las normas del Código del Menor relativas a las publicaciones que conduzcan a la identificación de menores que sean autores, víctimas o cómplices de delitos...