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Cien años del 'Registro de Padilla'

Hace un siglo se produjo el primer gran fraude electoral, que llevó a Rafael Reyes a la presidencia. Oscar Alarcón recuerda este episodio de la picaresca política colombiana.

26 de enero de 2004

El 2 de febrero se cumplen 100 años del 'Registro de Padilla', el primer fraude electoral de que se tenga noticia y que permitió la elección del general Rafael Reyes como presidente de Colombia. Es uno de los episodios más sobresalientes de la picaresca política nacional de comienzos del siglo pasado que borró en la historia la gestión desarrollada por el insigne estadista de Boyacá que pretendió emular al káiser alemán Guillermo II y al presidente mexicano Porfirio Díaz.

Entonces, la elección del presidente y del vicepresidente de la República era de segundo grado. Es decir, el pueblo no los elegía directamente sino que votaba para integrar un organismo encargado de escoger a los dos altos dignatarios. Con ese propósito, el 7 de diciembre de 1903, en todo el país se eligieron a esos compromisarios para que el 2 de febrero se reunieran en las capitales y escogieran al presidente y al vicepresidente para el período 1904-1908.

El 'cacique' electoral de la Guajira era Juanito Iguarán, quien desde su casona en la plaza de Riohacha daba el visto bueno a la más mínima decisión política de la región. El 2 de febrero, Iguarán invitó a los elegidos a su residencia para departir por varias horas, sin que faltara tortuga y whisky de contrabando. Todos estaban vestidos elegantemente, oliendo a agua de colonia Jean-Marie Farina. Después de algunas horas decidieron firmar en blanco el acta de elección de la provincia de Padilla, y darle a él, a Juanito, plenas facultades para llenarlo de acuerdo con lo que más conviniera a los intereses de la región.

Pocos días después, el 'cacique' viajó a Barranquilla y en el entierro de un comerciante se le acercó el marqués de Mier, y le preguntó sobre las elecciones en Padilla. "Traigo aquí -le dijo tocándose su saco de lino y con ese orgullo de 'cacique'-, el registro de mi circunscripción, firmando en blanco. Soy dueño de llenarlo como me convenga".

De Mier no tardó en darle la noticia a Diego de Castro, quien también iba en el entierro. Y los dos, con el gobernador José Francisco Insignares, todos amigos de la candidatura del general Reyes, no se le desprendieron a Iguarán, y al día siguiente el registro estaba lleno en favor del aspirante de Boyacá. Gracias a eso, el resultado de la votación fue el siguiente: 994 votos por el general Reyes; 982 por Joaquín F. Vélez y 1.709 por el general Ramón González Valencia, como vicepresidente.

Ironías de la vida, en ese entierro no hubo sufragios para el fallecido sino votos para el general Reyes.

Pero el fraude no sólo consistió en que Juanito lo llenó a su gusto y a favor de Reyes, como se lo pidieron los compañeros del entierro, sino que puso muchos votos más de los que podía emitir la provincia de Padilla. Esta la integraban los municipios de Padilla, Riohacha, Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva, y dos municipios de la provincia de Valledupar, y Espíritu Santo, para un total de 8. Según la ley tenía derecho a 22 electores y el coronel Iguarán -después llegaría a general- le puso 45 electores.

Si al general Reyes le hubieran quitado los votos de los 23 electores que Juanito le puso de más, sólo habría llegado a 971, es decir 11 menos que los 982 que tuvo Vélez. Esto quería decir que el presidente no habría sido Reyes sino Vélez. (Aquí no se infló el censo electoral sino los electores).

Además, los partidarios de Vélez alegaron que los elegidos de la provincia de Padilla no habían tenido ninguna reunión porque lo que habían hecho fue estar departiendo en la casa del coronel Iguarán. Como se diría ahora, se quedaron 'mamando ron' y comiendo tortuga.

El debate sobre el registro de Padilla dio lugar a una investigación a cargo de los jueces de escrutinio, que tenían la facultad de decidir "las cuestiones que susciten la validez o nulidad de las actas, de las elecciones mismas o de determinados votos". Se envió una comisión a Riohacha, presidida por Felipe Angulo. Una vez en el hotel, Iguarán hizo que unos amigos suyos -muy hábiles en el manejo de las armas, sobre todo por guajiros- dispararan por la noche y apagaran las linternas con que se alumbraban porque en esa época aún no había llegado la luz eléctrica por esas tierras.

Al día siguiente, los investigadores, llenos de pánico, dieron por concluida la misión, pero los amigos de Vélez siguieron en su batalla hasta junio, cuando el Consejo Electoral, con la firma de su presidente Manuel V. Umaña, produjo un acto en que declara electo a Reyes porque "no está probado que la Asamblea Electoral de Padilla no se reuniera el 2 de febrero en Riohacha, y que por consiguiente desde el acta citada no es nula". Nada se dijo sobre los 23 electores de más que puso el coronel Iguarán.

El fraude se hizo a espaldas del general Reyes, que por esos días se encontraba en Italia, en donde fue recibido por su Santidad Pío X, que le obsequió un retrato -el 8 de marzo de 1904- con una dedicatoria en donde expresaba su deseo de que su gobierno trabajara por la paz, la libertad y la consolidación de la fe católica en la República.

Vélez jamás aceptó su derrota. Era cartagenero, conservador del sector de los 'nacionalistas', anteriores amigos de Núñez, mientras que Reyes, también conservador, era de los 'históricos'. Vélez era un hombre de carácter que no aceptaba acto ni actitud que contraviniera las leyes ni las buenas costumbres, a tal punto de que en 1887, al llegar de Roma después de suscrito el Concordato y a pesar de que su hijo agonizaba, consideró su deber, como diplomático, rendir primero su informe al presidente Núñez antes que ir a su hogar. Cuando llegó a su casa, ya su hijo había fallecido.

En otra ocasión, también de regreso de Europa, hizo reducir a prisión a una encopetada pareja que se atrevió a insinuarle que con su pasaporte diplomático les permitiera introducir un contrabando. Llegó al extremo, durante la guerra de Los Mil Días, de mantener por meses preso a su propio yerno, don Nicolás Emiliani, en la casa por cárcel.

Como siempre puso en duda la elección de Reyes, no quiso Vélez darle posesión, a pesar de que era presidente del Senado. Por eso debió hacerlo José Vicente Concha como presidente de la Cámara. Luego de su discurso de posesión, en donde anunció un sinnúmero de proyectos, un grupo de congresistas fue a donde Miguel Antonio Caro a comentarle que Reyes estaba medio loco, a lo cual respondió el gramático: "¡Entonces ha mejorado!"

Reyes, quien prometió hacer "menos política y más administración", se encontró con un Congreso adverso, al punto que las Cámaras eligieron designado a Joaquín F. Vélez, en esa época en que coexistía con la vicepresidencia. Terminó Reyes cerrando el Congreso y de enemigo de Juanito Iguarán tanto que cuando dejó la Presidencia y se fue del país, el guajiro comentó a sus amigos de Riohacha: "Me baño en agua de rosas".