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Henry Serna, alias 'Henry', fue capturado y sindicado como uno de los responsables por el atentado del Parque Lleras, en Medellín. | Foto: Cortesía de Policía. Miniatura de AP.

JUDICIAL

El expediente de la bomba del Parque Lleras en Medellín

Estos son los cuatro testimonios en los que la justicia se basó para condenar a los responsables del atentado.

8 de enero de 2014

Con la captura de Henry Serna, alias ‘Henry’, el pasado domingo 5 de enero, quedó cerrado por lo menos por ahora el capítulo del atentado con carro bomba en el Parque Lleras en Medellín. Henry había sido condenado a 40 años de prisión desde el 2006, pero estaba prófugo y la Policía lo encontró apenas esta semana, después de hacer seguimiento a los lugares que frecuentaba. Finalmente, fue encontrado en el sector de San Diego, cerca del centro de Medellín. 

Según las investigaciones, él era un mando de la banda La Terraza y fue uno de los responsables del hecho que enlutó a la ciudad el 17 de mayo del 2001. A las 10:05 p. m. explotó un Renault 9 rojo cargado con 20 kilos de indugel que había sido estacionado frente al café-restaurante Orleáns. Murieron ocho personas: María Carolina Llano Giraldo, Diana Alejandra Álvarez Hernández, Liliana María González Mora, Esteban Velásquez Vergara, Hernán Darío Restrepo Hincapié, María Clara Restrepo Álvarez, Ricardo Andrés Echavarría Restrepo y Clara Regina Velásquez González. Un centenar de personas quedaron heridas y en un radio de 300 metros se presentaron daños en casas y locales comerciales. 

La Fiscalía investigó y en el 2004 acusó Walter Manco y Henry Serna, de la banda La Terraza. Al año siguiente, el juez Primero Penal del Circuito Especializado de esa ciudad los absolvió. La Fiscalía impugnó y el 3 de agosto del 2006, el Tribunal Superior de Medellín revocó la decisión y condenó a los dos por los delitos de homicidio agravado y terrorismo. El caso llegó hasta la Corte Suprema de Justicia, cuya decisión fue dejar en firme la condena. El expediente reconstruye lo que pasó aquella noche con base en cuatro testigos. 

Testigo 1

Es un hombre que conocía a Walter Manco porque vivía en el mismo barrio (Manrique) y sabía que su vecino hacía parte de un grupo ilegal. Para el momento de la bomba, el testigo prestaba servicio militar y una vez supo lo ocurrido, se presentó voluntariamente a la Fiscalía para dar su versión. “Vengo a denunciar a las personas que pusieron el carro bomba en el Parque Lleras hace días, que fueron los mismos que anoche mataron a mi hermano”, dijo. En su declaración, les contó a los investigadores que días antes del atentado vio entrar un carro rojo al garaje de la casa de Manco a la media noche y en la mañana del día en que pusieron la bomba, Manco salió conduciéndolo. “Cuando vi el retrato por televisión, ahí mismo me di cuenta de que era Wálter y todo concuerda con él”. 

Según su testimonio, en la noche del atentado, Manco llegó al barrio tarde y le dijo a un compañero de su banda que ya el trabajo estaba hecho, que tenía que irse pero que le dejaba los 10 millones de pesos para comprar armamento. 

La defensa de los acusados argumentó que era poco creíble que Manco se hubiera presentado en su barrio alardeando de lo que supuestamente acababa de hacer. Alegaron que el testigo declaró animado por la venganza de la muerte de su hermano y que tomaba alcohol frecuentemente y por eso estaba en duda su capacidad de percibir la realidad. Sin embargo, la Procuraduría consideró que el testimonio era creíble. 

Testigo 2

Es un joven que para el momento de la explosión del carro bomba era menor de edad. Trabajaba como vendedor ambulante y ayudaba a los conductores a estacionar los carros en la zona de parqueo donde fue dejado el vehículo con los explosivos. En su declaración a la Fiscalía, contó que dialogó un poco con el conductor del vehículo y lo identificó en fotografías y en una fila de varios hombres. 

En ambas ocasiones señaló que quien llegó en el Renault 9 que explotó era Wálter Manco. “(…) le ayudé a cuadrar (estacionar) y le ofrecí una caja de chicles al conductor y él me dijo tiene cajas de chicles azules y le digo ‘sí tengo’ y me dijo ‘deme una’. Él me entregó 1.000 pesos y le dije ‘eso vale 1.500 pesos’ porque eso ya no se encontraba y me dijo: mejor devuélvame los 1.000 pesos que no le voy a comprar nada”. Al retirarse, Manco le pidió al muchacho que le comprara el tiquete del parquímetro por una hora, que después se lo pagaba. Le dije ‘todo bien’, y me dijo ‘vaya pues, parcerito’”. 

Los defensores de los acusados cuestionaron el testimonio “porque la regla de experiencia indica que los delincuentes avezados procuran pasar inadvertidos y se esfuerzan en no llamar la atención con el firme propósito de que nadie los reconozca posteriormente y así evadir el peso de la justicia”. Alegaron, además, que el testigo no ofrecía credibilidad porque dijo que el conductor no le compró los chicles y lo encargó del pago del parquímetro sin darle dinero y tal vez quería vengarse. “No es lógico que un delincuente experimentado hubiera realizado actos que permitan la recordación del testigo”, aseguraron. 

Lo que la Procuraduría encontró con la actitud de Manco es que “existe un ‘exceso de confianza’ en el delincuente, miembro de organizaciones criminales, que le reporta la garantía de sentirse protegido por la organización delictiva a la que pertenece y el efecto intimidante que causan a la población; ciertos delincuentes ‘carecen de escrúpulos para perpetrar delitos en presencia de otras personas’”. El Ministerio Público aseveró, además, que no había nada que indicara que el muchacho quisiera perjudicar a Manco, como alegó la defensa, por no haberle comprado los chicles ni haberle dado dinero para el parquímetro. Al contrario, la Procuraduría consideró que estos hechos permitieron que el joven lo recordara. 

Testigo 3

Es una mujer que se dedicaba a actividades ilícitas y pertenecía al mismo grupo delincuencial de Wálter Manco. Había purgado una condena de cinco años por haber robado un carro. Contó que dos días antes del atentado, el 15 de mayo del 2001, Manco la motivó para que hurtara un vehículo. La testigo indicó que creía que era para utilizarlo como carga explosiva, pero se negó a hacerlo porque no quería volver a la cárcel. 

En su testimonio en la Fiscalía, contó que el 12 de junio Manco expresó que casi lo alcanza la onda explosiva cuando detonó la bomba. “Dijo ‘yo iba despacio y eso estalló y salí corriendo y me agaché’”, relató la mujer a los investigadores. Sostuvo, además, que Wálter se ufanó de que “se había ganado una plata gorda del carro bomba que había puesto en el Parque Lleras y que ahora sí se iba a ver la plata y que se iban a montar a todos bien a punta de fierros”. 

Por esos días, según la declaración de la mujer, el grupo al que pertenecían Manco y ella pasaba dificultades porque otra banda armada quería entrar a disputarles el territorio y ellos no tenían con qué responder. Por eso, parte del dinero que recibieron por el carro bomba lo iban a usar para armarse y enfrentar a sus enemigos. 

Al igual que en los casos anteriores, los defensores de Manco y Serna cuestionaron la credibilidad del testimonio porque no les parecía lógico que el delincuente alardeara de su participación en el delito. Al contrario, según dijeron, lo normal en un delincuente es que quiera evadir a la justicia y guarde silencio de sus actos. Sin embargo, la Procuraduría estuvo de acuerdo otra vez con los testigos y definió que el testimonio de la mujer era creíble porque fue espontáneo. Además, el Ministerio Público sostuvo que era posible que Manco confiara en ella debido a que ambos pertenecían al mismo grupo ilegal.

Testigo 4

Es un hombre que pertenecía a la organización y su labor era robar carros. Según la Corte Suprema, su testimonio fue determinante para develar el compromiso penal de los sindicados por la Fiscalía. Fue el único testigo que comprometió directamente a Henry Serna, capturado recientemente, por ser mando en la banda La Terraza y por haber sido quien impartió las instrucciones. 

El testigo recordó que cierto día salió de la casa de su abuela y se encontró con Manco, que pasaba manejando un carro, y lo invitó a que lo acompañara donde el patrón, Henry Serna. En el camino hacia la urbanización en Las Palmas, donde vivía Serna, Manco le contó que había una vuelta para hacerle a Henry. “Me adelantó que iban a poner un carro con una pólvora, pero no me dijo nada en el momento hasta cuando llegamos donde el señor Serna”, explicó el testigo a los investigadores de la Fiscalía. 

En seguida, el testigo argumentó que en su presencia hablaron de que el carro tenía que estar en el Parque Lleras antes de las 7:00 p. m. y que a Manco le iban a pagar seis millones de pesos. “Mi compañero me dijo que eso lo iban a poner porque al patrón del señor Santiago le debían unas platas, o sea a ‘Don Berna’. Nosotros nos montamos al carro y Henry le dijo a Wálter, ‘pilas pues, güevón, no me vaya a quedar mal, que eso tiene que ser con mucha seriedad porque es para un duro’. De ahí nos despedimos”. 

Para los abogados que defendieron a los acusados, se trató de un testimonio de oídas que no merecía credibilidad. Además, alegaron que el testigo tenía interés por obtener beneficios legales con su declaración, pues también pertenecía al grupo ilegal. 

La Procuraduría, en cambio, consideró que el testigo era creíble porque presenció cuando Henry Serna le ordenó a Manco la ejecución del atentado. Definió que la versión era confiable a pesar de que el testigo lo haya hecho a cambio de beneficios legales. “La relación del testigo con el mundo de la delincuencia lo hace confiable porque le permitió acceder al conocimiento de los hechos,  y se acrecienta si se advierte que recibió amenazas y por ello optó por no ratificarse”, defendió la Procuraduría.

La Corte Suprema respaldó la condena que había sido impuesta y ordenó la captura de Henry Serna. Para el momento de esta decisión, Wálter Manco se encontraba purgando otra condena en la cárcel de Bellavista y allá le notificaron esta nueva sentencia en su contra. 

Finalmente, la Corte envió copia del expediente a la Fiscalía de Justicia y Paz para que investigue las declaraciones que involucran a Diego Fernando Murillo, alias ‘Don Berna’, quien se desmovilizó y luego fue extraditado a Estados Unidos. 

Extraoficialmente, se ha manejado la versión de que el atentado en el Parque Lleras fue un exceso de La Terraza en la guerra que libró contra Carlos Castaño y ‘Don Berna’. Pero los testimonios que reposan en el expediente y que tuvo en cuenta la justicia para llevar a la cárcel a los responsables ofrecen otra versión. 

Serán entonces las investigaciones de Justicia y Paz las que permitan aclarar la participación de ese capo en el atentado y si fue ‘Don Berna’ quien lo ordenó porque le debían una plata o, por el contrario, fue La Terraza en un acto de desobediencia contra sus antiguos jefes, Castaño y Berna.