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| Foto: A.P.

TRÁFICO HUMANO

El ‘hueco’ colombiano

No solo el cierre de la frontera panameña confirma que el país se ha convertido en corredor de las redes de tráfico de migrantes hacia Estados Unidos. Este año van 5.376 detenidos y el problema podría empeorar.

14 de mayo de 2016

En la semana que termina se registraron dos noticias que, en parte, explican la magnitud de un problema que ya inquieta a los vecinos, y que de no atenderse oportunamente podría desbocarse. Por un lado, el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, anunció el cierre del paso fronterizo que colinda con el mítico Tapón del Darién. “Hemos tomado la difícil decisión de cerrar nuestras fronteras con Colombia para enfrentar el paso de migrantes irregulares”, trinó en su cuenta de Twitter.

Y horas antes, la canciller María Ángela Holguín y su homólogo ecuatoriano, Guillaume Long, desde Bogotá, habían oficializado la puesta en marcha “de un protocolo para deportados de terceros países”, para que cada nación acepte sin trabas la deportación de extranjeros ilegales. Así las cosas, en menos de 24 horas surgieron dos anuncios en torno a un problema común: el crecimiento del tráfico de migrantes.

Los datos hablan por sí solos. El problema pasó de tan solo 43 casos en 2006, a 8.855 en 2015; este año, esa actividad ilegal se disparó a tal punto que superó en un 223 por ciento las estadísticas del año pasado. Y en los últimos cuatro años acumula la cifra récord de 17.647, de acuerdo con datos de Migración Colombia. Eso explica por qué cuando el presidente Varela de Panamá anunció el cierre de su frontera, que en verdad es su militarización, la canciller Holguín calificó la medida de “adecuada”.

Si a ello se le agrega el componente criminal de ese negocio (se estima que el año anterior movió cerca de 13 millones de dólares), que detrás de cada caso hay un drama humano y que ese fenómeno le está costando un ojo de la cara a los países que lo padecen, se entiende por qué tiene con los pelos de punta a las autoridades de Colombia, Ecuador y Panamá.

El país sirve de corredor en esa cadena criminal. Es decir, casi todos los ilegales ingresan por tres puntos fronterizos del Ecuador, y, luego por tierra o agua, atraviesan el suroeste (Nariño, Cauca, Valle, Risaralda, Chocó, Antioquia) hasta llegar a Turbo, en el golfo de Urabá. En ese punto los traficantes los concentran y desde allí los envían a Panamá, donde siguen su viaje hasta Estados Unidos, el objetivo final de la inmensa mayoría.

La mayoría ingresa por Ecuador por una razón sencilla: en 2008 el presidente Rafael Correa aplicó una política de tránsito libre para extranjeros, en un acto de rebeldía contra las políticas migratorias de la Unión Europea. Eso significa que el vecino país solo exige visa a los turistas de 11 países, Colombia la pide para 107.

De ahí que las redes de ‘coyotes’ caen en poder de las autoridades con migrantes ilegales de una docena de nacionalidades, desde cubanos hasta personas procedentes de China, India, Nepal, Ghana, Congo o Siria, entre otros. “De 2014 a la fecha hemos capturado a 49 ‘coyotes’ que lideraban su propia red, y ahora que se activó el Plan Golfo de Urabá, una estrategia que combina el trabajo de Migración, Armada, Fiscalía y Policía, esperamos acabar con ese flagelo”, argumentó Christian Krüger, director de Migración Colombia, la entidad que reemplazó al DAS.

Sin embargo, la medida más efectiva sería que Ecuador limitara el libre tránsito de extranjeros a través del visado, pero esas medidas son discrecionales. No obstante, en diciembre pasado el vecino país tuvo un gesto de colaboración al exigirles visa a los cubanos, quienes ese mismo año representaron el 70 por ciento de los ilegales detectados en Colombia. La mala noticia es que el 27 de febrero Ecuador volvió a quitarles el visado a los chinos, quienes hasta hace poco eran los clientes preferidos de los ‘coyotes’, y ahora se teme que migrantes ilegales de ese país abunden como arroz. La pregunta es si hay forma de detener este problema, del que Colombia también es víctima.