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César Gaviria dice que otorgará a Horacio Serpa primer aval para elecciones de octubre

El triunfo en el Congreso del partido fue solo un escaño hacia el verdadero reto que deberá enfrentar el reelegido jefe liberal: La reconquista del poder regional.

Élber Gutiérrez Roa
30 de abril de 2007

Tras ires y venires, meses de preparación, intensas horas de discusión y hasta amagos de renuncia por parte del jefe único, César Gaviria se impuso en el congreso liberal de Medellín y logró darle continuidad al liderazgo de la tendencia de centro del partido, pero necesita de otros ingredientes para poder convertirla en una estrategia victoriosa de cara a las elecciones de alcaldes y gobernadores de octubre.

Si bien es cierto que su triunfo frente a la bancada de centro izquierda (liderada por Piedad Córdoba y Horacio Serpa) le ayudó a despejar el camino para lograrlo, el nuevo desafío de Gaviria es mantener el apoyo de esos sectores y conquistar el de algunos disidentes en los próximos seis meses sin perder credibilidad en las facciones ya conquistadas.

Gaviria pretende que su partido multiplique el poder electoral logrado en las elecciones de alcaldes y gobernadores de 2003 pero para lograrlo sigue necesitando el apoyo de las huestes serpistas. Aunque estas solo lograron el 20% de los votos en el congreso interno, es innegable que conservan una fuerte participación en las bases sociales de ese colectivo político. Gaviria lo sabe y por ello buscará no solo el apoyo de los liberales serpistas sino que invocará los puntos comunes con sectores disidentes que ahora militan en el uribismo.

En ese camino deberá enfrentar el mismo reto de hace dos años. Tendrá que sumar sin desdibujarse y en medio de una polarización política en la que muchos creen que el centro no es el espacio más rentable, dado que las simpatías de los colombianos parecen inclinadas hacia una derecha encarnada por el uribismo y una izquierda del Polo Democrático. A Gaviria no lo convence esa idea y cree que en el centro hay un nicho electoral indeciso o inconforme con algunas políticas del gobierno y que quien logre cautivarlo marcará la diferencia en las elecciones. Contrario a lo que muchos liberales quieren, para Gaviria eso no significa que el liberalismo deba hacer una oposición a ultranza al presidente Álvaro Uribe.

De esa diferencia entre las vertientes liberales, que no fue zanjada del todo con el triunfo de Gaviria, se desprende otra que pareció sortear con éxito hace dos años y que vuelve a presentarse en las elecciones de este año. La franja de izquierda del liberalismo es muy renuente al regreso de viejos sectores políticos identificados con los caciques regionales y el uribismo. ¿Cómo debe jugar sus cartas el ex mandatario liberal? Lo más probable es que adopte una posición similar a la de las pasadas elecciones de Congreso: puertas abiertas para todo el que quiera ingresar, pero reservas y medidas de precaución para evitar malos ratos por cuenta de la parapolítica o escándalos similares. Los amplios poderes que recibió en Medellín lo facultan incluso para afianzar esos controles y para buscar consensos con otras vertientes políticas.

Mientras se decanta el efecto político de su triunfo Gaviria esperará 15 días para comenzar a definir las candidaturas liberales en las ciudades o para decidir en qué ciudades y departamentos habrá consultas. La anterior dirección liberal, en la que participó la senadora Córdoba, reclamó hace cuatro años la victoria en 12 gobernaciones e igual número de alcaldías de ciudades capitales, la mayoría de ellas por coalición. Gaviria no se atreve a dar números, pero piensa que si el liberalismo quiere volver a ser la principal fuerza política de Colombia debe superar por amplio margen esas cifras.

La tarea no es fácil si se tiene en cuenta que para las principales alcaldías y gobernaciones del país no existen candidatos liberales con capacidad de ganar sin el concurso de otros partidos. Es el caso de Bogotá, cuya administración es considerada el segundo cargo más importante del país. El dirigente liberal más opcionado para ese cargo, a juicio de las encuestas, es el ex alcalde Enrique Peñalosa, quien hace rato dejó el partido para sumarse al uribismo.

La solución al dilema, según voces liberales cercanas a Gaviria, es apoyar al candidato de origen liberal que más se identifique con los postulados del partido. Mientras la facción de izquierda simpatizaba más con una coalición con fuerzas como el Polo Democrático, Gaviria acaba de recibir carta blanca para aproximarse a los movimientos de centro. Desde hace muchos meses se dijo que era más fácil un apoyo de Gaviria a la candidatura de Peñalosa que a una del Polo Democrático, incluso si está encarnada por María Emma Mejía. Son dos nociones ideológicas distintas y Gaviria se identifica más con la del centro.

Para equilibrar un poco las cargas el ex mandatario liberal debe darle también participación a la izquierda de su partido. Quizá por eso fue que madrugó este lunes a declarar que está dispuesto a avalar la candidatura de Horacio Serpa a la gobernación de Santander, en la que todos los sondeos lo dan como ganador. El problema está en que Serpa asegura –como Gaviria- que por ahora no está interesado en cargos públicos y que solo quiere contribuir a fortalecer la colectividad.

Ganó Gaviria y perdió Serpa, pero en política es equivocado desechar la posibilidad de una alianza entre ganadores y perdedores hacia objetivos más grandes. Tratándose de dos pesos pesados del liberalismo y teniendo en cuenta los guantes de seda con que Gaviria dirigió las pasadas elecciones, no es impensable que el vibrato de Serpa regrese en octubre a la plaza pública y que detrás esté Gaviria legitimando su aspiración. Si esa estrategia funciona los saldrían ganando y hay serias posibilidades de que hasta Gaviria termine contrariando su ideal actual de negarse a una postulación presidencial.