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Benditos votos

Los partidos y los candidatos se pelean el apoyo de los grupos cristianos que, por su magnitud y disciplina, pueden inclinar la balanza en las próximas elecciones.

26 de agosto de 2005

"Nos identificamos con él en muchas cosas. Él defiende el modelo bíblico de sociedad, basado más en deberes que en derechos. Él proclama la importancia del núcleo familiar", afirma un pastor bautista al referirse al presidente Álvaro Uribe. El pastor, al igual que muchos otros cristianos, recibió con beneplácito el pronunciamiento presidencial de la semana pasada frente al aborto. Según el Primer Mandatario, la sanción gubernamental del Protocolo de la ONU contra la discriminación de la mujer no obliga al país a despenalizarlo.

No es la primera vez que un 'sermón' presidencial tiene tanta acogida entre los cristianos. Hace unos meses, en medio de una multitudinaria reunión organizada por la Misión Carismática Internacional en el coliseo El Campín, Uribe se había pronunciado a favor de la castidad. "Hay que aplazar la sexualidad. Ese gustico es para la familia", les dijo a los jóvenes en medio de los fervorosos aplausos de más de 10.000 personas.

Pero la simpatía del Presidente entre los cristianos no sólo se limita a la fe, sino se extiende a asuntos más terrenales: los votos. En las elecciones pasadas, buena parte de las organizaciones políticas que los aglutinan le dieron su respaldo. Sobre todo los miembros del Partido Nacional Cristiano (PNC) que lideran el pastor César Castellanos y su esposa, la ex congresista Claudia Rodríguez. Aunque no fueron la única causa del triunfo de Uribe, muchos analistas creen que su apoyo fue muy significativo. En 2003 la revista Cromos registró cómo, después de que a comienzos de 2002, esta organización lo respaldara públicamente, el candidato alcanzó a Noemí Sanín y a Horacio Serpa en las encuestas. El homenaje de los esposos Castellanos no fue nada sencillo. Convocaron a 16.000 cristianos reunidos en el coliseo el Campín de Bogotá a votar por él. Y lo hicieron después de repetir una de las frases bíblicas que según, ellos, han orientado sus vidas. "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre y serás bendición", dijeron.

Ya en el Palacio de Nariño, el presidente Uribe nombró a Claudia Rodríguez embajadora en Brasil. La líder cristiana acaba de regresar al país en medio de cuestionamientos por haber descuidado la delicada gestión diplomática para dedicarse a contactos y actividades con sus correligionarios, y adhirió a Cambio Radical. Con ello, contribuyó a que éste, el partido que lidera el senador Germán Vargas, siga consolidándose como la máquina electoral más poderosa del uribismo. Al fin y al cabo, el PNC es la mayor organización política de los cristianos en Colombia y cuenta con más de un millón de seguidores.

Aun cuando, como el resto de movimientos cristianos, el PNC se ha destacado en la política desde la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, la organización religiosa en la que se apoya existe desde 1983. Se trata de la Misión Carismática Internacional (MCI), una Iglesia que se ha ido expandiendo hacia otros lugares. En la actualidad cuenta con casi 40 sedes en Colombia, España, Canadá, Estados Unidos y Chile. Y su caudal electoral es el más cotizado. Claudia Rodríguez obtuvo 200.000 votos en las penúltimas elecciones a la Alcaldía de Bogotá y facilitó el segundo triunfo de Antanas Mockus con su retiro de la competencia y su afirmación que lo prefería como candidato frente a María Emma Mejía.

La estrategia para consolidar el imperio de MCI lleva por nombre G12 y está inspirada en los 12 apóstoles. "Nos atrevimos a soñar con multitudes transformadas por el poder del Espíritu Santo contando con miles de células que llevan el mensaje de salvación a los diferentes hogares", declaran los esposos Castellanos Rodríguez al explicar en su página web que cada uno de los miembros de la misión tiene que traer a ella 12 más para, así, "cumplir con el mandato bíblico dado por el Señor en Mateo 28:19; id y haced discípulos a todas las naciones de la Tierra".

Junto al Partido Nacional Cristiano, hay otros tres grupos con presencia política significativa. Ellos son Compromiso Cívico Cristiano con la Comunidad (C4), Mira y el Frente de Esperanza. Aunque todos tienen los mismos fundamentos ideológicos, se diferencian por la relación que tienen con diferentes Iglesias y el tipo de cristianismo que promueven.

C4, por ejemplo, no proviene de una Iglesia como tal. Es la versión criolla de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo promovida por el laico estadounidense Bill Bright alrededor de 1950. En Colombia se denominó primero Cruzada Estudiantil Universitaria de Colombia, y después, bajo el liderazgo del senador Jimmy Chamorro -quien obtuvo 65.000 votos las pasadas elecciones-, se consolidó como C4. Chamorro afirma que ha recibido varias invitaciones para adherir a diferentes partidos, con miras a las elecciones parlamentarias de marzo próximo. En particular de Cambio Radical, Polo Democrático y el Nuevo Partido. Sin embargo, insiste en que mantendrá "una línea independiente acorde con el proyecto político de centro" que busca construir. Que haya sido objeto de los coqueteos de organizaciones tan separadas ideológicamente como el Polo y el uribismo es explicable porque sus posiciones no se han casado con ninguno de los dos extremos. Criticó con vehemencia la reelección y el referendo, pero ha apoyado incondicionalmente al presidente Uribe en temas como la política exterior, la ley de pensiones y la Ley 100. También votó negativamente la moción de censura contra el ex ministro de Defensa Jorge Alberto Uribe.

Todos los sectores políticos consideran que los cristianos pueden inclinar la balanza a su favor. Por su carácter religioso, son la fuerza política más disciplinada. Un rebaño que sigue las orientaciones políticas del pastor. Y que cuenta, además, con la infraestructura para alimentar sus maquinarias que se encuentran en la frontera entre la religión y la política. O que acuden a la espiritualidad para llegar al poder. La mayoría de grupos cristianos tienen periódicos y emisoras radiales. Algunos, incluso, operan canales de televisión. Y de este poder es consciente la mayoría de sus dirigentes, quienes coinciden en que ayudaron al triunfo de Ernesto Samper en 1994 y al de Álvaro Uribe en 2002.

Por eso también han sido varias las propuestas de sectores uribistas al Movimiento Mira. La senadora Alexandra Moreno Piraquive es la líder de esta organización que existe formalmente desde 2000, y está buscando proyectar una imagen laica en aras de ampliar su electorado. "No podemos dedicarnos a representar a personas de una sola religión porque Colombia es un país diverso", afirma. Sin embargo, los orígenes religiosos de Mira son evidentes. Incluso, entre la comunidad cristiana muchos lo perciben como una secta: "son fundamentalistas, se dedican a hacer un trabajo profético", le dijeron a SEMANA varios líderes cristianos. Moreno obtuvo más de 80.000 votos, de los cuales buena parte fue de colombianos residentes en España, Estados Unidos, Panamá y Venezuela. Al menos en los dos primeros países, Mira tiene influencia. Al igual que C4, Mira busca lanzar listas independientes al Congreso, tal y como lo hizo en las elecciones pasadas, en las que Moreno fue la única candidata que se dio el lujo de no apoyar a algún candidato presidencial. Sólo que en esta oportunidad, según las nuevas normas, deberá alcanzar el umbral, que se estima en unos 250.000 votos. "Es difícil, pero hemos hecho un trabajo social y comunitario serio que reconoce la gente", dice Moreno.

El cuarto sector de cristianos es el Frente de Esperanza, fundado por la ex parlamentaria Vivian Morales. Su organización tuvo impacto en la Asamblea Constituyente: fue la que más presionó, en asocio con el PNC, la inclusión del principio constitucional de la libertad de cultos. También a mediados de los 90, cuando Morales estuvo en el Congreso. Sin embargo, el poder del movimiento de Vivian está reducido. Se alejó de la actividad política y muchos de sus fervorosos seguidores dejaron de reconocerla como líder por haberse divorciado para volver a casarse. Por la cercanía que siempre ha tenido con el Partido Liberal -del cual fue codirectora- es muy posible que, de hacerlo, termine apoyando sus listas al Congreso.

A pesar de que los cristianos saben de los alcances de su poder, no parecen ser conscientes de la necesidad que tienen de agruparse para superar el umbral electoral. El PNC, abiertamente uribista, ya adhirió al grupo de Germán Vargas, y los demás siguen proclamando su independencia. A comienzos de este año, trataron de armar una gran coalición, pero sus diferencias impidieron que este objetivo fuera posible. No sólo por razones de carácter ideológico -en cuyos elementos centrales coinciden-, ni tampoco por negarse a compartir a los fieles. Los motivos políticos son los que más cuentan: "No siempre que la Iglesia pierde un pastor gana un buen político. Pero como los líderes están acostumbrados a convocar a tanta gente, se obsesionan por el poder", reconoce un pastor.

En el momento en que fue proclamada la Constitución de 1991, se dio paso a la representación de diferentes sectores en la política. Entre ellos, las minorías étnicas y religiosas. Sin embargo, el sentido de las normas que promovieron el pluralismo se desvió. Proliferaron las microempresas electorales, y los partidos políticos se debilitaron. Algunos grupos de cristianos, después de liderar una serie de iniciativas de acción afirmativa necesarias para garantizar la libertad religiosa, aprovecharon las circunstancias. Ante la falta de credibilidad de los políticos tradicionales, convirtieron a sus seguidores en rebaños electorales. Y no hay que olvidar que quien vota por razones religiosas, no necesariamente lo hace pensando en el bien general, sino de acuerdo con su credo íntimo.

Crítico de lo anterior, un grupo de cristianos defiende la necesidad de que comunidades religiosas como las suyas planteen propuestas de país no necesariamente desde partidos confesionales. En otras palabras, le apuestan a que haya ideas cristianas que puedan promover desde distintas plataformas. Este grupo se llama 'Dignidad' y lo lidera el ex congresista Carlos Eduardo Acosta. "El problema con muchos movimientos cristianos es que todos defienden una posición religiosa, pero pocos tienen argumentos públicos", señala.

Entre algunos sectores del cristianismo, ya hay conciencia acerca de lo regresiva que puede ser la intervención de la religión en la política. La Constitución de 1991 promovió la libertad de cultos, pero también planteó la existencia de un Estado no confesional. Y eso no se les puede olvidar a dirigentes que han buscado el apoyo electoral en organizaciones religiosas apoyándose en discursos retardatarios. Es el caso del presidente Uribe, quien se ha ganado la devoción de los cristianos a punta de intervenciones frente a temas que -como la sexualidad- son susceptibles de políticas públicas, pero dependen de una decisión personal.

Claudia Rodríguez de Castellanos volvió de su embajada en Brasil para dedicarse de lleno a la política. Y, por lo que dejan ver los hechos recientes, para promover la causa de la reelección. Un apetitoso bocado para la estrategia de la eventual candidatura del presidente Uribe. Pero, también, un desafío. Porque los compromisos ideológicos con un grupo pueden ir en contra de la vocación pluralista de la Nación y de la naturaleza constitucional del Estado secular, que tiene que respetar como Presidente. Religión y política constituyen una mezcla que no siempre funciona, y que puede ser explosiva.