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La senadora Adriana Gutierrez piensa que el partido va bien y que se está organizando para las elecciones de octubre

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Buuuu, Buuuu!!

El partido del Presidente es como un matrimonio por conveniencia entre gente que se odia. ¿Se acerca el divorcio o habrá una conciliación?

23 de junio de 2007

El Partido de la U, el más uribista de los uribistas porque nació en torno a la figura del actual Presidente -y hasta le debe el nombre- está en problemas. No se nota un liderazgo fuerte y las divisiones, en cambio, cada vez son más visibles. En el controvertido final de las sesiones del Congreso, la bancada de La U fue la que presentó más problemas de indisciplina.

Las dificultades no son nuevas. Vienen desde su nacimiento. La U es una federación de caciques locales que dejaron el Partido Liberal para subirse en el tren de la reelección. Y al cual se sumó un grupo de aspirantes que se entusiasmó por la política gracias al fulgor del uribismo, de corte más técnico. El matrimonio ha sido difícil. Un partido no se crea, ni se consolida, de la noche a la mañana. El hilo ideológico no es claro. Todos convergen en el apoyo a Uribe, pero extrañan la falta de dos escuderos naturales: Juan Manuel Santos, quien se fue para el Ministerio de Defensa, y Luis Guillermo Vélez, fallecido a causa de un ataque cardíaco fulminante.

Desde cuando el senador Carlos García Orjuela asumió la dirección única del partido en una asamblea realizada en noviembre de 2006, en el seno de la colectividad comenzó a hacerse más notorio el desorden. No sólo nació una disidencia de tres importantes senadores -Martha Lucía Ramírez, Gina Parody y Armando Benedetti- y un representante a la Cámara, sino que en medio del debate de la para-política, La U trastabilló en el debate sobre las reformas puestas en marcha para neutralizar los riesgos de las infiltraciones ilegales en la política.

Para el propio ministro del Interior, Carlos Holguín, el 'partido del Presidente' es el más indisciplinado. El único de la coalición gobiernista que tiene una división interna y el que muestra contradicciones regionales públicas que alimentan la idea de despelote sin fin visible. En una misma semana, varios miembros del mismo partido hablaron en contra de su misma colectividad. "Yo me arrepiento de estar aquí. Por mí, renunciaría, pero pierdo mi curul", le dijo a SEMANA una senadora que argumenta que no hay una conducción seria y es apenas una empresa electoral.

En la semana que termina, La U estuvo en el centro del debate político por cuenta del ausentismo que a última hora cambió de destino varias leyes que habían visto la luz en los debates reglamentarios en el Congreso. Un senador de la llamada disidencia, Armando Benedetti, lo calificó de partido de garaje y llamó payaso a García. Otro congresista predice que el Presidente se quedará sin partido.

Pero, para García, las cosas no son así. Para él, el partido tiene una fama mal ganada. Desestima el alcance de la disidencia porque, según afirma, en la práctica no actúa como tal. "Van a los debates, son juiciosos y votan todo lo que hay que votar", dice. Y cree que las fuertes críticas de algunos dirigentes regionales no significan divisiones, sino pataletas que no ponen en jaque la unión del partido.

Por otro lado, García cree que la organización interna anda a buen ritmo. Según sus cálculos, las afiliaciones crecen a medida que se acercan las elecciones. Con 15 candidatos propios para gobernaciones, y otro tanto en coaliciones con otros partidos, La U aspira a fortalecer su base política. ¿Lo logrará? Probablemente sí: La U es una federación de organizaciones electorales locales. Pero eso no resolverá sus problemas, que son de otra naturaleza y de más fondo: tienen que ver con su posibilidad de sobrevivir a largo plazo. Es decir, construir un discurso y una vigencia para el día en que Álvaro Uribe no esté en el poder.