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Quince años después de que los vendedores ambulantes fueran desalojados de la plazoleta, estos vuelven a invadirla con el consentimiento de las autoridades distritales. | Foto: Carlos Bernate

BOGOTÁ

El deplorable estado de la plaza de San Victorino

Un lugar concebido para el esparcimiento ahora se encuentra en mal estado e invadido por vendedores ambulantes y habitantes de la calle.

30 de mayo de 2015

Visitar San Victorino se ha convertido en una carrera de obstáculos. Además de tener que caminar por calles destrozadas, que estaban cubiertas de adoquines, quienes van a comprar algo al puerto comercial más grande de Bogotá también deben esquivar a cientos de vendedores ambulantes que se han tomado la plaza y las calles para vender, desde juguetes y zapatos ‘Made in China’ hasta chicharrones fritos hechos en manteca recalentada, que se pueden degustar en comedores tendidos en calles o aceras. Todo esto sin contar que los transeúntes deben estar alerta para no ser víctimas de un raponazo o no chocar con algunos de los habitantes de la calle que también usan la plaza para dormir.

Pero si caminar este populoso sector de la capital es toda una tortura, transitarlo en carro es aún peor. Ir de la calle 13 a la 10 por la carrera 13 puede durar entre 30 y 45 minutos. Trayecto que a la altura de la plaza de San Victorino parece una trocha, debido al deterioro del adoquinado. San Victorino de hoy dista mucho de la hermosa plaza que fue devuelta a la ciudad a mediados de 2000.

Ese año la plaza, inaugurada por el entonces alcalde Enrique Peñalosa, se convirtió en el símbolo de la renovación urbana y de la recuperación del espacio público de la ciudad. Desde ese momento los bogotanos pudieron disfrutar de un espacio que antes no existía, pues había sido invadida por casetas metálicas y ventorrillos que comerciantes informales habían construido y convertido en locales. En la mitad de ese espacio se construyó un espejo de agua y fue puesta una mariposa abstracta de hierro realizada por el maestro Edgar Negret.

La recuperación de este espacio público no fue fácil, pues contó con la oposición de 1.500 comerciantes informales y costó 8.800 millones de pesos (7.000 en indemnizaciones entregadas a 700 vendedores y 1.800 en la adecuación de la plaza y las calles aledañas). Sin embargo, la nueva imagen de San Victorino no duró mucho. En 2003 la mariposa estaba cubierta de grafitis y las motobombas que hacían circular el agua de la fuente que la rodeaba se dañaron. Paulatinamente el sector comenzó a ser invadido por vendedores ambulantes que ofrecían sus mercancías en carretas para así poder evadir el control de la Policía.

No obstante, la situación se hizo más dramática en 2010 cuando el Distrito comenzó a prestar la plazoleta a los vendedores ambulantes para que pudieran trabajar durante la temporada navideña sin ser molestados por las autoridades. Para la administración de la época estos préstamos fueron la solución perfecta “para organizar la avalancha de vendedores informales que cada año llegaban a la zona a vender sus productos”. Pero para los comerciantes la decisión de la Alcaldía aceleró el deterioro de San Victorino. Según Patricia Calderón, administradora de seis edificios y líder de la zona, las casetas que se han armado en las temporadas navideñas dispararon la presencia de vendedores ambulantes y aceleraron la destrucción del adoquinado.

Juan Diego Pineda, edil de la localidad de Santa Fe por el Partido de la U, dice que con la administración de los progresistas el problema de los vendedores ambulantes se disparó porque “Petro considera que ellos son ‘emprendedores populares’ que tienen el derecho de llevar a cabo sus actividades en la vía pública”, lo que explica que cualquier esquina o espacio de San Victorino está siendo invadido.

Varios comerciantes consultados por SEMANA, que prefirieron mantenerse en el anonimato, dicen que es tal el grado de permisividad con las ventas ambulantes, que las tradicionales ‘batidas’ que hacía la Policía para decomisar estos puestos dejaron de realizarse hace varios años; incluso citan como ejemplo los piqueteaderos ubicados en la carrera 13 entre la avenida Jiménez y la calle 14 en los que sus dueños instalan no solo las vitrinas sino varias mesas que invaden casi todo el andén y parte de la calle. Por eso, hicieron un llamado para que se recupere el espacio público y no se destruya más el comercio formal.

Pero el problema con los vendedores informales no es solo la invasión del espacio público, detrás de este fenómeno se esconde una mafia encargada de cobrarles a estas personas una cuota diaria para permitirles trabajar. “¿Ustedes creen que cualquier persona puede instalarse en la plaza y vender sus productos? Pues no, allí hay personas encargadas de alquilar el espacio público. Es más, en la temporada navideña, en donde es permitido colocar casetas en la plazoleta, existen los caza-ferias, quienes se encargan de obtener los permisos para utilizar el espacio público y luego lo arriendan hasta por más de un millón de pesos”, afirmó una comerciante.

A las ventas ambulantes se le ha sumado otro negocio: el de la prostitución. Desde horas de la mañana se ven sentadas en la fuente de la Mariposa, mujeres que cobran entre 10.000 y 15.000 pesos por sus servicios. Aunque la prostitución no es un negocio ilegal, los comerciantes de la zona están preocupados por el aumento de esta actividad. “Si las personas ya casi no quieren venir a San Victorino, mucho menos lo harán si saben que la plaza se convirtió en una zona dedicada a la prostitución”, afirmó Myriam Fanny Cortés Trujillo, edil de la localidad de Santa Fe por el Partido Liberal.

Al aumento de los vendedores ambulantes y de la prostitución se suma el deterioro material de la plaza y sus calles circundantes, en especial la carrera 13. Cuenta Calderón que cuando en 2010 empezaron a desprenderse los primeros adoquines y losas, los comerciantes formales empezaron a enviar cartas al Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y al IDU para que frenaran el deterioro de la plazoleta. Desafortunadamente, sus peticiones no fueron escuchadas y en la actualidad el daño de San Victorino ha llegado a grados inimaginables. Casi toda la carrera 13 entre avenida Jimenez y calle 12 se encuentra destapada y en la plazoleta hay grandes huecos causados por la falta de los adoquines, además de un hundimiento en el costado suroccidental.

¿Por qué el Distrito no ha hecho nada para recuperar la plazoleta de San Victorino? Para Calderón, Pineda y Cortés todo se debe a la negligencia y a falta de coordinación institucional entre el IDU y el IDPC. En una carta enviada a Calderón a mediados de 2013, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural explicó que desde 2012 se encontraba haciendo un estudio para intervenir la mariposa y recuperar el espacio público. Según esta institución los resultados se entregarían en junio de 2013 y las obras comenzarían en el segundo semestre de ese año, pero ha transcurrido más de un año y nada pasó. Y el IDU tampoco ha hecho nada, a pesar de que varios contratos de obra han incluido la carrera 13.

Por ahora, comerciantes y visitantes regulares del populoso sector de Bogotá no ven una solución cercana y solo esperan que el mártir San Victorino, o el siguiente alcalde, les haga el milagro de devolverle a la plaza el esplendor que tuvo hace 15 años.