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BATEMAN

JUAN GUILLERMO RIOS
27 de diciembre de 1982

Es mucho más alto de lo que uno espera. Sus espaldas son de nadador profesional, pero curiosamente para un hombre cuya vida requiere un esfuerzo físico permanente, su cuerpo es flácido. En su "afro" empiezan a abrirse paso numerosas canas.
Su piel tiene las marcas de la selva y muestra ojeras prematuras. La sonrisa es permanente y enmarca una dentadura perfecta. El bigote es poblado y evoca a los héroes de la revolución mexicana.
Es extraordinariamente simpático. Desde el momento de estrechar su mano, cualquier nerviosismo que se pudo haber tenido desaparece inmediatamente. La comparación de las versiones que uno ha oído sobre la personalidad de Fidel Castro, son inevitables: una enorme presencia física, una informalidad a flor de piel y una mezcla de serenidad y energía poco comunes. Como periodista lo que más llama la atención es su facilidad de expresión. A diferencia de algunos personajes de nuestra vida política, Bateman carece de toda inhibición ante el entrevistador. Habla de corrido, sin pensar largo, pero sus respuestas son originales y elocuentes. Inmediatamente se da uno cuenta de que si ingresara a la vida política institucional sería un "hit".
Su cabeza es un computador. Sus teorías van respaldadas de múltiples estadísticas, que maneja como si las estuviera leyendo. Habla de número de camas por hospital, cupos escolares, niveles de desnutrición, y toda suerte de indices con gran acomodo. El déficit fiscal, según él, asciende a 220 mil millones de pesos y no puede uno dejar de preguntarse con base en qué, en medio de la selva alguien pueda hacer una afirmación tan concreta y con tanta seguridad. Me llamó también la atención el dominio que tiene sobre la terminologia médica que hace parte de su jerga: neuropatía, carditis, usagre, epifisis.
A algunas de estas palabras irrecordables le atribuye la flacidez de su cuerpo. Es un permanente mamador de gallo y su conversación está en todo momento salpicada de apuntes. En esto encontró un digno rival en mi compañero de viaje, Julio Sánchez Cristo. Apenas lo vio lo primero que le dijo fue: "Julio, yo te conozco mucho, inclusive te tenía en la lista". Al despedirse cuando ya eran "íntimos amigos", le manifestó que no recordaba a nadie que le "hubiera mamado gallo a él en esa forma y que se lo hubiera tolerado". De inmediato se percibe su autoridad sobre la gente que lo rodea. A pesar de su temperamento informal hay un respeto permanente y las distancias se guardan. La vida en el monte es espartana y disciplinada. Madrugada de rigor, horarios rigidos, raciones escasas y sueño tempranero son las normas. Las distracciones son pocas. En su personalísimo estilo él mismo aclara: "Cómo nos vamos a distraer... si nos ponemos a jugar fútbol en estas selvas llega el Ejército y nos mete un gol" . El descanso, cuando lo hay, va acompañado del transistor o de un TV portátil que alcanza para todos. Son muchos más hombres que mujeres, y hay varias sorprendentemente bellas. Curiosamente, no hay machismo. Hay igualdad de responsabilidades. Tanto los hombres como las mujeres cocinan y lavan platos y hasta pegan botones.
Y seguramente esta igualdad se extiende a los riesgos en los campos de batalla. Se desplaza permanentemente. Nunca duerme el mismo día en el mismo sitio. No sé si por difraz o por el clima, se cambia de vestimenta varias veces al día.
Su vida realmente parece una película. Para llegar a él son necesarios múltiples medios de transporte, contraseñas, esperas, etc. Julio Sánchez, quien tiene un agudo sentido del humor, lo describió como mitad James Bond y mitad Get Smart. El mismo para describir su vida, utiliza la palabra "azarosa". Pero a pesar de los permanentes peligros que ésta con lleva y de los múltiples rigores que exige, lo cierto es que demuestra vivirla intensa y plenamente.