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BOGOTÁ

Centro máter

Las obras arquitectónicas de algunas universidades han transformado el centro, pero aún se requiere el apoyo de la administración para rescatarlo definitivamente.

6 de marzo de 2005

A comienzos de los años 90 algunas de las universidades más grandes e importantes pensaron seriamente en irse del centro de Bogotá hacia el norte o las afueras de la ciudad. Es decir, en seguir el camino de los bancos, empresas y comerciantes que partieron en busca de un sector más seguro y de moda. Pero afortunadamente, salvo contadas excepciones, la gran mayoría decidió quedarse en el sitio en el que habían sido fundadas y jugársela a fondo por consolidar sus programas y desarrollar toda la infraestructura en las áreas más tradicionales de la ciudad.

Por eso, en los últimos años la panorámica del centro cambió, no sólo por las obras de TransMilenio y del Eje Ambiental de la avenida Jiménez, sino por la continua restauración de viejas casas y edificios, y el renacer de modernos bloques impulsados por las universidades. De no haber sido por ellas, el deterioro del centro hubiera sido mayor.

Cada día, más de un millón y medio de personas llegan hasta lo que hace un siglo era Bogotá: La Candelaria, Las Nieves, Las Aguas, La Alameda, San Victorino y el centro, entre otros barrios. De ellos, más de 400.000 son estudiantes, profesores o personas vinculadas con la educación, sin contar toda la cadena de negocios y establecimientos que giran a su alrededor. Por ejemplo, los restaurantes, librerías, cafeterías, fotocopiadoras y bares. Pero en las noches sólo 200.000 personas duermen allí.

Por eso, una de las prioridades de la ciudad, en especial de la administración Garzón, ha sido la de devolverle la vida al centro. En las próximas semanas expedirá por decreto el Plan Zonal del Centro, un ambicioso proyecto que busca recuperarlo, tal y como ha ocurrido en otras grandes capitales del mundo.

En Bogotá eso implica tener en cuenta las universidades. La que más transformaciones ha sufrido desde los 90 ha sido la de Los Andes, que gracias al fortalecimiento y diversificación de programas académicos, y al incremento de estudiantes, ha tenido que construir un nuevo edificio cada 18 meses.

El más reciente se levantó para albergar la nueva facultad de medicina, y está en construcción en uno de los costados del Eje Ambiental el edificio Mario Laserna, una torre de ocho pisos con 35.000 metros cuadrados, donde funcionará la facultad de ingeniería, con modernas aulas y laboratorios. Además, allí estará la nueva biblioteca central y un moderno auditorio de uso múltiple para 700 personas.

La obra costará unos 80.000 millones de pesos y "cambiará la imagen de esta zona, pues en coordinación con la administración distrital, también cambiaremos el parque, lo que permitirá darles una entrada amable a los turistas que visiten la Quinta de Bolívar", dijo Carlos Angulo, rector de Los Andes.

En este momento la universidad tiene en diseño otro edificio a 150 metros del campus, en un lote detrás de las famosas torres de Fenicia de la carrera tercera, donde hará un complejo de parqueaderos y salones de formación para ejecutivos. Esto facilitará recuperar una zona deteriorada y a la vez permitirá unir Los Andes con la Universidad Jorge Tadeo Lozano, que también ha hecho una importante transformación en su zona de influencia.

"Desde que la universidad decidió permanecer en el centro organizó su plan de ordenamiento y lo ha venido ejecutando. El año pasado fueron inaugurados la biblioteca central y un precioso auditorio, y en los próximos días comenzará la construcción de la segunda etapa, un edificio de 3.500 metros cuadrados que albergarán la nueva cafetería y la sala de exposiciones de pintura y de nuestra pinacoteca", afirmó Jaime Pinzón, rector de la Tadeo.

Hacia el norte, esta universidad piensa expandir su campus hasta la avenida 26, entre las carreras tercera y quinta, en donde ya tiene varios predios, con obras que no sólo benefician a la universidad sino a la comunidad, pues piensa crear unos bloques residenciales.

Una de las muchas propuestas que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Idom, encargado de la transformación de Bilbao (España) y la Corporación de Universidades del Centro, institución que vincula los 12 grandes centros educativos de esta zona, le entregaron a la administración distrital es cerrar la cicatriz que dejó en el centro la construcción de la calle 26. Es una especie de barrera, de unos 200 metros, en la que el centro cambia. Al norte está el Centro Internacional, donde el metro cuadrado vale en promedio 1.350.000 pesos. Al sur, cruzando la 26, en La Alameda, el metro cuadrado vale en promedio 350.000 pesos y se evidencia el deterioro de algunas zonas.

Aprovechando que en pocos años se celebrará el bicentenario de la Independencia, la propuesta es cubrir la 26 y desarrollar una especie de túnel vehicular sobre el cual habrá un moderno parque para integrar el de la Independencia con la Biblioteca Nacional, el Museo de Arte Moderno y la Plaza de San Diego.

El fraccionamiento entre estas dos zonas también se quiere romper con una vía que integre la mayoría de universidades. La propuesta es construir una alameda peatonal, cultural y educativa sobre la carrera cuarta, que unirá la avenida sexta con el Parque de la Independencia, seguirá por el Museo Nacional y el barrio San Martín hasta llegar al Parque Nacional. Prácticamente esta vía, que tiene una alta aceptación de todos los involucrados en la renovación del centro y que les daría un nuevo valor a muchos predios prácticamente abandonados, uniría buena parte de las universidades del centro con la Universidad Javeriana.

Pero no todas las universidades tienen en el centro un espacio ideal para crecer. Hans-Peter Knudsen, rector de la Universidad del Rosario, advierte que está en un momento crítico de definiciones. En los próximos 15 años van a crear 75 nuevos programas, en su mayoría de posgrado, que demandarán una nueva infraestructura. Al respecto, no saben si lo podrán hacer en el centro o tendrán que irse a otra zona de la capital. La decisión será tomada en los próximos meses, una vez terminen los estudios que se están haciendo. Están en el dilema por el que ya pasaron otras universidades en los 90, con la dificultad de que el Rosario está en una zona de conservación.

Sin importar cuál camino escojan, la universidad seguirá teniendo un pie en el centro, gracias al claustro. Por eso ya adquirió dos edificios sobre la plazoleta de El Rosario y cuenta, por primera vez en seis años, con la convicción del Alcalde para permitir la reconstrucción de este parque y frenar el deterioro que ha sufrido en los últimos años.

Necesariamente la renovación del centro pasa por las universidades, pero el Plan Zonal deberá también buscar un equilibrio para los demás actores que se requieren para su revitalización. Una de las metas es no sólo mantener a los actuales ocupantes, sino atraer a más de 300.000 nuevos residentes permanentes, y eso requiere un cambio económico, social, ambiental, de movilidad y de equipamientos que va más allá de las obras físicas.

Son muchas las obras planteadas para el centro. Por eso se necesita que la administración les dé un impulso, no sólo para definir de una vez por todas el tan anunciado Plan Zonal del Centro, sino tambieen para darles confianza a las numerosas empresas y los inversionistas que esperan mensajes claros para volver al corazón de la ciudad.