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Danilo Rojas, presidente del Consejo de Estado. | Foto: Archivo SEMANA

MISIVA

La carta del presidente del Consejo de Estado a su hija sobre la paz

Semana.com le pidió a un grupo de líderes que le explicaran a su familia el momento que vive Colombia. Esta es la reflexión que el magistrado le entrega a su hija adolescente.

22 de septiembre de 2016

Danilo Rojas se ha convertido en unas de las voces más respetadas de la justicia en Colombia. Su trayectoria como abogado y su papel como fundador de la organización Dejusticia hicieron que muchos celebraran su llegada al Consejo de Estado.

La guerra marcó su infancia en Tolima, pues a su pueblo San Antonio la guerrilla se lo tomó tantas veces que él no pudo volver por años.

Terminó estudiando derecho en Bogotá porque de los 12 estudiantes del colegio, solo él resultó apto para prestar el servicio militar. Paso un año en Puente Aranda en un batallón levantándose a las 4 de la mañana y aprendiendo todos los oficios de la milicia: lanzar granadas, disparar, manejar armas.

Una vez se graduó de la Universidad Libre se quedó en la capital por el amor a una mujer: María Lolita Barrera, una bogotana de la cual se enamoró y con quien comparte su vida desde hace 33 años. Pero Gabriela, su hija de 16 años, es “la luz de sus ojos”.

"Me sorprendió tu madurez al oírte la única vez que hemos hablado del tema del acuerdo", Danilo Rojas a su hija Gabriela.

Así le explica el jurista a ella el Acuerdo Final al que llega el gobierno con las FARC.

“Mi bella Gaby:

Me alegra mucho saber que tienes clara la importancia de lo que está ocurriendo en este momento en nuestro país. Me sorprendió tu madurez al oírte la única vez que hemos hablado del tema del acuerdo al que se llegó entre el Gobierno Nacional y las FARC. No tienes una concepción de blanco y negro y de amigo enemigo, y eso ya es mucho en un país tan polarizado políticamente. Ves pros y contras del Acuerdo Final, pero en el balance de razones, te inclinas por lo primero. Me parece que aciertas, así sea más por intuición que por total convicción. En realidad esta carta es para agradecerte esa conversación, pues aprendí mucho de ti. Con todo y a riesgo de ser un pesado, déjame contribuir a tus reflexiones –quizás ayude-, a partir del recuerdo de algunas clases de Teoría del Estado que alguna vez impartí. De paso a lo mejor te animas a iniciar estudios universitarios en la ruta de las ciencias sociales, uno de los temas de tus preferencias iniciales, según me lo has expresado.

Simplemente quiero que sepas lo siguiente: lo que caracteriza una organización social que pueda llamarse Estado es, básicamente, la capacidad de detentar tres monopolios: la fuerza –para hacer cumplir sus órdenes-, la justicia –para resolver los conflictos que se presenten- y los impuestos –para sostener los dos aparatos que suponen la fuerza y la justicia-. Lo que ha hecho la guerrilla por más de 50 años, también simplificando, es retar estos monopolios. Por eso se constituyó como grupo armado que enfrentó nuestra Fuerza Pública –Ejército, Armada, Policía y Fuerza Aérea-; tenía sus propias reglas y códigos de justicia que aplicó en las zonas donde mayor presencia tenían, p. e. al sur del país, tema sobre el cual ha escrito mucho un profesor universitario llamado Mario Aguilera; y se sostenían en buena parte “cobrando impuestos”, que es como ellos llamaban al cobro obligado a muchas personas, lo que llevó a prácticas terribles como el secuestro y la extorsión.

Como te expliqué, en el Acuerdo Final está previsto que la guerrilla de las FARC –ojalá ocurra lo mismo con otras guerrillas como el ELN- entrega sus armas, acepte las decisiones de los jueces –por ejemplo lo que dijo la Corte Constitucional sobre el plebiscito- y se compromete a no secuestrar ni extorsionar más y en cambio proponen reintegrarse a muestra cotidianidad civil y política. Fíjate bien entonces lo que ha pasado: la guerrilla ha renunciado a disputar los monopolios que antes te referí –fuerza, justicia y tributos-. ¿No te parece que es una verdadera revolución?

Lo importante es que se cumpla. Creo que todos ganaríamos. Por eso se han previsto mecanismos que incluyen apoyo y garantes de la comunidad internacional. Yo creo que de lo que se trata es de generar confianza. Tanto el gobierno como las FARC tienen motivos para desconfiar, pues en intentos anteriores en los que incluso se ha llegado a acuerdos, ambas partes han incumplido. Los cuatro años que duraron las conversaciones, además de ir construyendo paso a paso distintos acuerdos, sirvieron para ir haciendo actos generadores de confianza.

A propósito de esto, hace poco le escuché a Tola –estaba sin Maruja- algo que quisiera compartirte. Como el Acuerdo Final es tan largo y pesado para leer, dijo algo así como “no lo pienso leer pero confío en De La Calle”, el principal delegado del gobierno en la negociación. A lo mejor tiene razón, pues en parte es cómo funciona la llamada democracia representativa: tú votas por alguien en quien confías que hará bien las cosas. Algo así habrás hecho cuando eliges tu representante de curso en el colegio.

Mi bella Gaby: la charla que tuvimos sobre el tema, la llevaré por siempre guardada en el alma, por las tantas cosas bellas que mencionaste: que te parece bien que ahora las conversaciones en redes sean sobre paz y no de guerra –como ocurría antes y como ocurre en otras partes del mundo-, que celebras lo bueno de tener un cambio, un mundo sin tanto miedo, poner de parte y parte, que será un ciclo que no se cerrará muy rápido por la rabia que hay en muchas familias, la importancia de no discriminar en lo que sigue…pero me quedo con una de tus expresiones más esperanzadoras y propia de una adolescente sensible como tú, que aún no puede votar –¡lástima¡-: “Veo la paz con mente abierta.

Un beso,

Tu papá”.