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CERO Y VAN TRES

Alejado de sus comunidades indígenas y cansado de la guerra, el Quintín Lame también entra a la paz.

30 de julio de 1990


No era la primera ocasión en que el consejero para la Paz, Rafael Pardo, y sus asesores se enfrentaban a los comandantes de un grupo guerrillero. Hacía apenas unas semanas los funcionarios del gobierno habían tenido una reunión similar con el mando central del EPL y año y medio atrás otra con la comandancia del M-19. Sin embargo, la sensación que los acompañaba el martes pasado cuando por primera vez se encontraron cara a cara con los líderes del Quintín Lame, era totalmente distinta.

A diferencia de quienes conformaban el M-19 ó de los que hoy hacen parte del EPL, en su mayoría hombres curtidos en las tareas de la guerra o en las ideologías de izquierda, los cuatro comandantes que se sentaron durante cinco horas en Jambaló (Cauca) a hablar de la desmovilización del Quintín Lame, no tenían el aspecto de aguerridos combatientes ni el lenguaje de quienes atraídos por el auge de las guerrillas latinoamericanas de los 60, decidieron librar su batalla política en el monte. Gildardo Fernández (comandante general), Jaime Ulcué, Ciro Tique, Antonio Ortiz y los cientos de indígenas paeces que en uno u otro momento los acompañaron en más de 10 años de acción armada dentro del Quintín Lame, tenían una historia distinta. Sin mayor pretensión política que la lucha por los derechos y los intereses de los indígenas, ellos habían llegado hasta allí más como un movimiento de autodefensa que como un grupo guerrillero. Así nacieron y así vivieron en la región del Cauca hasta que las circunstancias históricas los dejaron sin razón de existir.

Durante los años en que permaneció el Quintín Lame armado, defendió a tiros -en muchas ocasiones con la ayuda del M-19- sus tierras y su gente. No sólo de la agresión de los colonizadores blancos sino también de la de los frentes de las FARC que operaban en la zona. Pero lo que en un principio fue visto, si no como justificable por lo menos como comprensible, pronto empezó a alejarlos, primero, de otras comunidades indígenas como la de los guambianos y luego incluso, de los miembros de su propia comunidad, quienes poco a poco fueron cansándose de la guerra. Pero no fue sólo eso. Con el paso del tiempo también las causas objetivas que los habían llevado a armarse empezaron a desaparecer. Tal y como ellos mismos lo reconocen hoy, programas gubernamentales como el Plan Nacional de Rehabilitación, fueron quitándoles el espacio y las razones para su acción. Desde las épocas en que Carlos Ossa estaba al frente de la Consejería para la Paz, funcionarios del gobierno empezaron a hacer contactos con las comunidades indígenas del Cauca y a buscar apoyo para sus programas. A diferencia de otros tiempos en que las políticas estatales se orientaban ante todo hacia la integración de los indígenas a la cultura blanca, paulatinamente el Estado y sus funcionarios empezaron a comprender y, sobre todo, a respetar la existencia de estas comunidades indígenas como grupos étnicos y sociales, con formas de vida y de organización propias.

Son tales los logros en este campo que una de las principales reivindicaciones consignadas en el documento conjunto suscrito el martes pasado entre el gobierno y el Quintín Lame es el apoyo a los diálogos regionales iniciados tiempo atrás entre las distintas fuerzas sociales de la zona. El movimiento señala también como punto fundamental del proceso la realización de una asamblea nacional constituyente en la cual tengan cabida los indígenas y sus intereses. Su aspiración en este sentido es elevar a nivel constitucional el respeto por los derechos de los indígenas.

Aunque el gobierno ha sido claro en el sentido de que no depende de la actual administración la conformación de la Asamblea Constituyente y en que las reivindicaciones de los indígenas no se negociarán con un movimiento armado sino con la totalidad de los cabildos del país, las posibilidades del éxito del proceso que se inicia son muchas. A pesar de que en un principio el Quintín Lame decidió sorpresivamente alinearse con la posición de la Coordinadora Nacional Guerrillera desestimando el camino hacia la paz seguido por el M-19, es claro que hoy la actitud del movimiento indígena armado es otra y que su voluntad de paz es sincera. Así lo pudieron comprobar los funcionarios del gobierno que, encabezados por Pardo, viajaron hasta el Cauca la semana pasada. Es por esto que las reuniones continuarán tanto bilateralmente como de manera conjunta con el EPL y el PRT "Partido Revolucionario de los Trabajadores". En los tres casos es evidente que las negociaciones no culminarán antes del cambio de gobierno el próximo 7 de agosto. Pero aun así no hay motivos para pensar en que no continuarán bajo la nueva administración, hecho que una vez más da motivos para pensar que en los próximos cuatro años -por lo menos en lo que a estos grupos guerrilleros se refiere- correrán refrescantes vientos de paz. -