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¡AY QUE CALOR!

El verano de comienzos del año no da muestras de disminuir y comienzan a aparecer los temores sobre los posibles efectos de las altas temperaturas sobre la economìa nacional

20 de marzo de 1995

LOS COLOMBIANOS ESTAN ardidos y no precisamente de la piedra. El verano que ha azotado al país desde comienzos del año ha sido uno de los más fuertes de la historia. Según Edgar Montealegre, meteorólogo del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), ciudades como Bogotá, Valledupar, Montería, Riohacha, Tumaco y Rionegro han sobrepasado el récord de temperatura máxima absoluta en uno o dos grados centígrados. Nunca antes los bogotanos habían salido a tomar el sol en las azoteas de un edificio. En los semáforos y en los interminables trancones de las calles de la capital es común ver a vendedores ambulantes, que antes ofrecían muñecos y cigarrillos, pregonando gaseosa y cerveza fría como si se tratara de Barranquilla. El calor que azota a buena parte del país tiene a los colombianos, además de ardidos, bastante preocupados.
La primera inquietud surgió a raíz de las explicaciones que dieron los expertos en climatología en torno de las causas del fúerte verano. El malo de la película, una vez más, es el fenómeno del Niño, el cual se caracteriza por el calentamiento de las aguas superficiales del Pacífico tropical y por un incremento notable en el nivel del mar, hechos que generan un impacto drástico en el clima. Y cuando a los colombianos les hablan del fenómeno del Niño, de inmediato aparece el fantasma del apagón. Aunque en esta ocasión el ministro de Minas y Energía, Jorge Eduardo Cock, ha sido enfático en reiteradas ocasiones al decir que no hay riesgo de entrar en una época de racionamiento energético, varias personas creen que si el verano se extiende hasta mediados de abril -como lo dicen expertos del Ideam-, a Colombia le va a tocar prender nuevamente las velas.
Pero, pese al pesimismo, lo cierto es que todavía es muy poco probable que el país sufra un racionamiento. Aunque de acuerdo con el boletín diario expedido por la Empresa de Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), el nivel de los principales embalses del país ha comenzado a descender considerablemente, la capacidad de generación térmica ha mejorado en los últimos días. Además un documento del Conpes de la semana pasada sobre estrategias para el desarrollo y la expansión del sector eléctrico dice que "con las reservas hidràulicas y la disponibilidad del parque térmico actuales, y aun con la presencia del fenómeno del Niño durante el primer semestre, el sistema podrá atender sin restricciones la demanda de energía durante el presente año". Esto demuestra que, en cuanto a un nuevo apagón, los colombianos no tienen por ahora de qué preocuparse.
El problema, sin embargo, es que el verano no sólo trae consigo el riesgo de un racionamiento energético. Desde la semana pasada la oleada de calor en Colombia ha producido 68 incendios forestales (ver cuadro), algunas ciudades del país sufren racionamiento de agua y lo más grave de todo es que el sector agropecuario, vital en la lucha contra la inflación, se ha visto seriamente afectado. La sequía en los pastizales ha disminuido la producción de leche ostensiblemente. De acuerdo con María Isabel Hidalgo, gerente de Fedecoleche, "la producción en la Costa se ha reducido en un 15 por ciento con respecto al año anterior". Por su parte, algunas cosechas de papa se han perdido debido a las fuertes heladas -la mayor de ellas de 6.4 grados centígrados bajo cero- en la Sabana de Bogotá. Quizás el único sector que no sufrió mucho fue el de las flores. Aunque Andrés Zuluaga Camacho, presidente encargado de Asocolflores, dijo a SEMANA que hasta ahora están realizando el registro de las posibles pérdidas, también afirmó que "afortunadamente las heladas llegaron ocho días después de los despachos para el día de San Valentìn en Estados Unidos, lo cual salvó al sector en cuanto a las exportaciones" .
El sector agropecuario no está particularmente preocupado. El propio presidente de la Sociedad de Agricultores Colombianos (SAC), César de Hart, afirma que "hasta el momento la dificultad en el sector agrario no es un problema generalizado, pues sólo se ha visto afectada la producción de muy pocos cultivos". Sin embargo, lo cierto es que la crisis podría venir dentro de unos meses. El verdadero efecto del verano consiste en que se atrasen las siembras. De suceder esa situación se aplazaría la llegada de las cosechas y podrían llegar a existir problemas de abastecimiento de algunos productos a partir de mediados del mes de mayo. Ese factor, a su vez, podría generar una espiral alcista en los precios de los alimentos y ocasionarle graves daños a la credibilidad del Pacto Social, incluida la meta del 18 por ciento de inflación para el año.
Fue precisamente por esta razón que el miércoles de la semana pasada el ministro de Agricultura, Antonio Hernández Gamarra, le dijo a los medios de comunicación que, de presentarse una crisis en la producción agrícola, el gobierno estaría dispuesto a importar productos para abastecer el mercado. Por un lado, esta declaración evita que desde ya empiece la especulación, pues los productores saben que si los precios suben llegarían desde el exterior artículos más económicos. Y por otro lado, sirve para tranquilizar al consumidor que teme una crisis de abastecimiento en este sector.
Esa eventualidad no le gustaría, sin embargo, a los gremios agropecuarios. Al respecto De Hart piensa que "estas declaraciones sólo sirven para prevenir al productor. Si no se tiene cuidado con el manejo de este tema, se va a ver un efecto inflacionario mayor al que realmente podría producirse".
No obstante, aparte del calor y de las eventuales incomodidades, el debate es prematuro todavía. Hasta el momento es difícil medir con exactitud las pérdidas que traería consigo el fuerte verano que están viviendo los colombianos. Si el pronóstico de los expertos del Ideam se cumple, sólo hasta mediados de abril aparecerán las lluvias, predicción que, de ser acertada, podría traer problemas graves pero no imposibles de solucionar.
Lo único seguro es que si el Niño decide crecer de tamaño y prolongarse hasta el segundo semestre, habrá que preocuparse. Si no llueve cuando toca y si no hace sol cuando se espera, no hay manera de evitar la crisis en la agricultura. Si no llueve cuando toca y el caudal de los ríos no crece como se espera, no habrá plan eléctrico de contingencia que valga. Por eso sólo queda esperar que San Pedro se aburra de tomar el sol y se ponga una gabardina para que deje caer las lluvias que toda Colombia está esperando.


¿QUIEN ENCIENDE LAS LLAMAS?
HASTA FINALES de la semana pasada el Ministerio del Medio Ambiente, la Oficina para la Prevención de Emergencias, los Bomberos, la Cruz Roja, la Defensa Civil, la Policía y otras entidades nacionales y distritales seguían trabajando a marchas forzadas para apagar los incendios forestales que se han presentado a nivel nacional y, especialmente, en los cerros orientales y en la sabana de Bogotá. Hasta el viernes pasado el balance era de 68 incendios reportados, con un resultado de 680 hectáreas de bosque arrasadas, 200 de ellas en Cundinamarca.
Estas cifras, sin embargo, debieron tener un aumento durante el fin de semana, pues aunque las autoridades tenían bajo control el 95 por ciento de los incendios, aún no se había podido acabar totalmente con ellos. La mayor dificultad, además de la falta de equipamiento que sufre el Cuerpo de Bomberos, ha sido la falta de personal. El director de la Oficina de Prevención de Emergencias, Bernardo Grau, dijo: "La falta de personal es tan crítica, que lo que nos sobra son herramientas de trabajo ".
Pero además las autoridades han visto que en varias ocasiones, después de haber logrado controlar las llamas, el incendio vuelve a aparecer al día siguiente. Este hecho las ha puesto a pensar que detrás de las conflagraciones está algo más que el intenso verano que vive el país. Sin duda los calores de más de 25 grados que se han registrado en Bogotá y en sus alrededores han facilitado las condiciones para que los incendios se presenten. Pero las autoridades tienen otras explicaciones.
De acuerdo con lo que han logrado investigar, el 90 por ciento de los incendios han sido provocados por pirómanos. Y, al parecer, estos actúan por razones diferentes al simple placer de ver las llamas ardiendo. Varias fuentes del sector ambiental consultadas por SEMANA afirmaron que es posible que se trate de personas con intereses de invadir un predio o pagadas por urbanizadores piratas que buscan convertir sus terrenos en sitios aptos para la construcción. "Los típicos invasores que queman el lote, esperan unos días y, después se apropian -dijo una de las fuentes-. Pero también está el que busca limpiar su terreno de cualquier tipo de vegetación. Como existen decretos ambientales que impiden las urbanizaciones en sitios donde hay determinada clase de naturaleza, la mejor opción que encuentran para acabar con ese obstáculo es un incendio que parezca provocado por el verano".
Sea cual sea la causa de los incendios, lo cierto es que la tragedia ecológica que están generando es inmensa. La evaluación de los daños aún no se ha hecho, pero se tiene calculado que cuando venga el invierno va a ser muy difícil controlar los deslizamientos de tierra. Por ahora las autoridades siguen invirtiendo todas sus energías en tratar de apagar los incendios. Pueda ser que después se dediquen a prevenir las terribles consecuencias de las llamas.