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El prestigio del senador Gustavo Petro se ha visto favorecido en el campo internacional

política

Cadena de incidentes

La multiplicación de acciones contra Gustavo Petro, de parte de miembros del Estado, es una torpeza que se puede convertir en un grave problema político.

12 de mayo de 2007

Gustavo Petro no sabe si reírse o llorar. En el último mes una andanada de incidentes de las autoridades y declaraciones desatinadas del alto gobierno han erigido al senador del Polo Democrático en el líder de la oposición. Más que el ex candidato Carlos Gaviria. Más que el ex presidente César Gaviria, jefe indiscutido del Partido Liberal. Su prestigio va en aumento, en particular en el escenario internacional. Aunque en las encuestas ha incrementado su desfavorabilidad -algo lógico dada la inmensa popularidad del presidente Álvaro Uribe-, también es más conocido. Y eso en política vale. Pero esa satisfacción política no es completa. Viene de la mano de una preocupación creciente del senador sobre si todos esos acontecimientos que le han pasado no son fortuitos, como lo comentó a SEMANA el viernes por la noche.

Todo comenzó la noche del jueves 19 de abril en la intempestiva rueda de prensa del Presidente. Allí Uribe denunció una campaña de descrédito de la oposición contra Colombia en Washington que había puesto en aprietos la aprobación del Tratado de Libre Comercio y la renovación del Plan Colombia. Aunque no dijo nombres, todo el mundo pensó en Petro, quien había estado en la capital estadounidense en marzo y quien dos días antes había hecho graves denuncias contra el primer mandatario y su familia por presuntas relaciones con paramilitares a mediados de los 90. Las acusaciones del senador fueron reproducidas por la prensa internacional y en particular por el diario The Washington Post. Y antes de finalizar la rueda de prensa, el Presidente sustentó su preocupación de las actividades de la oposición en informes de "inteligencia militar".

Con su declaración, Uribe pareció confirmar las sospechas de sus contradictores: que el gobierno estaba utilizando los organismos del Estado para investigar a sus críticos. Las posteriores aclaraciones del director del DAS, Andrés Peñate, no lograron calmar los ánimos. Apenas seis días después, un incidente pareció confirmar los peores temores: una fiscal ordenó una inspección a la oficina del senador en el Congreso, presuntamente por una investigación por espionaje contra un coronel del Ejército. El mismo fiscal general Mario Iguarán calificó de insólito el allanamiento.

El lunes pasado ocurrió otro hecho 'insólito'. Dos miembros de la inteligencia militar fueron sorprendidos por la Policía merodeando la casa de la ex esposa de Petro en Cajicá, cerca de Bogotá. Inicialmente se identificaron como agentes del DAS y luego tuvieron que rectificar su versión. Según el comandante de las Fuerzas Militares, el general Freddy Padilla, hacían actividades de contrainteligencia contra militares que supuestamente estarían vinculados a los círculos bolivarianos. Dijo que había sido una "coincidencia desafortunada y torpe".

No hay que ser Oliver Stone -director conocido por ver conspiraciones en todas partes- para preguntarse, como lo ha hecho Petro, si tantas coincidencias son apenas coincidencias. Y no sorprende que esos hechos aislados tengan al senador cavilando sobre su situación personal. Hasta ahora el gobierno ha actuado con celeridad. Se han dado las explicaciones necesarias, todas aceptadas por el senador.

También es cierto que Petro es posiblemente uno de los personajes más protegidos por el Estado. El Presidente ha sido claro en que hay que darle toda la seguridad necesaria, como lo han dicho públicamente Peñate, el general Padilla y los ministros de Defensa e Interior y Justicia, entre otros.

Pero no le queda bien al gobierno que cada semana se vea obligado a ofrecerle excusas a su principal opositor. O que con sus declaraciones borre con el codo lo hecho con la mano, como ocurrió la semana pasada con las declaraciones del ministro de Interior, Carlos Holguín. Holguín insinuó que Petro aún mantenía relaciones con su ex esposa y desestimó el último incidente. No es precisamente la manera de generar tranquilidad.