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El experimento de tregua bilateral durante el proceso de paz de Belisario Betancur fue desastrozo. | Foto: Foto: Hernando Chavez Mar

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Cese al fuego bilateral: imposible

Negociar en medio del conflicto ha causado infinidad de problemas. Sin embargo, no hay otra opción.

22 de noviembre de 2014

Con motivo del secuestro del general Alzate las Farc pidieron una tregua bilateral. Aunque esto suena bien y tiene acogida en varios sectores, por la naturaleza del conflicto interno no es viable.

Colombia solo una vez ha hecho el intento del cese al fuego bilateral dentro de una negociación para un acuerdo de paz. Durante el gobierno de Belisario Betancur en 1983 se firmó una tregua y el resultado fue desastroso. Como se presentaban permanentemente actos delincuenciales o de violencia en muchas partes del país, el gobierno acusaba a las Farc de violar la tregua y estas se defendían con el argumento de que era una provocación de los enemigos de la paz para acabar con el proceso. En algunas ocasiones las Farc y el gobierno efectivamente violaban el cese al fuego, y la comisión creada para su verificación acabó siendo inoperante. En muchos casos la violencia provenía de otros grupos criminales pero era imposible establecer con seguridad cuáles. Por eso las acusaciones no paraban y las explicaciones no aclaraban. Esto llevó el proceso al fracaso.

En el Caguán durante el gobierno de Andrés Pastrana no hubo tregua bilateral pero sí hubo zona de distensión. Fueron tantos los abusos que tuvieron lugar en esa zona, que se llegó a la conclusión de que si esa fórmula fuera aplicada a nivel nacional, esos excesos se repetirían en todo el país.

Aun así, durante el experimento del Caguán fueron nombrados delegados de ambas partes para discutir la posibilidad de un cese al fuego bilateral y una constituyente, que son precisamente los temas que las Farc quieren poner ahora sobre la mesa. Los delegados del gobierno en ese momento eran Vladimiro Naranjo y Ana Mercedes Gómez, copropietaria del diario El Colombiano de Medellín. En representación de las Farc estaban Carlos Lozano, director de Voz proletaria y Alberto Pinzón, un psicólogo simpatizante de esa organización. Las discusiones eran tan frustrantes que la doctora Gómez rápidamente renunció y el gobierno rompió los diálogos cuando las Farc secuestraron un avión y se llevaron al senador Gechem Turbay.

El concepto de tregua bilateral tiene el problema de que el gobierno no puede dejar a un lado su obligación de hacer cumplir la ley en todo el territorio nacional. Eso implica entre otras cosas combatir el narcotráfico y la delincuencia común, y como hoy día estas actividades están mezcladas con la subversión, es imposible delimitar qué es qué. Hasta un borracho echando tiros en un pueblo puede dar lugar a malentendidos si esa bronca se les atribuye a alguna de las partes.

Todo lo anterior ha demostrado que la única forma para que un cese al fuego bilateral pueda funcionar es que sea verificable. Para esto se requiere, en el caso de las Farc, que todos los integrantes de esta organización estén localizados en un lugar concreto donde el gobierno tenga la seguridad de que lo pactado se cumple. Pero las Farc tienen frentes en muchas zonas del país y no están dispuestas a aceptar una medida de esa naturaleza hasta que se firme el acuerdo de paz. Para ellos dejarse concentrar en una ubicación verificable implica perder no solo ventajas militares sino territorio y movilidad. Desde la perspectiva guerrillera eso equivaldría a una rendición y no a un cese al fuego.

Al no ser posible la tregua la única alternativa es negociar en medio del conflicto. Esta estrategia conlleva problemas enormes pues entraña manejar simultáneamente dos lenguajes contradictorios: el de la paz y el de la guerra. Esto desconcierta a la opinión pública que no entiende por qué en La Habana se les da a las Farc tratamiento de estadistas y en Colombia de bandidos o terroristas. Nada ha debilitado más el proceso que esta dicotomía. Sin embargo, no hay remedio, a menos que las Farc acepten un cese unilateral como lo hicieron en su momento el M-19 y el EPL, y como lo acaban de sugerir el expresidente Uribe y el fiscal Montealegre. Esto, sin embargo, parece poco probable.