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Bien comprados, mal explicados

La adquisición de 46 tanques y 20 piezas de artillería por casi seis millones de dólares es coherente con los propósitos del gobierno, pero éste se enredó al justificarla.

29 de febrero de 2004

Uno de los mensajes del presidente Álvaro Uribe en su gira por Europa de mediados de febrero fue la insistencia en que este continente reconsiderara su negativa a darle ayuda militar a Colombia. Y el único país europeo que ha escuchado esta petición del gobierno colombiano y ha dado ayuda militar contante y sonante es España. Al finalizar 2003 firmó con Colombia un convenio de apoyo militar y estratégico de 17 puntos que, según documentó El Espectador en noviembre pasado, incluyó la transferencia de tecnología para la fabricación de cartuchos de fusil y ametralladora, simuladores para helicópteros Black-Hawk, aviones de transporte marca Casa, bombas de alto poder, vehículos de vigilancia en carreteras y los tanques AMX 30, tan discutidos esta última semana.

Como parte de la evolución del convenio, el gobierno español de José María Aznar resolvió hace unas semanas darle a Colombia 46 tanques AMX y 20 piezas de artillería. Se acordó ponerles un precio casi simbólico de 5,7 millones de dólares, para un arsenal que en el mercado costaría más de 120 millones de dólares, para ahorrarse los trámites de donación que son muy engorrosos en los dos países. El precio incluye munición, transporte hasta Colombia, entrenamiento de las tripulaciones y mantenimiento.

Parecía el negocio perfecto. Colombia había pedido ayuda militar a Europa, España estaba de acuerdo y el primer cargamento era realmente una ganga. ¿Por qué entonces tanta polémica?

Primero, porque hubo informaciones erróneas acerca del costo y se habló de que Colombia pagaría 100 millones de dólares por el equipo. Esa duda ya se despejó. Segundo, porque surgió la pregunta -muy razonable- de si realmente estos armamentos hacían parte de la estrategia de seguridad del gobierno, cuya prioridad evidente es restablecer el control del Estado en el territorio nacional. En decir si en este caso, como escribió Rodrigo Pardo en El Tiempo, "las prioridades de gasto militar las fijan las gangas o la cooperación internacional". En un principio, el gobierno se enredó en la respuesta, pues aseguró que estos tanques servían para la lucha antiguerrillera y nadie entendió bien cómo tanques gigantes que pesan más de 30 toneladas pueden andar persiguiendo guerrilleros en la selva.

Este es el argumento que enredó al gobierno. Según el Ministerio de Defensa, los tanques sí sirven para patrullar zonas planas como Arauca, La Guajira o algunas otras regiones llanas en Caquetá o Meta. Según esa explicación, los soldados tienen a veces que hacer estos patrullajes en vehículos inadecuados, que pueden caer fácilmente en una emboscada. Además, un camión cualquiera no sirve de disuasivo para quienes estén planeando un ataque y un tanque sí. Entonces, argumentan, los tanques sí ayudan en la guerra contra los grupos armados ilegales. Sin embargo, en el transcurso de la semana, varios expertos opinaron que estos tanques no movilizan tropa y sólo sirven para combatir ejércitos convencionales.

Tercero, porque surgió la pregunta de si sirven estos carros de combate o son de esa chatarra vieja que suelen regalar los países desarrollados para deshacerse de ella. El Ministerio asegura que son los tanques que estaban usando los propios españoles en Irak y si son buenos para ellos, ¿por qué dudar que sean buenos para los colombianos?

Cuarto, por la reacción en Venezuela. Obviamente, el inestable régimen de Hugo Chávez estaba en la mente del gobierno cuando decidió comprar los tanques. La frontera está muy caliente, y no sobra poner allí un poderoso disuasivo. Además dicen en Defensa que Colombia tiene la obligación de tener cierta capacidad de desanimar cualquier aventura bélica de los vecinos, así esta sea menor que la que exhiben muchos de ellos. Sólo Venezuela tiene 200 tanques del estilo de los AMX-30. El ex ministro venezolano Fernando Ochoa Antich advirtió que la compra "rompía el equilibrio estratégico" con su país, pero no aportó datos precisos que lo demostraran.

Quinto, porque se dijo que el país no debería estar gastando dineros en armamentos costosos, cuando se están recortando programas sociales que podrían ser más estratégicos para apuntalar la seguridad democrática. Este último es más de fondo y pone sobre la mesa el dilema de 'cañones o mantequilla'. ¿Más armas traerán la paz? Los que creen que la respuesta es negativa siempre rechazarán esta o cualquier inversión bélica. Pero esta no es en principio incoherente con la política del gobierno de Uribe, que está convencido de lo contrario.

En suma, puede que los tanques no sean la compra ideal para el propósito primordial del gobierno de derrotar a la guerrilla, pero tienen la ventaja estratégica de que es la primera vez que Colombia obtiene ayuda militar de un país europeo. Lo cual no es poca cosa.