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Miles de cubanos han cruzado el Darién colombiano con rumbo a Estados Unidos. | Foto: Juan Arturo Gómez Tobón

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La banda que hacía pasar a cubanos por costeños para llevarlos a EE.UU.

Once colombianos, entre ellos un político del Cauca, fueron capturados por tramitar documentos falsos con los que los isleños cumplían el sueño americano. Les cobraban al menos 18 millones por "convertirlos" en colombianos.

18 de abril de 2017

Más de una vez, algún policía de Bogotá quedó sorprendido cuando escuchó sus acentos foráneos e isleños. Y, al pedirles la cédula, pensaron que eran "costeños". El cálculo de las autoridades es que alrededor de 200 cubanos anduvieron por las calles de la ciudad en los dos últimos años, durante meses cada uno, diciendo que eran de algún pueblo del Atlántico o el Magdalena, mientras una banda de colombianos reales les conseguían papeles falsos para coger camino hacia Estados Unidos.

En ese combo de tramitadores ilegales del sueño americano había de todo. Un funcionario público que les hacía las vueltas en notarías para conseguir registros civiles y cédulas verdaderas con las cuales tramitar los pasaportes colombianos, y hasta un político aspirante a diputado del Cauca que se inventaba las argucias para que los cubanos estuvieran en el país como "invitados especiales". La Policía capturó a once miembros de la organización, luego de más de un año de investigaciones. Pudieron establecer la original estrategia de negocios que tenían montada.

La banda no le apuntaba a cualquier cubano. Los buscaba con plata, con familiares en Estados Unidos que pudieran patrocinarles el deseo de cruzar las fronteras. Al contrario de la imagen repetida del inmigrante irregular que tiene que vivir mil penurias para atravesar la hostilidad de la selva del Darién, para escalar a Centroamérica, estos se movían en vuelos nacionales e internacionales, se quedaban en las residencias de sus "coyotes" o en hoteles y se movían en una relativa calma por el país, mientras se completaba la vuelta, que a veces, cuando escaceaban los funcionarios corruptos para adelantar los trámites, o cuando se calentaba la ruta, podían durar hasta cuatro meses. A cada uno le cobraban mínimo 18 millones de pesos.

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La travesía comenzaba en Cuba o en Ecuador, hasta donde pueden llegar sin mucho obstáculo los isleños. En cualquiera de esos destinos aparecían los miembros de la banda colombiana a ofrecer su catálogo de servicios. Si venían por Cuba los metían por Guyana, luego a Venezuela y de ahí hasta Bogotá. Si venían de Ecuador cruzaban la frontera y los traían hasta la capital. Era un recorrido de sobornos, con los que abrían cualquier puerta. Los cubanos llegaban en grupos de 10 o 15.

En Bogotá se mantenían el tiempo necesario mientras les conseguían los papeles. La banda tenía contactos en el Eje Cafetero, la Costa Caribe y la capital. En cada sitio, dependiendo de la disponibilidad de sus aliados y de las tarifas que les cobraban, tramitaban las cédulas y los pasaportes. Mientras tanto, el aspirante a diputado entraba en acción. Tenía una fundación supuestamente dedicada a apoyar comunidades indígenas. En realidad, era una fachada que usaba para emitir documentos que mostraran que los cubanos estaban en labores humanitarias o prestando servicios sociales, y con esas excusas embolataban a las autoridades mientras conseguían los papeles que los hacían pasar como colombianos.

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Con la cédula y el pasaporte falsos, los mandaban en pequeños grupos, de 2 o 3 para no levantar sospecha, hasta México. Allá también tenían contactos que los ayudaban a cruzar la frontera con Estados Unidos. Algunos, sin embargo, no "coronaban". Su apariencia y su acento los delataba en los aeropuertos colombianos y las autoridades los detenían. La mayoría no hablaban y eran deportados. Pero dos de ellos, cansados de los cobros de la banda, que solían superar lo que pactaban inicialmente, denunciaron. Sus testimonios fueron claves para desmantelar la organización.

La Sijín, con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos, también recogió videos e interceptó llamadas telefónicas. Con esas pruebas, presentó a los once capturados ante un juez, que los envió a prisión. Así cayeron esos tramitadores del sueño americano que lograron poner en tierra firme, en Estados Unidos, a decenas de cubanos.