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CALDERA CALIENTE

Desde el episodio de la corbeta Caldas, las relaciones entre Colombia y Venezuela nunca habían estado tan mal.

10 de abril de 1995

AL PRINCIPIO, EL ASUNTO PARECIO MERAmente anecdótico. En el estado de Monagas, al lado de la desembocadura del río Orinoco, el viernes 3 las emisoras de radio prohibieron la transmisión de música colombiana, en protesta por el ataque de guerrilleros del ELN a una guarnición venezolana en Cararabo cinco días antes, en el que murieron ocho infantes de la Armada del vecino país, cuyos cuerpos fueron horrorosamente mutilados por los subversivos. Los radioyentes de Monagas se vieron privados desde entonces de la canción vallenata El santo cachón, que ellos mismos habían colocado en el primer lugar de las listas de preferencias en los días de carnaval.
Muy pronto fue evidente que de la anécdota se estaba pasando a cosas mucho más graves. Por las calles de Caracas, los carros comenzaron a circular con letreros de 'Fuera colombianos'. El ministro de Defensa, el general Moisés Orozco, le dijo el viernes 3 al diario El Nacional que considerada conveniente que "nuestras tropas penetren territorio colombiano". Ese mismo día, el editorial del Diario de Caracas insinuó la creación de campos de concentración para encerrar a los colombianos que pueblan las zonas fronterizas de Venezuela con Colombia. El director, de ese periódico, Diego Bautista Urbanejo, sugirió en su columna del martes 7 que la negligencia colombiana en el control de los guerrilleros que atacaban a las guarniciones venezolanas era "deliberada". El radical Instituto de Asuntos Fronterizos emitió un comunicado en el que aseguró que los guerrilleros que asesinaron a los ocho infantes habían entrado a la guarnición bajo el grito de "¡Viva el Ejército colombiano!" y concluyó que "los ataques de la supuesta guerrilla contra Venezuela forman parte de un plan mayor cuidadosamente estudiado por el gobierno de Bogotá". Finalmente, el popular periodista y político José Vicente Rangel aseguró que entre guerrilla y Fuerzas Armadas colombianas hay una "inetable conjunción de intereses".
En unos cuantos días -y mientras en Colombia prácticamente nadie se daba por enterado- se encendió en Venezuela una hoguera que llegó a calentar al propio presidente Rafael Caldera, quien el viernes en su discurso ante el Congreso al cumplir un año de gobierno, reivindicó para sus tropas "el derecho a la legítima defensa que no puede estrellarse con la línea fronteriza". Incluso el canciller Miguel Angel Burelli y el ministro de Fronteras Pompeyo Márquez, conocidos por su amistad hacia Colombia, debieron -justamente por ese nexo que en estos días se volvió motivo de sospecha- agriar su lenguaje. Burelli propuso que el Estado colombiano indemnice a las familias de los infantes muertos y Márquez puso en duda que las personas capturadas en Colombia como sospechosas de haber perpetrado la masacre, fueran los verdaderos culpables.


TIERRA ABONADA
Solo al final de la semana y como resultado del eco que las noticias del vecino país tuvieron en Colombia, este alboroto comenzó a repercutir de este lado de la frontera donde los colombianos terminaron por entender que las relaciones vivían su peor momento desde el episodio de la corbeta Caldas en 1987. La relativa indiferencia colombiana se explica esencialmente por dos razones. La primera, porque mientras el tema de Colombia siempre ocupa un lugar principal en la lista de prioridades de la opinión pública venezolana, en Colombia el tema de Venezuela está muy por debajo en el largo listado de problemas que encabezan la guerrilla, el narcotráfico, el secuestro, la inseguridad callejera y hasta los trancones.
Y la segunda, que por crudo que resulte, en Colombia hace rato que dejó de ser noticia de grandes titulares que la guerrilla masacre a un grupo de soldados, mientras en Venezuela, donde la opinión está muy lejos de semejante grado de insensibilidad que tan mal habla de Colombia, el episodio es considerado -como de hecho lo es- una tragedia nacional.
Pero aparte de que los hechos sucedidos el 26 de febrero en Cararabo -y la ya larga lista de ataques guerrilleros colombianos en territorio venezolano (ver SEMANA #670)- son por sí solos bastante graves, la verdad es que estas semillas de discordia entre los dos países cayeron en Venezuela en un terreno que nunca había estado mejor abonado para encender las pasiones anticolombianistas.
Como le dijo a SEMANA en febrero el escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, "Venezuela vive la peor crisis de su historia". Y no le falta razón: un gobierno políticamente débil que a pesar del prestigio de su Presidente, no cuenta con un respaldo realmente sólido de más del 20 por ciento del Congreso; una crisis económica sin precedentes ni soluciones a la vista, con una inflación anual del 70 por ciento, escasez de alimentos básicos como leche huevos y azúcar, un déficit público consolidado del 15.2 por ciento del PIB, un crecimiento de menos 3 por ciento el año pasado y 21 bancos intervenidos por el gobierno; un Estado que sigue siendo profundamente paternalista y mantiene la gasolina ocho veces más barata que en Colombia y 30 veces más barata que el agua embotellada; y una violencia cotidiana que en Caracas cobró 3.000 muertos el año pasado -en Bogotá, más grande y una de las ciudades más violentas del mundo, hubo 4.100 asesinatos.
"En una situación de crisis tan tensa como esta, cualquier episodio como el de Cararabo se ve agravado", le explicó a SEMANA el director del caraqueño diario El Nacional, Miguel Enrique Otero. "En nuestros países -agregó- hemos visto muchas veces que hay quienes empujan a sus presidentes y a sus gobiernos a hacer uso de asuntos fronterizos para enfrentar los problemas internos, como acaba de suceder entre Perú y Ecuador". Y en Venezuela, esto ha sido verdad más de una vez, y más de una vez la olla a presión de la situación interna ha contado con la válvula de escape del anticolombianismo. "De pronto y como por encanto, aquí resuelven que los colombianos tienen la culpa de todo y que nos han traído todas las plagas, y entonces, con la ayuda de importantes periódicos, políticos y altos funcionarios del gobierno, se crea un ambiente anticolombiano que no es más que la cortina de humo tras la cual se ocultan los verdaderos problemas de Venezuela", explicó a SEMANA un empresario que pidió mantener su nombre en reserva.
Se trata, además, según la fuente, de un problema de unidad nacional: "En estos momentos de crisis en que el país está tan dividido, en la política, en los medios de comunicación, en los grupos económicos enfrentados unos con otros, y hasta a nível de los militares que después de los dos intentos de golpe contra Carlos Andrés Pérez, no han logrado recuperar la cohesión, lo único que puede unir a todos ellos y al grueso del pueblo es el contencioso con Colombia"


CAMBIO DE MALOS
Cuando Rafael Caldera llegó al poder hace un año, en el horizonte de la crisis interna había asomado un nuevo drama: el de los problemas de la banca. En un proceso parecido -pero muchísimo más grave- al que vivió Colombia en la primera mitad de la década pasada, gracias a una mezcla de malos manejos, corrupción y pérdida de confianza de los ahorradores, más de 20 bancos que controlaban el 70 por ciento de los activos del sector fueron intervenidos por el gobierno. Pero el remedio resultó peor que la enfermedad, pues el esfuerzo por mantener los bancos a flote le ha costado ya al Estado venezolano -y por ende al contribuyente- cerca de 7.000 millones de dólares, y no hay un solo banquero en la cárcel.
En sus primeros meses, el gobierno aprovechó hábilmente todo este odio contra los banqueros y dejó florecer la idea de que ellos eran los culpables de todos los males de Venezuela. Pero en las últimas semanas y por cuenta de las críticas a los costos de la intervención a los bancos, se comenzó a dar cuenta de que, en ese tema, la opinión se le estaba volteando. "El gobierno comprendió que ya no iba a resultarle tan fácil culpar de todo a los banqueros -agregó el empresario antes citado- y le vino como anillo al dedo el episodio de Cararabo, gracias al cual la opinión ha cambiado de malos, de los banqueros a los colombianos".
Hay además un eslabón que conecta a unos con otros. En 1992, importantes banqueros venezolanos compraron bancos colombianos como el Ganadero. Pero al desatarse la crisis financiera en el vecino país, vendieron esas acciones y la tortilla se volteó. Hace pocas semanas, se consolidó la compra de un paquete significativo del Banco Unión -uno de los más poderosos de Venezuela- por parte del Banco Ganadero de Colombia. Esta adquisición, y otras como la que hizo Cadenalco (Almacenes Ley) de un porcentaje importante de los almacenes Cada de Venezuela, han creado la sensación entre los sectores altamente sensibilizados con el asunto Colombiano, de que, para colmo de males, sus vecinos se estan adueñando de Venezuela.


"El tema del Banco Unión en manos de colombianos es especialmente sensible para los militares", le dijo a SEMANA un empresario venezolano que visitó a Bogotá hace pocos días. La fuente explicó que en el Banco Unión tienen el grueso de sus cuentas tres de las cuatro fuerzas de la milicia venezolana. "Imagínense -anotó el empresario- lo que significa para estós altos oficiales que los depósitos de las Fuerzas Armadas estén en un banco controlado por colombianos".
Pero la molestia de los militares no se detiene en este punto. En Venezuela, muchos creen que el gobierno estaba en mora de darles algún contentillo -y el calentamiento del asunto colombiano siempre lo es-, debido a que hace pocas semanas el presidente Caldera dio el visto bueno para que vayan a juicio los altos oficiales -entre ellos dos ex ministros- acusados por un escandaloso contrato para la repotenciación de 80 tanques de combate, con una firma venezolana sin experiencia que no ha sido capaz de entregar repotenciado ninguno de los aparatos, y que cobró una suma -134 millones de dólares- con la cual se hubieran podido comprar muchos tanques nuevos.


PORQUE LOS ATAQUES
Pero si todo lo anterior permite explicar la tormenta desatada en Venezuela, lo que a primera vista parece más difícil de entender son las razones que mueven hoy a la guerrilla a atacar a los militares venezolanos, en especial con las demostraciones de sevicia que caracterizaron la matanza de Cararabo, y en una época en la cual, en principio, la guerrilla colombiana parece interesada en el proceso de paz propuesto por el gobierno de Ernesto Samper.
Un análisis detenido de la situación guerrillera lleva sin embargo a la conclusión de que más que faltarle razones para ese ataque, a la guerrilla le sobran. La primera es que, tanto si está pensando en negociar la paz como si espera continuar la guerra, a la guerrilla le interesa debilitar a su enemigo, que es el gobierno colombiano. Y no hay duda de que lo debilita al crearle semejante lío con su vecino más importante. La segunda puede ser que la guerrilla, deseosa como está de lograr un reconocimiento internacional como fuerza beligerante, quiere dar una muestra de que la Fuerza Pública colombiana no ejerce soberanía en sus fronteras. Y la tercera sería una razón puramente vengativa, basada en el hecho de que los acuerdos alcanzados a principios de esta década entre los ejércitos de Colombia y Venezuela, acabaron con ciertas ventajas que la guerrilla tenía tanto de abastecerse de víveres, medicinas y hasta municiones y armas en el vecino país, como de refugiarse al otro lado de la frontera cuando el Ejército colombiano la perseguía.
En apoyo de esta última tesis va un documento del ELN hallado por el Ejército colombiano, en el cual se resumen las conclusiones de un congreso de su comandancia en 1990. El documento expresa que "mientras no haya acuerdos específicos entre la Unión Camilista ELN y los ejércitos de los paises fronterizos (. . . ) y mientras estos mantengan acuerdos militares y planes contrainsurgentes con el ejército y los cuerpos de seguridad colombianos, la UC-ELN y sus frentes guerrilleros podrán desarrollar actividades militares en esos territorios:.. ". Desde la fecha de ese congreso, es innegable que los incidentes se han multiplicado. Pero hay más en el documento. Otra de sus conclusiones es que no debe descartarse la creación de frentes del ELN en Venezuela, que incluirían guerrilleros venezolanos, un hecho que los servicios de inteligencia del vecino país han relacionado con los rumores sobre contactos entre el coronel Hugo Chávez -líder del primer intento de golpe contra Carlos Andrés Pérez- y dirigentes del ELN (ver recuadro).
Aun si el ministro de Defensa Fernando Botero mostró sus habilidades diplomáticas en la cumbre fronteriza del jueves pasado y logró una declaración conjunta que no compromete-la soberanía colombiana y que, por el contrario, reconoce que las Fuerzas Armadas a su cargo actuaron frente al caso de Cararabo con "prontitud y eficacia", la verdad es que el panorama, en su conjunto, es poco alentador. Por un lado está claro que en Venezuela están dadas las condiciones para que siga creciendo el anticolombianismo. Por el otro, no hay duda de que la guerrilla seguirá con sus ataques, ahora que además sabe que sus acciones al otro lado de la frontera tienen más eco que las que realiza en Colombia. Y finalmente, también está planteada la posición del gobierno de Caldera, en el sentido de que sus soldados podrían llegar a pasar la frontera si así lo considerasen necesario en ejercicio del derecho de legítima defensa. Como quien dice, que si se produce un nuevo ataque guerrillero, las consecuencias del mismo pueden catalogarse desde ya como de pronóstico reservado.


AMISTADES PELIGROSAS?
UNA DELICADA información desvela en estos días tanto a la inteligencia militar venezolana como a la colombiana. Según informes originados en Caracas, pero compartidos desde la semana pasada por ambos gobiernos, hay indicios de que en febrero y secretamente, el coronel Hugo Chávez, líder golpista que se ganó la simpatía de miles de venezolanos al tratar de derrocar a Carlos Andrés Pérez cuando éste era más impopular, se habría reunido con el cura Gabino, uno de los más importantes dirigentes del ELN. La reunión habría tenido lugar, según las fuentes colombianas y venezolanas consultadas por SEMANA, pocos días antes del ataque del ELN a Cararabo.
Según las fuentes venezolanas, estas informaciones explicarían la actitud de Chávez ante el ataque, del cual responsabilizó no al ELN, sino al presidente Caldera. "Hay una doctrina militar -dijo Chávez al diario El Nacional- que señala que todo comandante es responsable de lo que pase o deje de pasar en la unidad a su cargo: para eso le paga la República. El comandante en jefe de las FFAA. es Rafael Caldera y ese título no puede ser de adorno. El es el responsable". Agregan las fuentes que sus críticas al ELN -guerrilla a la que llamó "inescrupulosa"- no fueron tan duras.
Otro elemento que citan las fuentes es que Chávez y algunos de los líderes de su Movimiento Bolivariano, estuvieron pocos días antes del ataque en la zona fronteriza, donde respaldaron un paro cívico en la región de Apure.
Es difícil saber si la versión es correcta. No hay que descartar que se trate de una campaña contra Chávez, que perdió buena parte de su popularidad hace algunos meses por una visita que realizó a Cuba, donde fue recibido personalmente por Fidel Castro en el aeropuerto. La foto de encuentro fue divulgada por toda la prensa venezolana y al parecer afectó mucho la imagen de Chávez.