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Samuel tiene básicamente cuatro acusaciones en su contra. Sin embargo, lo primero que debe demostrar es que no actuó por cuenta de su hermano.

BOGOTÁ

¿Caín y Abel?

Samuel Moreno comienza a distanciarse de su hermano Iván. ¿Qué tan válidos son sus argumentos?

28 de enero de 2012

Hasta la semana pasada los hermanos Moreno Rojas eran vistos como un binomio inseparable. Aunque sus carreras habían sido en cierta forma independientes, en la última etapa, la opinión pública los había unido. El carrusel de la contratación, sin embargo, los había convertido en hermanos siameses.

Por eso sorprendió que, en su alegato ante el juez, el abogado de Samuel dejara claro que quería acabar con esa imagen. El defensor, Jaime Arenas, soltó un rosario de frases para aclarar que los supuestos pecados de Iván no tenían por qué contagiar automáticamente a su hermano. En otras palabras, trató de mostrar que si Iván podía tener algo de Caín, Samuel podía tener algo de Abel. Y por ende, que si bien la opinión pública los estaba juzgando en bloque, bajo el denominador de 'los Moreno' la Justicia no tenía por qué hacer lo mismo.

La frase que más llamó la atención del abogado fue cuando dijo: "Lo único que yo podría hacer para defender al doctor Samuel es decir que no es hermano de Iván Moreno". Pero a esa se sumaron otras como: "La Fiscalía hace una serie de afirmaciones que no son acciones del doctor Samuel Moreno, sino que tienen que ver con los comportamientos de otras personas" o "No se le puede acusar simplemente por ser hermano del senador Iván Moreno". Y como esas, soltó otras consignas en las que hacía énfasis en que las acusaciones contra el exalcalde estaban fundadas principalmente en sus vínculos de consanguinidad.

¿Qué tan oveja negra es Iván y qué tan oveja blanca es Samuel? Es lo primero que, según el abogado, tienen que determinar los jueces. ¿Se trata de un verdadero distanciamiento entre los hermanos Moreno Rojas? ¿O es tal vez una estrategia jurídica de la defensa para salvar a Samuel?

Hace algunos meses circularon rumores en el sentido de que los dos hermanos se habían enfrascado en una pelea en la que se reflejaba la indignación de Samuel con las revelaciones que iban saliendo a flote sobre las actividades de su hermano. Las versiones fueron categóricamente negadas por ambos en ese momento. Volvieron a surgir especulaciones parecidas cuando María Eugenia Rojas, en respuesta a un artículo de Enrique Santos en el diario El Tiempo sobre el gobierno del general Rojas Pinilla, defendió a ultranza tanto a su padre como a su hijo el alcalde, sin hacer mención alguna del menor de la familia. Sin embargo, esos cuentos fueron marginales y no cambiaron la percepción de dúo dinámico que se había formado de ellos ante la opinión pública.

Al inicio las cosas no eran así. Antes de que estallara el escándalo, se hablaba sotto voce y de manera incesante del protagonismo de Iván en el Distrito. Su evidente ejercicio del poder detrás del trono sorprendía y causaba indignación. Se decía que él era el que repartía la piñata burocrática en cargos claves como subsecretarías y gerencias de hospitales. Hasta ahí lo que se veía no era más que la confirmación de la dimensión populista y clientelista que la gente le atribuía a la dinastía del general Rojas.

Más controversia producía, sin embargo, su participación directa y no totalmente discreta en la adjudicación de contratos. A la medida que pasaban los meses, ese poder se volvía cada vez más escandaloso. Empezaron a circular versiones explosivas de contratistas, concejales, periodistas y otras fuentes sobre actividades non sanctas del clan. Los datos eran tantos, tan concretos y tan graves que a mucha gente le parecían exagerados. Se decía que la negociación de los contratos era tan descarada que en algunos casos se hacía en la casa de María Eugenia, aunque sin ella. Se llegó también a decir que a los invitados les quitaban a la entrada los celulares para que no pudieran grabar. Como había tantos rumores, y en cierta forma tan increíbles, era difícil establecer qué era verdad, qué era exageración o qué era mentira.

Hasta ese momento Samuel era visto más como un personaje carismático que como un gran alcalde. Buen mozo, simpático y con un gran don de gentes, nadie esperaba de él milagros gerenciales, pues al fin y al cabo no había administrado nada en toda su vida. Se sabía que tenía ambiciones presidenciales y dado el casi millón de votos con que fue elegido, su expectativa no era totalmente irracional. Lo único que se preguntaba la gente era por qué permitía que Iván estuviera cogobernando o, los más generosos, si era posible que fuera a sus espaldas. En cierta forma, esa percepción quedó ratificada con el primer fallo de la Procuraduría que lo suspendió de su cargo de alcalde más por argumentos de incompetencia que de corrupción. Esa providencia desató cierta controversia, pues si era posible retirar a la gente de su cargo por incompetente, tendría que salir no solo Samuel sino miles de funcionarios, incluyendo de pronto hasta algún presidente. El fallo en el fondo lo que buscaba era evitar que el alcalde, que según la Procuraduría había manejado mal los recursos públicos, pusiera en peligro contratos por 5 o 6 billones de pesos que estaban por adjudicarse en Bogotá.

Cuando avanzó el escándalo, las distinciones empezaron gradualmente a borrarse y los dos hermanos fueron quedando en el mismo barco. Esto obedeció a las confesiones de sus acusadores o a las investigaciones de la Fiscalía en las cuales no solo quedaba enlodado Iván sino también Samuel. Básicamente las acusaciones contra este último que están en el expediente son cuatro:

En primer lugar, el fiscal Ricardo González dice tener evidencias -que presentará en el juicio- de que a finales de 2008, Samuel, para entonces alcalde, se habría reunido con su hermano Iván y con el abogado Álvaro Dávila y hablaron de la famosa comisión del 8 por ciento (teóricamente 2 para el contralor distrital y 6 para los Moreno) que debían pagar los que se ganaran los contratos. En este caso concreto se refiere a los dos contratos de mantenimiento de malla vial que por 190.000 millones de pesos les fueron adjudicados a dos consorcios en los que se asociaron firmas del grupo Nule y de Julio Gómez. De esa misma comisión del 8 por ciento es de la que se le oye hablar al excongresista Germán Olano en la grabación revelada por Caracol Radio a mediados de 2010 que destapó el escándalo. En ella se escucha a Olano hablar de "los Moreno" y mencionar específicamente a "Samuel". Hablando con Miguel Nule de las comisiones y refiriéndose a "un señor Julio", a los hermanos y al contralor distrital: "Él (supuestamente Julio Gómez) les quitó el 8 y ellos (los hermanos Moreno) solo saben del 6, como se lo dije un día a Samuel. Y él se quedó con el 2". A eso se suma que el fiscal en las audiencias preliminares sostuvo que a comienzos de marzo de 2009 se desembolsó un anticipo cercano a 15.000 millones para los dos contratos y que ese dinero se habría ido al pago de los sobornos. Con base en la presunción de que Samuel tenía conocimiento de esta situación, fue acusado por cohecho.

El segundo delito que le imputan tiene que ver con la cesión que hizo el Distrito del polémico contrato de un tramo de TransMilenio de la 26 cuando el grupo Nule, para que no le decretaran la caducidad, se lo cedió a la firma Conalvías. En este caso, el fiscal dice poder demostrar con documentos que se perdieron cerca de 220 mil millones de pesos del erario público porque no se les cobró a los Nule la multa correspondiente por no cumplir el contrato y porque a la firma que lo asumió en su reemplazo se le dieron nuevos anticipos, lo que configuraría un peculado en favor de terceros. El fiscal mostró, entre otras cosas, un video en el que el entonces alcalde justificaba las bondades de Conalvías para asumir este contrato enredado. En tercer lugar, a Samuel Moreno lo juzgarán porque, según testimonio de Miguel Nule, en un encuentro que tuvo con él en la sala VIP del aeropuerto Eldorado, les habría exigido 5.000 millones de pesos a cambio de rebajarles la multa que debían pagar por las irregularidades en la construcción de la troncal de TransMilenio. Ese es el cargo de concusión.

Y por último, el fiscal dice que Samuel Moreno incurrió en el delito de interés indebido en celebración de contratos y lo sustenta con testimonios como el del exsubdirector jurídico del IDU Inocencio Meléndez así como con documentos públicos. El fiscal asume que Samuel tenía conocimiento de las comisiones y que también estaba enterado de todo lo relacionado con los contratos de la malla vial y de valorización. Argumenta que fue por tener interés personal que se hicieron todo tipo de modificaciones sin sustento en las condiciones que tenían los contratistas para la obra; estas iban desde la reducción del patrimonio para los proponentes o la variación de los puntajes para la escogencia del ganador del contrato, hasta la entrega generosa de anticipos. En su declaración ante la Procuraduría, Meléndez dijo que Samuel Moreno efectivamente intervino en discusiones de contratos y que "las órdenes llegaban del alcalde".

Las anteriores acusaciones son disputadas por el abogado de Samuel con la tesis de que en algunos casos se trata simplemente de decisiones administrativas, que pueden ser acertadas o no pero en las cuales en todo caso no hay dolo. En otros, como en las supuestas negociaciones de las comisiones, se trata de acusaciones de enemigos que quieren vengarse o rebajar sus penas. Como el sistema acusatorio permite rebajas por colaboración con la Justicia, cualquiera puede inventarse una mentira para pasar menos tiempo en la cárcel. La verdad es que en la mayoría de los casos de la Justicia no existe la prueba reina sino elementos que pueden llevar a diferentes conclusiones. Las decisiones finales son altamente subjetivas y en Colombia muchas personas han ido a la cárcel simplemente por un testimonio de la contraparte.

Los que están haciendo la analogía de los hermanos Moreno como Caín y Abel enfrentan un problema: ¿Cuál es Caín y cuál es Abel? En la Biblia, Caín es el malo, quien traiciona a su hermano y posteriormente lo mata con la quijada de un burro. Si Iván 'traicionó' la buena fe y la ingenuidad de su hermano pidiendo comisiones sin que este estuviera enterado, él sería Caín. Y si Samuel 'traiciona' a Iván diciendo a través de su abogado "esa oveja negra no es de nuestro rebaño", Caín sería el exalcalde. ¿Al fin qué?