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La controversia desatada por santos resultó la cereza en el pastel de una serie de diferencias acumuladas en el uribismo. | Foto: Jorge Restrepo

POLÍTICA

Pacho sacude al Centro Democrático

Según Francisco Santos, en el uribismo hay gente que no quiere que el proceso de paz avance. ¿Rueda suelta, divisiones internas o falta de línea?

22 de octubre de 2016

El Centro Democrático se volvió a estremecer por las declaraciones de uno de sus miembros de la primera línea. Antes había sido Juan Carlos Vélez y esta vez fue Francisco Santos. El martes, luego de que el gobierno anunció que el jueves era el día límite para recoger propuestas para incorporar en un nuevo acuerdo con las Farc, el exvicepresidente dijo: “En mi partido hay gente que no quiere que este proceso de paz avance y otros que quieren un acuerdo ya”.

Las reacciones internas no se hicieron esperar. Los senadores Ernesto Macías y Paloma Valencia le pidieron a Santos publicar una lista con los nombres a los cuales hacía referencia y aseguraron que su partido tiene voluntad de contribuir a la formulación de un nuevo acuerdo. Macías incluso fue más allá en su reclamo, “últimamente veo coincidencias y cierta cercanía entre Pacho Santos y su primo hermano presidente”, trinó.

La controversia desatada por Santos resultó la cereza en el pastel de una serie de diferencias acumuladas en el uribismo, que por estos días se asocian a varias interpretaciones de lo que debe hacer el Centro Democrático con los resultados del plebiscito. Mientras algunos congresistas y miembros del partido, como José Obdulio Gaviria y María Fernanda Cabal, consideran que hay que construir desde cero un nuevo acuerdo con las Farc, otros como el exvicepresidente, el precandidato Carlos Holmes Trujillo García y el representante Samuel Hoyos piensan que el partido no puede convertirse en el responsable histórico de que vuelva la guerra con las Farc y que, en consecuencia, es mejor renegociar ajustes que tranquilicen a las partes involucradas.

Detrás de esa controversia hay una pugna con tintes electorales que viene de atrás. Desde antes de ser candidato a la Alcaldía en 2015, Francisco Santos concentró sus esfuerzos políticos en Bogotá y hoy tiene en la ciudad su principal capital electoral. En la medida en que en Bogotá ganó el Sí y el exvicepresidente consideraría volver a aspirar a la Alcaldía, le conviene una postura proclive a ajustar los acuerdos con las Farc. “Mi historia es de compromiso con la paz y lucha contra el secuestro. Organicé en ese sentido las marchas del No Más de 1997 y creo que hay que buscar salidas”, afirma Santos. Pero no le creen los precandidatos de su partido, nombrados por Uribe para dialogar con el gobierno después del triunfo del No. Para estos Francisco, de algún modo, es un competidor. La mayor tensión existe con Óscar Iván Zuluaga, con quien hay diferencias desde la convención que eligió a este último candidato presidencial y frente a la cual sectores cercanos a Santos –en ese entonces el senador José Obdulio Gaviria– insistieron en que había sido irregular.

La razón más clara para que la mayoría del partido haya salido a desacreditar las declaraciones de Santos tiene que ver con el malestar que causó internamente la defensa que este hizo del exgerente de la campaña del No, Juan Carlos Vélez. Santos insistió en que el partido no debía dejarlo solo mientras la mayoría de los congresistas le dio la espalda y apoyó la decisión de pedirle su renuncia al partido.

Según varios miembros del Centro Democrático consultados por SEMANA, han aflorado tantas tensiones entre los uribistas, entre otras razones, porque su líder natural no toma partido. Así como Uribe calló en el enfrentamiento entre Santos y Zuluaga por la aspiración presidencial, en esta nueva disputa tampoco se ha pronunciado. “En un partido mesiánico como este todo el mundo está pendiente de la línea del jefe, y cuando este guarda silencio para evitar conflictos, termina armándose un avispero”, afirma una representante uribista.

A lo anterior se suman las peleas por el protagonismo interno. En el Centro Democrático la presencia de Uribe es tan fuerte, que hace difícil que otra figura pueda sobresalir. Así quedó claro en estos días, cuando a pesar de que nombró a los tres precandidatos –Óscar Iván Zuluaga, Iván Duque y Carlos Holmes Trujillo– como voceros para hablar con el gobierno, el exmandatario llegó de sorpresa a las dos reuniones de trabajo convocadas por el presidente Juan Manuel Santos. Entre algunos se desató una competencia de egos para reivindicar esa vocería. Excepto Carlos Holmes Trujillo, que ha guardado un bajo perfil, los otros dos precandidatos, la mayoría de los congresistas y Francisco Santos han salido a los medios con puntos de vista propios sobre la difícil coyuntura que atraviesa el proceso de paz. “Los egos existen, pero yo no necesito canales de comunicación con Uribe, ni visibilidad para que mi voz sea oída”, insiste el exvicepresidente.

La competencia electoral de 2018 también está en el trasfondo de las tensiones. El Centro Democrático es un partido joven, sin mecánicas consolidadas, que deberá realizar una convención que aún no tiene reglas de juego claras para asuntos tan importantes como elegir a su candidato presidencial. Mientras Duque ha insistido en que se debe hacer una consulta abierta, Zuluaga aspira a que la convención aclame su candidatura y Trujillo defiende una modalidad de elecciones primarias. Uribe les ha dicho a sus alfiles que se pongan de acuerdo sobre el tema, pero ellos quieren que sea el jefe quien tome la decisión.

Por ahora, las declaraciones de Francisco Santos dejaron en evidencia que en el Centro Democrático no hay una posición única sobre qué hacer con la coyuntura generada por el triunfo del No, y que un ala de derecha radical –que incluso cree importante invitar a Alejandro Ordóñez al partido– compite con otra más abierta al diálogo. Mientras la idea del exvicepresidente de hacer una mesa técnica entre el No, el gobierno y la guerrilla no despegó, la posición extrema de hacer unos nuevos acuerdos con las Farc no es muy realista. Como siempre, Uribe tendrá la última palabra.