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BELISARISTAS ROJOS

Pertenecen al sector más controvertido del partido liberal: los que no votaron ni por López, ni por Galán, sino por Belisario. ¿Quiénos son?

30 de agosto de 1982

¿Quién, en el fondo de su conciencia, no se ha sentido culpable, siquiera por un momento, de belisarismo subido? ¿Quién, cualquiera que sea su tendencia, gusto o profesión de fe política? Nadie podría lanzar la primera piedra. Y la explicación es simple. El belisarismo, a más de una tremenda fuerza política, es un virus. Ataca repentinamente, y sus efectos muchas veces son permanentes. Ese virus, al que se podría llamar también "carisma político", empezó a circular en 1969, cuando los liberales belisarizados, que el 30 de mayo llegaron al millón de personas, eran apenas tres. En aquella época, Betancur, que ya en el año 62 había coqueteado con la precandidatura, se lanzó, contra todo pronóstico y todos los acuerdos de liberales y conservadores, en pos de la presidencia. Recibió una derrota estruendosa, pero obtuvo cuatrocientos mil votos. Entre ellos estaban los de Alvaro Uribe Rueda, Enrique Pardo Parra y el periodista Pedro Acosta.
Algunos de los liberales que le acompañaron entonces, ya no están hoy con él. La mayoría hizo tránsito al lopismo del 74, al llerismo o al galanismo -en forma transitoria- y por último, huérfanos políticamente, se refugiaron en la tolda tricolor de Belisario.
Pero no constituyeron un movimiento coherente y organizado. Cada uno sufrió un proceso individual algunas veces más afectivo que político.
Algunos de los nombres más destacados que se incluyeron en esa beligerante lista son los de Alberto Lozano Pedro Cadena Copete, Mario Suárez Melo, Margarita Vidal, Joaquín Vallejo, Guillermo Hernández Rodríguez, Marta Fernández de Soto y Gloria Gaitán. Liberales todos de vieja data, coinciden en forma asombrosa y sin haberse puesto de acuerdo, en que su belisarismo no choca con el resto de sus convicciones políticas.
Su procedencia y su fervor belisarista los convierte ahora en materia de controversia. Aunque ya antes se habían hecho breves referencias a su condición de "expósitos" políticos, sólo hasta que se conoció la carta del expresidente López a sus partidarios en la junta parlamentaria, el miércoles, se supo que el liberalismo oficialista los vetaba.

FIEBRE PERMANENTE
Muchos practicaron un "criptobelisarismo" durante largo tiempo, tal vez hasta la campaña del 78. Entonces se destaparon. Otros exhibieron su simpatía política sin reticencia ninguna. Pero algo estaba claro para todos: belisarizarse no significaba conservatizarse.
Si de antiguedad al lado de Belisario se trata, hay que empezar por Margarita Vidal. Su liberalismo es una posición ante la vida, más que ante la política, y dentro de esa óptica encaja perfectamente su adhesión a Betancur. No tiene nada que ver, en cambio con el fervoroso belisarismo de su esposo Iván Puyo, que sigue al antiguo candidato desde 1962. Es una coincidencia feliz, simplemente. Margarita sintió el virus y se hizo belisarista a pesar de la derrota del 70, y mezcló adecuadamente su convicción íntima de que "ese era el hombre" en la política, con una amistad personal en la que Belisario ha avanzado hasta convertirse en padrino de Federico, el hijo menor de Margarita.
Margarita Vidal no ha cambiado sus ideas liberales a causa de su adhesión a Belisario. Cree, más bien, que los planteamientos sociales y políticos de Betancur tienen un alto contenido de liberalismo. El carisma de Betancur, además de la convicción de que se trata de un hombre honesto y que llena los requisitos necesarios para gobernar, llevó a la experimentada periodista a una adhesión que está por encima de problemas "sectarios y de partido". Y ello le ha granjeado no pocas acusaciones gratuitas. Poco antes de las elecciones se dijo que ejercía parcialidad periodística desde la dirección de "Cromos". Margarita debió demostrar, mediante una exacta lista de entrevistas y artículos, que el espacio dedicado a la política en su revista se había distribuido milimétricamente entre los diferentes grupos. Lo que demuestra que se puede combinar una adhesión política con la objetividad necesaria profesionalmente.

UN CASO FULMINANTE
Pero si Margarita Vidal es la "belisarizada" más antigua del liberalismo, el más notable es el parlamentario Guillermo Hernández Rodríguez. Mezcla de diferentes posiciones y corrientes, Hernández Rodríguez transitó por la izquierda, militó en el liberalismo oficial durante la década del cincuenta, batalló al lado de López en el MRL y llegó finalmente a la Anapo. Hernández Rodríguez, considerado una autoridad mundial en indigenismo, fue presidente del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia. Y a pesar de ese corte revolucionario que lo caracteriza -o precisamente por ello- fue tocado por el virus belisarista hace apenas cuatro meses, después de abandonar la política tras la campaña liberal de 1974. "Yo sigo siendo lopista. El que abandonó el lopismo fue López".
Algunos liberales belisarizados coinciden en haber militado en algún momento al lado de Carlos Lleras, y en haber votado por López en el 74. Entre ellos está el abogado caleño Mario Suárez Melo, exministro de Agricultura del gobierno de Lleras y consultor de la FAO. Llegó al Movimiento Nacional promovido por Betancur, convencido de que tal organización respondía a una necesidad política, que no podía ser tratada con conceptos de partido, sino de una manera conjunta.
Suárez Melo tiene también aficiones, distintas a la política. El cine, por ejemplo. Ha escrito dos libros sobre legislación cinematográfica, y preside la asociación colombiana de esa industria. Su oficina de abogado está situada exactamente encima de la de Betancur, en la carrera sexta con calle 34, y su relación personal los ha llevado a tener negocios jurídicos juntos.
Joaquín Vallejo Arbeláez fue la bomba de los belisarizados. Se supo de su adhesión muy poco antes de las elecciones, hacia el 20 de mayo, cuando firmó una carta que diferentes intelectuales enviaron a Betancur expresándole su simpatía política. Vallejo -que viene del llerismo y fue ministro de Desarrollo- ya le había comunicado a Belisario, viejo amigo suyo, que se uniría al movimiento nacional unos cuatro meses antes. Pero esperó la ocasión más apropiada.
El caso del laboralista Pedro Cadena Copete es diferente. Liberal de la época de López Pumarejo, conoció a Belisario cuando éste era ministro de Trabajo, y Cadena asesoraba a las centrales obreras. Cadena Copete sólo ha hecho política en dos ocasiones: con Gaitán y con Betancur. Ello no quiere decir que se haya salido nunca del partido, aunque sus planteamientos siempre fueron "de carácter nacional". Fue él uno de los primeros en pensar en movimiento nacional, y así se lo comunicó a Betancur. Cadena le envió una carta cuando era embajador en España, mucho antes de que "sonara" como candidato. "El movimiento nacional ha recibido la herencia de los grandes caudillos nacionales, que en su mayoría han sido liberales", sostiene Cadena Copete. Y lo cree.
La adhesión a Belisario, como la fiebre, es individual, temporal, recurrente. Así le sucedió, por ejemplo, a Gloria Gaitán, quien, tras padecer fiebre belisarista en privado, se "destapó" en un discurso encendido durante el cierre de la campaña, en Barranquilla.
Pero el caso más flagrante de fiebre belisarista es el de Alberto Lozano Simonelli. Liberal y llerista a ultranza se alejó de la política hace casi diez años. En el 78 votó, inconforme, por el general Alvaro Valencia Tovar. Y de repente se vio tocado por la fiebre. Adhirió fervorosamente a Belisario, y le siguió durante la campaña pasada, dejando claramente establecida su convicción de que liberales como él "que no están siendo conducidos... y de cuya adhesión a la doctrina liberal no hay duda", votarían por Betancur, masivamente, como en efecto lo hicieron.