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Gilma Jiménez (188.416) Partido Verde Dos veces concejal de Bogotá y promotora de los muros de la infamia para violadores, la prohibición de las chiquitecas, y la gratuidad en la planificación familiar. Recogió 250.000 firmas para el referendo contra los violadores de niños. Se propone hacer una ‘Ley de infancia’.

Baronesas electorales

Seis de las ocho votaciones más altas en las elecciones al Congreso fueron de mujeres. Un fenómeno nunca antes visto en la historia del país. ¿Cómo se explica?¿Quiénes son ellas?

20 de marzo de 2010

Las elecciones del domingo pasado dieron origen a una nueva expresión en el diccionario político colombiano: las baronesas electorales. Hasta ahora, y en los 200 años de historia republicana, se había hablado de los barones. Y de caciques y de gamonales. Siempre en masculino.

Pero de ahora en adelante debería primar el femenino. O por lo menos así lo indica el hecho de que el pasado 14 de marzo sólo ocho aspirantes al Congreso sacaron cerca de 100.000 votos o más y de ellos seis son mujeres. Los únicos hombres que clasificaron son Juan Lozano de la U y Jorge Robledo del Polo.

El resultado es más sorprendente si se tiene en cuenta que hace cuatro años apenas superaron esa cifra Germán Vargas Lleras, Juan Manuel López Cabrales y Gustavo Petro. Y todavía más si a eso se le suma que varias de las parlamentarias que brillaron en el Congreso que termina, como Cecilia López, Marta Lucía Ramírez y Gina Parody, decidieron no seguir. ¿Cómo se explica este nuevo fenómeno?

La mayoría de las nuevas cacicas, con excepción de Gilma Jiménez, ex concejal de Bogotá, y de Dilian Francisca Toro, actual senadora de la U, eran hasta hace poco ilustres desconocidas para el país.

La bancada feminista debería estar celebrando, pero no se ha visto el júbilo. De hecho una de las más connotadas feministas del país, consultada por SEMANA, dijo no estar “en absoluto contenta con los resultados”. Y anotó: “Esos caudales electorales no son de ellas sino de grandes caciques”.
 
Dos de las más votadas, Arleth Casado, del Partido Liberal, y Olga Suárez, del Partido Conservador, llegaron para reemplazar a personajes que están condenados o investigados por el escándalo de la para-política. Arleth, a su esposo Juan Manuel López, el gran cacique liberal, que está condenado, y Olga, a su hermano Óscar, que está siendo investigado y ha hecho de Bello (Antioquia) su gran fortín electoral.

En su defensa tanto Arleth como Olga podrán decir que lo de ellas es parecido a lo que han hecho otras mujeres en el mundo de la política, como la presidenta de Argentina Cristina Kirchner ahora, o las que han recogido las banderas de sus esposos asesinados como Violeta de Chamorro en Nicaragua, Corazón Aquino en Filipinas o las mujeres de la dinastía Gandhi en India. Si bien el hecho de que hereden no quiere decir que no se lo merezcan –al fin y al cabo, ‘detrás de todo gran hombre hay siempre una gran mujer’–, tampoco se puede decir que sea lo mismo una Indira Gandhi que una Arleth Casado.

En este grupo de ‘herederas’ también cabría otra de las nuevas cacicas. Se trata de la conservadora antioqueña Liliana Rendón, más recordada por el chat en su BlackBerry con el ex ministro Andrés Felipe Arias. Liliana es hoy representante a la Cámara y ha demostrado ser una mujer aguerrida. No obstante, la manera como se cuadruplicó su votación (de 25.663 votos en 2002 a 100.560 en 2006) se explica en buena parte por ser la candidata del gobernador de Antioquia, Luis Alfredo Ramos.

La cuarta cacica, la conservadora caucana Miriam Paredes, también saltó de la Cámara al Senado. Es todo un fenómeno político en Nariño: cuando todavía quedan votos por escrutar le faltan pocos para llegar a los 100.000. Nadie niega que su capital político es propio y lo ha hecho a pulso. Algunos dirigentes la definen como trabajadora y muy entregada a las comunidades, pero también como una “clientelista clásica” que ha sabido sacar jugo del trato preferencial en materia burocrática que ha recibido del gobierno nacional.

Las otras dos baronesas, la valluna Dilian Francisca Toro y la bogotana Gilma Jiménez, también tienen una larga trayectoria política. Dilian fue la mujer con mayor votación hace cuatro años y Gilma encontró en el referendo contra los violadores de niños un símbolo que catapultó su imagen en el país. Las dos han demostrado un trabajo consistente. Dilian fue la promotora de la ley que obliga al Estado a poner gratis la vacuna del neumococo a los niños de bajos recursos y se convirtió en un fuerte apoyo de la bancada de mujeres en el Congreso. Mientras tanto Gilma ha mantenido una línea coherente a favor de los niños a traves de los años. Sin embargo, mientras Gilma lidera una bancada que es percibida como el estandarte de la ética en el Congreso, Dilian tiene abierta una investigación en la Corte Suprema por para-política y un narcotraficante, ‘Rasguño’, acaba de decir que aportó a su campaña de 2002.

Este fenómeno de las baronesas parece ser sólo coyuntural. Y responde a la manera anárquica como se ha comportado la participación de las mujeres en el Congreso en la historia de Colombia. “No se ha dado un incremento continuado en el tiempo de cargos de mujeres en el Congreso, sino que se ha presentado una tendencia anárquica. A veces sube, a veces baja”, explica Angélica Bernal, investigadora del tema.

El renovado matriarcado tampoco parece tener un impacto sustancial sobre el desempeño de Colombia en el contexto internacional. Según el más reciente reporte de la Unión Interparlamentaria, Colombia ocupa la casilla número 110 en participación de las mujeres en los Congresos entre 138 países. Y el último entre los latinoamericanos. Al fin y al cabo, las mujeres elegidas el domingo pasado no ocupan más allá del 10 por ciento de las curules del Congreso.