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La PTAR Salitre está ubicada al noroccidente de la capital. | Foto: Acueducto de Bogotá

INFRAESTRUCTURA

La planta de tratamiento que agita el debate en Engativá

Parte de la comunidad, sectores políticos y defensores ambientales están enfrentados por la construcción de la planta de tratamiento de aguas residuales en Bogotá. El Distrito tiene una orden judicial que le obliga a ejecutarla.

Kendry Serrano
31 de agosto de 2016

La ampliación y optimización de la planta de tratamiento de aguas residuales (PTR) Salitre en la localidad de Engativá ha generado acaloradas discusiones en Bogotá por sus implicaciones sociales y ambientales.

La obra, que hace parte de las acciones para recuperar el río Bogotá de la contaminación que lo afecta, ha encontrado varios detractores, en especial algunos habitantes que viven en el radio del antiguo botadero del Cortijo, sitio que hace parte de la ampliación de esta PTR.

“Me despierto con el canto de los pajaritos, miro al frente y no veo carros. Todo es verde y las puestas de sol son maravillosas. Eso es lo que no queremos que destruyan. No queremos que nos cambien el paisaje que tenemos por la vista de una planta de residuos y tampoco queremos convivir con esos olores”, le dijo a Semana.com José Domingo Farfán, de 75 años, uno de los principales opositores de la ampliación en esta zona de la ciudad.

Sin embargo, el problema va mucho más allá de lo que se piensa. Por un lado, el Distrito tiene la obligación de cumplir una sentencia del Consejo de Estado que en el 2014 le exigió tomar acciones que permitan revertir el daño ambiental que existe sobre el río Bogotá. Y por el otro está el hecho de que en la zona donde se va a hacer la aplicación, según un estudio hecho ese mismo año por la oficina de Gestión Ambiental, hay 31 especies vivas, sumado al hecho de que a menos de 100 metros del Cortijo viven alrededor de 8.000 personas, quienes se verían afectadas por los malos olores y gases tóxicos que expelería la planta.

Según Rosalina González Forero, doctora en Ingeniería Civil con énfasis ambiental, la solución está en buscar un sitio alternativo para la obra. “Ambos tienen la razón, el Distrito porque debe hacer todo lo posible por descontaminar el río y la comunidad por no querer verse afectada por los olores y por defender las especies vivas que hay. Una de las posibles soluciones sería que en vez de construir un espejo de agua artificial más grande que el que existe como compensación ambiental, se traslade al proyecto de esa zona y no se toque el que ya existe con toda la vida que hay allí”.

Las razones enfrentadas

Según el estudio Antecedentes para la regulación de los olores en Chile (2013), “todos los procesos asociados a aguas servidas tienen potencial de emisión de malos olores. Por lo tanto, la generación de olores molestos es inherente en plantas de tratamiento de aguas y servicios”.

Sin embargo, Néstor Franco, director de la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR), encargada de regular el proyecto, afirmó que “con el acompañamiento técnico del Banco Mundial se ha decidido que la planta se construirá con tecnología de punta que impedirá malos olores, ruidos y vectores (roedores). Los habitantes tampoco tienen que preocuparse por el gas metano porque este será utilizado para generar energía”.

Otra de las razones para que los habitantes del sector rechacen la planta de tratamiento está relacionada con las características de humedal que tiene el espejo de agua que se formó con la construcción de la primera fase de la planta de tratamiento de aguas residuales a final de los años 1990.

De acuerdo con el estudio hecho por la oficina distrital de Gestión Ambiental en el 2014, “las entidades ambientales deben cumplir las obligaciones legales respecto a la protección de la fauna en condición de vulnerabilidad del espejo de agua estudiado”.

Frente a esto la CAR le dijo a Semana.com que “cuando se hizo la primera fase de la PTR se generó un espejo de agua que con el tiempo albergó especies vivas. Pero dentro del proyecto se va a construir otro mucho más grande, que ya se está llenando de fauna y flora”.

La posible desvalorización de los predios que están alrededor del terreno donde se construirá la planta y la precaria socialización son otros de los factores que preocupan a los habitantes del sector.

“El valor de las viviendas de las personas que viven en la zona va a disminuir automáticamente porque nadie quiere tener como vista principal una planta de tratamiento ni olores fétidos permanentes. Es un daño social y ambiental irreparable”, dijo Jairo Cardozo Salazar, concejal que promueve un proyecto para la revaluación del proyecto.

Néstor Franco afirmó que “quienes compraron terrenos en el sector lo hicieron conscientes de que existía este proyecto. Incluso, cuando se mudaron ya estaba construida la primera fase. Hoy los predios se han valorizado en 600 %, que es bastante, teniendo en cuenta que esta planta no tiene tecnología de punta como va a tener esta”.

La CAR argumentó que desde hace dos años vienen realizando mesas de trabajos y pedagogía relacionada con el proyecto a toda la comunidad, y que en los próximos días realizará actividades complementarias.

¿Se puede construir la planta en otro sitio?

La propuesta de algunos miembros de la comunidad y líderes políticos que se oponen a la construcción de la PTR sugiere que se busquen alternativas de construcción. Sin embargo, según la CAR, esto no es posible porque implicaría cambiar todo el trazado del alcantarillado de la ciudad.