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| Foto: Fotomontaje SEMANA

JUDICIAL

Extraditarán asesinos del agente de la DEA

El presidente Santos ya firmó la autorización para que los trasladen a Estados Unidos.

10 de abril de 2014

Aunque la Corte de Suprema había dado vía libre a la extradición de los homicidas del agente de las DEA James Terry Watson, todavía no se sabía si purgarían su pena en Estados Unidos pues faltaba la decisión final: la del presidente Juan Manuel Santos. 

Pero el destino de los siete implicados ya está decidido pues el mandatario, quien tenía el juzgamiento final, ya firmó la autorización para que sean enviarlos al país norteamericano.

Los extraditables son Edwin Gerardo Figueroa Sepúlveda, Ómar Fabián Valdez, Édgar Javier Bello Murillo, Héctor Leonardo López, Julio Steven Gracia Ramírez, Andrés Álvaro Oviedo y Osvaldo Rodríguez.

Así cayeron

En junio del 2013, y en cuestión de cinco días, los investigadores de la Policía desentrañaron una de las investigaciones más importantes en las últimas semanas: el crimen del miembro de la DEA James ‘Terry’ Watson, ocurrido el jueves anterior. 

Lo hicieron contra el reloj porque se trataba ni más ni menos que de un miembro de una agencia estadounidense que prestaba sus servicios en la cacería de capos del narcotráfico en la costa. Pero además, porque una de las políticas de los miembros de la DEA que ayudaron en la investigación es no descansar hasta dar con los victimarios de sus agentes.

Para empezar, los investigadores encontraron que no se trataba de una banda cualquiera dedicada al ‘paseo millonario’. Durante este año la Policía desarticuló diez organizaciones dedicadas a este tipo de delitos. Esto les permitió comprender que el modus operandi era distinto al que generalmente usan los delincuentes en estos casos: taxis piratas con placas falsas y números de serie alterados. 

Sin embargo, en el caso del agente, la banda eludió los controles de las autoridades y por ello era considerada peligrosamente eficiente. Los taxistas atracadores usaban vehículos perfectamente legales que pertenecían a personas acreditadas en el gremio. El dueño del vehículo se los alquilaba a cambio de un producido de 60.000 pesos diarios, pero desconocían totalmente las andanzas de sus conductores. 

“El usar taxis legales le permite a la banda eludir los puestos de control, ya que todos sus papeles y documentos están en regla. El taxi podía andar toda la noche por la ciudad sin que se sospechara que sus conductores estaban dedicados al atraco”, le dijo un investigador de la Policía a Semana.com. 

La coartada que empleaban usualmente los taxistas que asesinaron a Watson era simple: cometían un atraco que les podía representar varios millones de pesos en una noche. Esto les permitía entregar la cuota del producido al dueño del carro sin necesidad de trabajar por muchas horas. De hecho, el vehículo podía estar guardado durante el día. 

Desde la misma noche del atraco, decenas de miembros de inteligencia de la Policía de Bogotá, Dijin y Dipol comenzaron lo que ellos denominan un trabajo de infiltración en terreno. Esencialmente empezaron a hablar con centenares de taxistas en toda la ciudad y recogieron sus versiones. De allí salieron las primeras pistas que los llevaron a establecer cuáles eran los taxis legales en los cuales se había cometido el atraco. 

Comenzaron la búsqueda que, por tratarse de vehículos legales, no tardó mucho. Para la tarde del viernes, menos de 24 horas después del crimen, hallaron los carros y empezaron una segunda fase de la investigación para establecer quiénes los manejaban. 

En poco tiempo dieron con los conductores, quienes fueron movilizados hasta la sede de la Policía Metropolitana donde fueron entrevistados. Dijeron que no tenían nada que ver en el asunto, pero los agentes que recibieron la versión tenían la absoluta certeza de que ellos eran los responsables del crimen. 

La pista del iPad

Los investigadores los dejaron libres durante el fin de semana con el objetivo de obtener más pruebas y atrapar a la totalidad de la banda. Agentes encubiertos no les perdieron la pista. Pero los sospechosos cometieron un error. Uno de los atracadores encendió el iPad que le habían robado al extranjero, el cual era monitoreado por los organismos de inteligencia. 

Fue por eso que con todas las pruebas recaudadas no fue difícil capturarlos el lunes anterior. No obstante, intentaron huir. Uno se fue a municipio de El Guamo (Tolima) y otro a Villavicencio. Pero ya era tarde. Agentes de la Dijin y de la Unidad de Inteligencia Especial (SIU, en español) y agentes de la DEA los arrestaron y los trasladaron a Bogotá. 

Pero faltaba dar con el paradero de los últimos integrantes de la banda, que fueron capturados este martes por miembros de la seccional de inteligencia de la Policía de Bogotá. Mientras las autoridades hacían las gestiones para legalizar las capturas se conoció un dato insospechado. Cuando los peritos forenses estaban buscando rastros de sangre del estadounidense, encontraron una pulsera de mujer aprisionada entre la silla trasera de uno de los taxis. 

Descubrieron que pertenecía a una ciudadana salvadoreña que una semana antes había sido víctima de la misma banda en el mismo sector del norte de Bogotá. Ella, sin embargo, contó con mejor suerte: en la mitad del atraco logró accionar el freno de mano del vehículo, que terminó golpeando un andén. Los atracadores huyeron ante el inesperado hecho y la mujer terminó contándole su historia a la Policía. 

Ahora estos siete implicados, que en su tiempo fueron el azote de la calle 93, en Bogotá, deberán responder ante un implacable juez extranjero y, de ser hallados culpables, deberán pagar una dura pena por un delito que la justicia estadounidense no perdona.