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Erika Yaneris Gutiérrez convivió 13 años con su esposo, el coronel de la Policía Joaquín Aldana, responsable de la seguridad en Ibagué. Los forenses establecieron que la mujer fue asesinada entre el 7 y el 8 de septiembre.

JUDICIAL

Bajo sospecha

Fuertes indicios apuntan a que tras el escalofriante asesinato de una mujer está su propio esposo, un coronel de la Policía. Los investigadores trabajan en tres hipótesis.

10 de octubre de 2009

Érika Yaneris Gutiérrez tuvo una muerte atroz. Su cuerpo desmembrado apareció disperso en las afueras de Ibagué, donde la joven señora vivía con sus dos hijitas, de 11 y 6 años, y su esposo, el coronel de la Policía Joaquín Aldana Ortiz, hoy el principal sospechoso del asesinato. El macabro caso que tiene conmocionado a todo el país está lleno de interrogantes que los investigadores intentan esclarecer.

Todo empezó el 10 de septiembre, cuando las autoridades hallaron una bolsa negra con la cabeza y los brazos de una mujer, en la vía Ibagué-Alvarado. El CTI de la Fiscalía hizo el levantamiento y los forenses determinaron que un asesino meticuloso, que le cortó las yemas de los dedos a su víctima para dificultar su identificación, había cometido el crimen dos días antes. Al siguiente día de ese primer hallazgo apareció otra bolsa que contenía el tórax; en otro punto encontraron la pierna izquierda y más tarde, orientados por una llamada anónima, los investigadores dieron con otra envoltura con los restos que faltaban.

Mientras tanto, en Cartagena la familia de Érika comenzó a sentir que algo andaba mal. Ella había llamado a su madre, Edith Gutiérrez, el 6 de septiembre luego de enviarle una encomienda. Fue una llamada rutinaria, pues hablaban día de por medio. Pero esa sería la última vez. El 10, cuando Edith recibió el envío, llamó a su hija un poco extrañada por su silencio. Pero sus teléfonos estaban apagados y como no pudo localizarla, decidió llamar a su yerno. Pero lejos de compartir su angustia, éste se limitó a tratar de tranquilizarla. Simplemente le dijo que no se preocupara, que Érika estaba en Medellín.

Al siguiente día, cuando Edith volvió a llamarlo, ya desesperada, el coronel dijo que a Érika le había salido trabajo en Costa Rica. La madre se dio cuenta de inmediato de que algo anormal ocurría y decidió poner una denuncia por desaparición. El DAS determinó que su hija no había salido del país, como había dicho su marido. La familia puso a circular la foto de Érika por Internet para tratar de dar con su paradero de alguna manera. Pasaron varios días sin que nada pasara, hasta cuando la semana pasada recibieron una llamada de Medicina Legal.

Los investigadores pidieron a los parientes ir a Ibagué para identificar algunas prendas y datos de una mujer asesinada que coincidía con las características de su familiar. Para entonces el CTI ya tenía la certeza de que la mujer descuartizada era Érika Yaneris Gutiérrez, de 32 años. Establecieron plenamente la identidad gracias a que ubicaron su carta dental. Y luego la familia confirmó sus peores presentimientos. Sólo en ese momento trascendió a los medios que se trataba de la esposa del coronel Aldana, quien había salido a vacaciones desde el día en que aparecieron los primeros restos. Cuando el CTI le notificó al coronel que la víctima era su esposa, el oficial hizo algo inexplicable: pidió su retiro de la Policía. Desde entonces no es mucho lo que se ha sabido de él, y lo poco que se conoce es preocupante.

Su abogado, Pedro José Osma, afirma que el coronel permanece en Ibagué pero que no dará entrevistas porque los medios lo han incriminado a pesar de que "es la víctima de un burdo montaje". Pero lo que nadie entiende es por qué Aldana no denunció ni les informó a sus superiores que su esposa había desaparecido. Y aun más, por qué no hizo nada a pesar de que tenía toda la capacidad y los medios para averiguar dónde estaba. Las contradicciones en las primeras respuestas que le dio a la familia también lo dejan mal parado. Y por si fuera poco, el propio director de la Policía Nacional, el general Óscar Naranjo, dijo que las explicaciones que le entregó Aldana "no son satisfactorias".

Los investigadores barajan por lo menos tres hipótesis. La menos convincente es que se podría tratar de una venganza mafiosa contra el coronel Aldana, quien les propinó importantes golpes en Medellín a grupos narcotraficantes y bandas paramilitares emergentes. Otra tesis que se explora es que el homicidio fue maquinado por el oficial. Aunque la familia de la víctima confirma que éste siempre trató bien a Érika, también se ha sabido que Aldana es un hombre que explota en cualquier momento y que cuando era instructor en la Policía solía castigar duramente a los cadetes. Por eso no se puede descartar que, obnubilado mentalmente por alguna razón, haya cometido esa barbaridad. De hecho, una de las primeras diligencias judiciales ordenadas por la Fiscalía fue someterlo a un examen siquiátrico.

"Todo es muy raro. Él es experto en criminalística y sabe mejor que nadie cómo se puede desaparecer a una persona sin dejar unas pistas tan burdas como las que hay acá", le dijo a SEMANA un investigador judicial. Por su parte, Sander Yeneris, el hermano de Érika y quien más conoce al coronel, sostiene: "No creo que Aldana haya cometido ese crimen, pero todo lo acusa. Si lo hizo fue porque se le fueron las luces".

La tercera hipótesis tiene que ver con que haya incumplido un pacto secreto. Este planteamiento sugiere que el coronel habría adquirido compromisos con criminales peligrosos a los que no pudo responderles. Desde este punto de vista se explica por qué no denunció ni alertó sobre lo que ocurría: posiblemente trataba de resolver la situación sin que nadie se diera cuenta, pero las cosas terminaron de la peor manera.

Al cierre de esta edición los investigadores interrogaban a los escoltas del coronel Aldana. Al contrastar su relato con la declaración rendida por el coronel, los investigadores esperaban determinar cuál es la verdad. Con excepción del abogado Osma, todos los conocedores del caso creen que el coronel podría ser detenido en cualquier momento.