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AVIANCA, VUELVE Y JUEGA

Con la detención de once tripulantes por lavado de dólares, la aerolínea nacional vuelve a estar en problemas

11 de mayo de 1987

De nuevo las páginas de los periódicos norteamericanos se han visto ocupadas por una noticia relacionada con la aerolínea bandera de Colombia, en un escándalo que tiene que ver, una vez más, con el tráfico de drogas. En el pasado reciente, las multas impuestas a la empresa por los contrabandos de cocaína hallados en sus aviones, hicieron temer por la supervivencia misma de Avianca.
Ahora, los problemas ya no se refieren a las aeronaves, sino a los empleados que las operan. Las autoridades federales de Estados Unidos han acusado a diecisiete tripulantes de Avianca, de lavar y transportar hacia Bogotá, entre ocho y diez millones de dólares entre diciembre de 1985 y marzo de 1986.
Al parecer, las personas acusadas por los norteamericanos de conformar una organización delictiva internacional, se valían de sus cargos para manejar el lavado y posterior envío de los dólares, a través de agencias de viajes que ofrecían los pasajes y una cifra adicional de dos mil dólares a las "mulas" que quisieran visitar a sus parientes en Colombia, con el pequeño detalle de que deberían llevar ocultos en sus vestidos, los dólares objeto de la operación.
"No estamos diciendo que sea dinero directamente generado por el narcotráfico, pero no hay que ser neurocirujano para imaginarse por qué el dinero está siendo enviado a Bogotá" dijo el fiscal Andrew Maloney, aunque no explicó la presencia del neurocirujano en su frase. Entre tanto, once de los tripulantes han sido arrestados y se encuentran en cárceles de Miami y Nueva York, mientras los restantes son buscados en esas ciudades y en Los Angeles, donde también se llevó a cabo el operativo.
A través de la empresa neoyorquina Atlas Express, y desde su centro de operaciones en el hotel Doral, en el aeropuerto Kennedy y en varias agencias de viajes, se coordinaba, según las autoridades norteamericanas, la salida del dinero hacia Colombia. Los tripulantes, de los cuales tres son ingenieros de vuelo y los demás auxiliares, cobraban, de acuerdo con lo afirmado por las autoridades, el tres por ciento de las sumas que llegaran a Colombia, lo que les permitía tener niveles de vida superiores a lo que se puede esperar de alguien que gana un salario más bien bajo.
Para protegerse, los acusados llevaban consigo solamente sumas inferiores a diez mil dólares con el propósito de evitar la obligación de declararlos y justificar su procedencia. Sin embargo, en cada vuelo el total de efectivo superaba ampliamente esa cifra, contando lo llevado por cada uno de los implicados. Según el procurador, la red exportaba no menos de quince a veinticinco mil dólares semanales. Parte de ese dinero fue aparentemente confiscado por las autoridades en el operativo efectuado en el sector residencial de Queens la semana pasada.
"La aerolínea no fue informada de las pesquisas, porque está administrada por extranjeros". Dijo Dennis Fagan, agente especial a cargo del Servicio de Aduanas en Nueva York. Lo que no explicó es por qué las autoridades norteamericanas se abstiener de informar esas circunstancias por la sola razón de la nacionalidad de los administradores. Es sinembargo, un índice del nivel de desconfianza que los colombianos despiertan en los medios policivos de Estados Unidos donde la alta cuota de sacrificio puesta por Colombia en la lucha contra el tráfico de drogas no parece tener aún eco significativo.
La situación de la compañía aérea se pone de nuevo en entredicho en Estados Unidos. Aunque hasta ahora no ha habido indicaciones de que los norteamericanos piensen imponerle sanciones, los antecedentes ciertamente juegan en su contra. En febrero de 1985, un Boeing 747 de Avianca afrontó la posibilidad de ser confiscado por haberse hallado a bordo un cargamento de 1.124 kilogramos de cocaína, y la empresa estuvo a punto de ser multada por más de un millón de dólares. En aquella ocasión los funcionarios de Avianca tuvieron éxito en evitar la imposición de tan draconianas sanciones, sobre la base de que no se podía, como pretende la ley norteamericana, atribuír al transportador de buena fe los actos de sus usuarios. Pero pasaron por la verguenza de verse tratados casi como narcotraficantes.
Con esas premisas, y en su afán de disparar en todas las direcciones, las autoridades estadounidenses bien podrían imponer graves penas a la compañía misma, de demostrarse la comisión de los delitos que se atribuyen a sus empleados. Porque una cosa es que los usuarios lleven cocaína y otra que los propios dependientes de la empresa estén involucrados. Al cierre de esta edición no fue posible conocer las opiniones de la empresa, pero lo que si se puede avizorar son nuevos cúmulus nimbos para los aviones colombianos en Estados Unidos.