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9 caras del 9 de abril

Al conmemorarse 60 años del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, SEMANA publica fotos inéditas y compara los efectos que la muerte del caudillo dejaron en la Colombia de entonces y la de hoy.

5 de abril de 2008

Las aguas llevan desbordadas más de 50 años, tiempo que, según Jorge Eliécer Gaitán, tardarían en regresar a su nivel si alguien se atrevía a levantar su mano para asesinarlo. Este miércoles, 9 de abril, cuando se cumplen 60 años de su magnicidio, las aguas en Colombia siguen fuera de su cauce. En muchas regiones, los ríos se convirtieron en torrentes de sangre, y aún hoy los colombianos no han podido extinguir el fuego vengador que conservadores y liberales encendieron en la década de los años 40.

Aunque la de hoy es distinta a La Violencia, la muerte del 'Tribuno del pueblo', quizás el único caudillo popular que ha tenido el país, marcó la historia del país. En su vida corta pero intensa, este hombre logró con su ejemplo, sus ideas revolucionarias y sus discursos incendiarios interpretar y encarnar los deseos de las masas populares. Logró hacer del problema social la bandera de lucha más importante del país, e incluso, después de su muerte, ni el Partido Liberal ni ningún otro político las ha vuelto a retomar.

Este hombre de aspecto mestizo, que era llamado despectivamente por las elites que combatió como el 'negro', nació en 1898 en un hogar de clase media baja. Gaitán aprendió de su madre, maestra de oficio, una profunda lección: respetar a los hombres por su dignidad y sus merecimientos antes que por su condición social y económica. Incluso cuando se convirtió en un prestigioso abogado y en una figura pública, siguió defendiendo a los humildes; a las causas perdidas, los abusados por el poder y a los pisoteados por la injusticia.

Tras estudiar becado en uno de los mejores colegios de Bogotá, en 1920 comenzó sus estudios en la facultad de derecho y ciencias políticas de la Universidad Nacional. Se graduó en 1924 como abogado con la tesis 'Las ideas socialistas en Colombia', que sería un primer anuncio de su pensamiento y sus ideales políticos. Además de ser diputado de la Asamblea de Cundinamarca entre 1924 y 1925, con sus ahorros conseguidos con su profesión de abogado se fue a Italia a la Real Universidad de Roma, donde obtuvo el título de doctor en derecho, con la tesis 'El criterio positivo de la premeditación', que le significó la mención magna cum laude.

En Italia Gaitán alimentó sus ansias de conocimiento. Estuvo en contacto con anarquistas y aprendió el poder de la propaganda fascista. Al regresar a Colombia, retomó el derecho y la política. En 1928 fue elegido representante a la Cámara, donde lograría brillar como una de las figuras del Partido Liberal al hacer un debate sobre la masacre de las bananeras, que influyó en el final de la hegemonía conservadora. A partir de ese momento, Gaitán logró sintonizar el partido con lo que el pueblo pensaba y quería.

Entre 1929 y 1948, en su vida política como senador, alcalde de Bogotá, magistrado y ministro, el 'negro' Gaitán defendió la misma línea social, política, filosófica, eso sí, sin las ambigüedades y contradicciones que podía generar un ideario y un líder en acción. A pesar de combatir a la oligarquía de su partido, buscaba su reconocimiento. Luchaba por el pueblo, pero a veces lo trataba con cierto desprecio, y sus posturas no permitían saber si era populista, anarquista, de izquierda o un revolucionario.

Cuando hablaba de la restauración moral de la República, lo hacía sobre la base de un ideario que, contradictorio a veces, buscaba construir un estado del pueblo. En éste, el gobierno debía ser para beneficio de todos y no de unos pocos. Planteaba la necesidad de democratizar la tierra, hacer obligatorio el voto, estimular la educación pública; darle cultura e higiene al pueblo, promover el ahorro popular, financiar a los pequeños empresarios y reconocer la igualdad de derechos a la mujer. Buscó redimir la política de la burocracia y el clientelismo. Fue un duro crítico de la reelección y del servicio diplomático que, según él, sólo servía para mantener a políticos en receso electoral o para pagar favores. De todos sus discursos e intervenciones sólo leyó cinco, los demás fueron improvisados.

Gaitán cumplió un papel importante para derrotar al Partido Conservador de 1930, pero también tuvo que ver con su victoria de 1946. La razón es que mantuvo su candidatura presidencial contra la voluntad del Partido Liberal, que había escogido a Gabriel Turbay. Como consecuencia de la división, ganó el conservador Mariano Ospina Pérez, lo que abrió las puertas a la violencia política. Esa derrota liberal fue, sin embargo, el triunfo de Gaitán, quien condujo a su partido a ganar las elecciones parlamentarias de 1947 y se convirtió en la única opción de poder. El 'negro' iba a ser presidente.

Los tres balazos que acabaron con su vida, al mediodía del 9 de abril de 1948, cambiaron el rumbo del país. El poder, los partidos, las Fuerzas Armadas, la Iglesia, Bogotá y hasta la prensa misma nunca volvieron a ser las mismas. SEMANA presenta nueve de las huellas que dejó esa fecha luctuosa en estos 60 años, acompañadas por fotos inéditas de Tito Julio Celis.

El país aún tiene mucho que aprender de Gaitán. De sus cientos de frases, vale la pena rescatar una de su famosa 'Oración por la paz', pronunciada en la Marcha del Silencio realizada el 7 de febrero de 1948, en la que, frente a más de 100.000 personas, le hizo un llamado al presidente Ospina para que detuviera la violencia y evitara una guerra civil. Sus palabras resuenan en su vigencia: "Impedid señor la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo".
 
1¿Cómo cambió el poder?
Hace 60 años el bipartidismo imperaba en la política de Colombia. A pesar de la presencia de pequeños partidos o divisiones, el Partido Liberal y el Conservador acaparaban el poder. Precisamente Jorge Eliécer Gaitán se enfrentó a las directivas del partido liberal para que reconociera nuevos sectores. La pugna fue tan dura, que el caudillo creó una disidencia y en las elecciones de 1946 compitió con el candidato del liberalismo, Gabriel Turbay, lo que propició el triunfo de Mariano Ospina. Pero para 1948, era claro que las masas liberales estaban con Gaitán.
Tras el horror que desató La Violencia y el paso de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, los partidos encontraron en la alternación del poder el camino para preservar la convivencia pacífica. El Frente Nacional, en el que se negó el espacio a terceras fuerzas políticas, sirvió para que crecieran movimientos subversivos como el M-19, que veían el bipartidismo como una forma de exclusión de la democracia.
Hoy, 60 años después, muchas cosas han cambiado. Los dos grandes partidos que protagonizaron las pugnas del siglo XX se han debilitado frente a la aparición de nuevas fuerzas políticas. En los años 40 había una polarización radical entre quienes empujaban la modernización del país y los que se oponían a que los cambios llegaran, polarización que hoy continúa, frente a otras ideas y encarnada por fuerzas distintas. Colombia abrió la democracia, extendió los cargos de elección popular, amplió los derechos, pero aun así, le falta mucho por recorrer. Lo más triste es que los ideales y las banderas gaitanistas fueron abandonados, incluso por su mismo partido, y muchos de sus sueños están, 60 años después, esperando a ser cumplidos.
 
2 De caudillo a caudillo
A­ unque en orillas políticas distantes y en tiempos y países diferentes, a Jorge Eliécer Gaitán y Álvaro Uribe los une la aceptación popular. Gaitán logró convertirse en el caudillo del pueblo con un discurso y unas propuestas que buscaban abrirle espacios al pueblo y restarle poder a la oligarquía, como él mismo bautizó a las elites políticas. A su vez, la popularidad de Uribe está basada en su confianza para gobernar, la seguridad democrática, la lucha contra los grupos armados y la prosperidad económica, que no necesariamente beneficia a los más desamparados, como lo quería Gaitán. Uribe, a través de sus consejos comunitarios, se ha convertido en un intermediario directo entre el pueblo y el Estado, mientras que las masas veían en Gaitán la encarnación de sus problemas, deseos y aspiraciones. Esperaban que una vez en el poder, sería el pueblo el que gobernaría directamente. El poder de Gaitán era popular, pues la oligarquía lo despreciaba, mientras que al presidente Uribe lo apoya gran parte de las elites del país y el grueso de los colombianos. Mientras Uribe aceptó la reelección, el tribuno del pueblo luchó contra ella, cuando hizo parte del bloque que se opuso a la de Alfonso López Pumarejo. Gaitán fue el caudillo que nunca pudo ser presidente, Uribe fue el político que se convirtió en caudillo en el poder.

3¿La misma guerra?
En Colombia se suele decir que van 60 años de guerra, porque se considera que la de mediados del siglo XX y la actual son un mismo proceso. Pero esto no es necesariamente así. La guerra rural que se desató después de el ‘Bogotazo’ tenía características propias. En primer lugar, era partidista y catalizaba una serie de conflictos políticos que se estaban cocinando por lo menos desde dos décadas atrás. En segundo lugar, en el campo esa guerra política se convirtió en el escenario para ventilar –a plomo– graves conflictos agrarios, especialmente en la zona cafetera. Por eso muchas de las guerrillas liberales evolucionaron hacia modelos de autodefensa campesina que en últimas hacían resistencia al gobierno y las elites. Sin duda el Frente Nacional logró pacificar buena parte de estos conflictos. No obstante, era un pacto de paz endeble que no incluyó reformas de fondo en el campo, y que además dejó por fuera a todas las expresiones políticas distintas al bipartidismo. Eso, junto a otros factores, condujo al nacimiento de las Farc.
No obstante, el hecho de que las guerrillas surgieran en los años 60 no quiere decir que entonces se viviera en guerra. En esos años el país vivió en calma. Según un estudio realizado por Francisco Gutiérrez, de la Universidad Nacional, sólo a principios de los años 80 se puede hablar propiamente de un conflicto interno, que desde entonces no ha tenido fin. También la década de los 80, y sobre todo el final de la Guerra Fría, marcaron un cambio fundamental en la guerrilla. El ingreso del narcotráfico como un factor criminal que se vincula a la guerra hace que la frontera entre insurgencia y crimen se haga más difusa. Es así como hoy las Farc son consideradas por el gobierno no sólo como el enemigo interno, sino por otras naciones como un cartel de las drogas, e incluso como una organización terrorista.
Ello no quiere decir que no sean fuertes las continuidades. Posiblemente ese hilo conductor puede ser Pedro Antonio Marín, ‘Manuel Marulanda Vélez’ o ‘Tirofijo’, quien hoy mantiene vigente su programa agrario, y la reivindicación por la muerte de unos animales y la pérdida de unas tierras en Marquetalia, hace ya casi medio siglo.
 
4 El papel de la fuerza pública
E l 9 de abril cambió la historia de las Fuerzas Armadas y de la Policía. Colombia venía en un proceso de profesionalización del Ejército desde 1907, cuando se había creado la primera academia militar. A finales de la década del 40, a pesar de la polarización política, el Ejército era considerado una de las instituciones más neutrales, pero no así la Policía, que “era el más politizado de los órganos armados del Estado”, dice Eduardo Pizarro en su artículo ‘La profesionalización militar en Colombia’, publicado en la revista Análisis Político. Muchos historiadores han registrado que durante el mismo ‘Bogotazo’, en algunas estaciones de Policía se les entregaron armas a grupos enardecidos, y que sectores de esta institución actuaron directamente en la Violencia como ‘pájaros’. “Por el contrario –dice Pizarro– el Ejército había asimilado más hondamente los principios liberales que asignan a la institución militar un papel subordinado y no deliberante frente al gobierno civil”. La llegada del Frente Nacional redefinió los roles de las Fuerzas Armadas y de Policía. Por un lado, con el famoso discurso del Teatro Patria, el presidente Alberto Lleras proscribió cualquier posibilidad de politización de las Fuerzas Militares, y en cambio les entregó el manejo del orden público. Los militares pasaron, como dice Francisco Leal Buitrago “de una adscripción partidista a una adscripción anticomunista”. La Policía, por su parte, fue reformada para garantizar también su lealtad al Estado pero evitar su filiación partidaria. No obstante, el conflicto armado que persiste no ha permitido que se cumpla con el ideario de que esta sea una institución de carácter civil. Hoy, aunque hay coordinación entre militares y Policía, también hay confusión de roles y ambos actúan tanto en la guerra como en lo criminal.
 
5 La ciudad que surgió de las cenizas
Los desórdenes, saqueos indiscriminados e incendios desatados el 9 de abril en Bogotá transformaron la ciudad. En 1948 la capital tenía 650.000 habitantes. Por sus calles circulaban 1.500 buses, 90 tranvías y 11.000 automóviles, y en el centro se aglomeraba el grueso de las actividades comerciales, financieras, políticas y sociales. El temor de un nuevo ataque popular hizo que las familias acomodadas que aún no vivían en Teusaquillo, Palermo o La Soledad, decidieran construir sus casas allí. “De igual manera, buena parte de las actividades comerciales de alto rango, como los bancos, empiezan a buscar nuevos sectores donde establecerse, especialmente en las vías principales hacia el norte y el occidente de la ciudad”, dice la arquitecta Amparo de Urbina. Lo que hizo el ‘Bogotazo’ fue acelerar un proceso que produjo un recambio de habitantes. Incluso la destrucción de muchas propiedades, a lo largo de la carrera séptima, permitió su ampliación. La quema que el pueblo hizo de la tercera parte de la flota de tranvías, promovida por los dueños de los buses, creó un modelo de transporte informal que aún hoy perdura.
El centro de Bogotá no murió porque siguió siendo el contenedor de los edificios y lugares simbólicos más importantes de la metrópoli y del país, y hoy día, está renaciendo, 60 años después, como punto de encuentro de esa ciudad que creció gracias a las cenizas del 9 de abril. En todo caso, La Violencia aceleró la migración del campo a la ciudad, que había comenzado a finales del siglo XIX y que se había visto de manera intensa en los años 30 y 40.

6 Cómo era Colombia 60 años atrás
Pocos rasgos perduran del país de 1948 en el actual. Por aquella época, el país contaba con una población cercana a los 11 millones de habitantes, el 42 por ciento vivía en las cabeceras municipales, mientras el 58 por ciento estaba asentada en las zonas rurales. Sin embargo, el fervor político y las pugnas partidistas eran tan fuertes, que dibujaban otra división del país por su afinidad política. En los departamentos existían zonas liberales y zonas conservadoras. Se trataba de una sociedad católica en la que los sacerdotes tenían gran influencia en la opinión pública con su sermón desde los púlpitos. El presidente Mariano Ospina Pérez, un ingeniero oriundo de Medellín –como Álvaro Uribe Vélez–, alcanzó la Presidencia a los 55 años y su gobierno trajo amplios beneficios a los industriales. Durante su período se crearon importantes empresas, como la Siderúrgica Nacional Paz del Río. Su principal legado político fueron la Ley de Hidrocarburos, la creación de Telecom, la organización de Ecopetrol y el Instituto de Seguros Sociales. Los colombianos de hace 60 años tenían una expectativa de vida de 40,2 años. Hoy supera los 72 años. Mientras la deuda externa del país ascendía a 155 millones de dólares, la de hoy supera los 38.000 millones de dólares. La capital contaba con 500.000 habitantes, mientras hoy esa cifra bordea los siete millones.
 
7 La violencia sigue pariendo víctimas
“El pánico se apoderó del grupo cuando los sonidos de gritos, disparos y el caer de vidrios se hicieron permanentes. Corrimos a escondernos y mi hermana nos sacudió preguntándonos si moriríamos como cobardes o resistiendo esa violencia. Pasamos entonces del pánico al heroísmo, si íbamos a morir lo haríamos con coraje”.Es la imagen que recuerda el economista Raúl Alameda, entonces con 23 años y estudiante de la Universidad Nacional. Junto a su hermana y otros jóvenes de la época se tomaron la Radiodifusora Nacional durante el ‘Bogotazo’. Por más de seis horas Alameda, hoy de 83 años, y sus compañeros le hablaron al pueblo acerca de los valores Jorge Eliécer Gaitán. Mientras tanto, en las calles se iniciaba el preámbulo de una guerra fraticida que aún no termina, por el control del poder político. En la Violencia murieron entre 250.000 y 350.000 personas y miles fueron desplazados.
En 1998 Edilma Zambrano y el pueblo de Peñas Coloradas, Caquetá, sintieron el mismo miedo que Alameda y sus compañeros. El 4 de marzo, las Farc atacaron el pueblo buscando a los militares sobrevivientes de la Base de El Billar, que habían atacado el día antes. En medio de las balas salió y exigió a gritos el cese al fuego. Su valentía salvó las vidas de los habitantes y las de los militares. Hoy dos de ellos aún están en manos de las Farc, secuestrados. Sesenta años después, un hilo conductor continúa presente en los sobrevivientes de entonces y de ahora: el dolor de cientos de miles de colombianos muertos, desplazados y la resistencia humana que surge para poner por delante el valor de la vida antes que la barbarie.

8 Un golpe a la Iglesia
La llama que esparció en campos y ciudades la muerte de Jorge Eliécer Gaitán también sacudió a la Iglesia Católica en Colombia. El hecho de que los templos y conventos hubieran sido objeto de ataques, incendios y saqueos, llevó a los jerarcas de la Iglesia a comenzar una reflexión sobre su papel en la sociedad. Después del ‘Bogotazo’, la Iglesia realizó dos conferencias episcopales y expidió dos documentos en los que empezó a reconocer que detrás de las revueltas había un problema social. “La Iglesia descubrió no sólo el divorcio que tenía frente al pueblo, sino que era vista como aliada del Partido Conservador y del gobierno de Ospina”, dice el jesuita Fernán González, investigador del Cinep.
Esa situación comenzó desde la década de los años 30, cuando la Iglesia entendió la modernización de la sociedad colombiana como un ataque del Partido Liberal a su papel en la misma. Después, con el regreso al poder de los conservadores, muchos párrocos usaron el púlpito para lanzar diatribas incendiarias contra los “liberales ateos”. En La Violencia hubo sacerdotes que apadrinaron a reconocidos ‘pájaros’ (milicianos conservadores) e incluso a algunos bandoleros. Claro que también hubo voces contra la violencia y el partidismo.
Primero los efectos del 9 de abril, y más tarde el Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación y los cambios sociales del país, llevaron a la Iglesia a conciliar con la modernidad. Hoy es una parte importante de la democracia, que antes rechazaba. Trabaja por los más desamparados, lucha por los derechos humanos, protege la vida y los desplazados, pero sigue atada al statu quo. Esa misma Iglesia comprometida con el cambio social, de sacerdotes que buscan cambiar la vida de miles de personas, especialmente en las zonas alejadas y marginadas, contrasta con sus posturas medievales que imperaron en la primera mitad del siglo frente al matrimonio, el divorcio, el homosexualismo, el aborto, la educación sexual y los métodos de planificación.
 
9 Medios con poder
Hace 60 años la prensa escrita, y en especial la radio, tuvo una influencia en la violencia. El Espectador, El Tiempo, El Siglo, Jornada (gaitanista) y La Razón (liberal), junto a los diarios regionales, hacían un periodismo político y de opinión e íntimamente ligado a los partidos. “El periodismo ayudó a armar las almas, incitando el odio partidista y resaltando los crímenes que unos y otros cometían”, dice el historiador Giovanni Restrepo. Durante el 9 de abril, la radio, algunas emisoras tomadas por estudiantes y simpatizantes, incitaron a la revuelta, incluso semanas y meses después, y el sectarismo político sólo desaparecería después del Frente Nacional. Hoy, el rey de la audiencia es la televisión, aunque la radio y la prensa escrita siguen manteniendo su influencia. Sin duda, los medios se han profesionalizado, se han separado, especialmente los nacionales, del partidismo, pero mantienen una posición ambigua frente al poder, especialmente el presidencial. Ahora, los grandes cuestionamientos a los medios tienen que ver con su vinculación con conglomerados económicos, que a veces ponen en duda su independencia. Algunos críticos creen que la prensa de antes era mejor, pero sin duda, no había la diversidad y la posibilidad de acceso a la información que hoy se tienen. El conflicto actual ha hecho que los medios entren en la mira de los violentos y la complejidad de la realidad del país dificulta el trabajo de los periodistas. Las voces valientes de muchos medios y periodistas han permitido que la justicia y la verdad salgan a la luz pública.