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Cada vez más apretaditos

La Corte le tapó algunos huecos al régimen de bancadas, pero nada asegura que con ello se acabe el despelote del trabajo legislativo.

3 de febrero de 2007

Cuando regresen a sus curules convocados por el gobierno para sesiones extras, a finales de la semana próxima, los senadores y representantes tendrán que actuar con una férrea disciplina de bancadas. La Corte Constitucional tumbó cuatro frases de la ley que reglamenta este régimen y a partir de ahora habrá menos espacio para iniciativas y actuaciones individuales, y una mayor obligación de proceder en grupo.

La decisión de la Corte es un paso más hacía la organización del trabajo del Congreso. Todo empezó con la reforma política aprobada en 2003 por el propio poder legislativo, que incluyó un sistema de bancadas. En éste los congresistas deben decidir dentro de sus partidos las posiciones y los votos, y tienen la obligación de acatar las directrices pactadas. En 2005, una ley reglamentó a fondo el tema. En síntesis, les entrega a los directivos de los partidos la capacidad de castigar a quienes se aparten de los acuerdos de las bancadas, y le entrega a cada partido la atribución de diseñar las reglas de juego para adoptar sus decisiones.

Las normas, sin embargo, dejaron algunas excepciones para que los congresistas puedan actuar en forma individual. Objeciones de conciencia, por ejemplo, y temas propios de sus regiones. Pero las leyes han sido estudiadas por la Corte Constitucional, por múltiples demandas de los ciudadanos, con el resultado de que se han cerrando los espacios para esas salvedades. Ya se habían limitado las posibilidades de apartarse de las colectividades por conveniencias regionales. Y ahora, con el veredicto anunciado el viernes pasado, los congresistas quedaron más amarrados: no pueden citar a debates, ni intervenir si no son voceros oficiales de sus partidos en las sesiones de control político. Tampoco pueden postular candidatos en las elecciones que hace el Congreso, ni presentar proyectos de ley que no lleven el sello del partido. En todos estos casos, los congresistas deben aprender a aceptar las decisiones de grupo.

La Corte ha ido fortaleciendo los partidos para asegurar que se cumpla el espíritu de la ley de bancadas. Los jefes, o directivas, definen las sanciones, y cuáles de sus decisiones son de bancadas o permiten posiciones individuales. La semana pasada ratificaron ese principio: en casos excepcionalmente permitidos -por ejemplo, cuando un congresista pide la palabra en debates diferentes a los de control político- los congresistas pueden hablar en nombre propio, pero siempre y cuando se mantengan "dentro de las decisiones, determinaciones y directrices" de las bancadas.

¿Cambiará el estilo caótico y desordenado del Congreso? La apretada por parte de la Corte obliga, sin duda, a una mayor disciplina. Varios congresistas consultados por SEMANA, incluso consideran que a los magistrados se les fue la mano. Juan Fernando Cristo, vocero liberal, considera "nocivo que la iniciativa legislativa se limite a la bancada, (pues) es importante que los congresistas puedan presentar proyectos sin todo el trámite qué implica su aprobación dentro del partido". Luis Guillermo Vélez, líder de La U, añade que "el fallo es muy duro, y presiento que la respuesta del Congreso puede ser reformar nuevamente la ley de bancadas para acomodarla a la realidad".

Resulta paradójico que la puesta en cintura moleste a los congresistas. Todas las leyes que establecieron el régimen de bancadas han sido iniciativas del Legislativo, y aprobadas por este último. Y la Corte Constitucional, más que optar por una posición extrema, se ha colocado en el centro: mantiene algunos espacios para excepciones y deja en manos de los partidos la definición de sus fronteras. La aplicación de estas normas, además, depende de la voluntad política y del rigor con que las manejen los jefes de los partidos. De hecho, las leyes que establecieron las bancadas tienen aún varias demandas pendientes ante la Corte Constitucional. Todavía hay tuercas sueltas.