'Camilo': de mano derecha de 'Jorge 40' a jefe del Clan del Golfo

La máquina de muerte que usó Yeison Alexander Estrada durante el tiempo que militó junto al exjefe paramilitar del Bloque Norte de las Autodefensas, Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40‘, no se detuvo con su desmovilización sino que pasó al servicio del temido Clan del Golfo.

‘Camilo‘, como se hace llamar el hombre de confianza del exjefe ‘para‘, por años replicó junto a la banda criminal de ‘Otoniel‘ lo que aprendió en el pasado. Ese conocimiento fue el que le ayudó a escalar rapidamente, ubicarse al mando del ‘Frente Juan de Dios Úsuga‘ y ganarse la confianza de alias ‘Pablito‘ el jefe financiero de la organización.

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En Montería, Cereté, Sahagún y Urabá, ‘Camilo‘ es conocido por su caracter sanguinario, fama que se ganó por la cantidad de homicidios que ordenó. De acuerdo con la Policía Nacional, está detrás del 80 % de los asesinatos que se han cometido contra quienes incumplen con el pago de extorsiones y quienes se niegan a integrar la estructura criminal.

"Entre los afectados hay diferentes sectores, se encuentran comercio y ganadería, quienes han sido víctimas de desplazamiento forzado bajo sus instrucciones", informaron las autoridades en un comunicado.

Este viernes, durante un operativo relámpago, el Gaula de la Policía logró burlar su seguridad y arrinconar a uno de los hombres más buscado del Clan del Golfo en una residencia en Montería. Por fin, después de seguir la pista al escurridizo cabecilla, las autoridades lograron frenar el régimen de terror que por años impuso en la región.

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En la lupa no sólo lo tenían las autoridades colombianas, sobre él también pesaba un circular azul de la Interpol del 14 de diciembre de 2014 por el delito de concierto para delinquir, y que provocó que el cerco se cerrara y que se aumentaran los operativos en su contra.

Con su captura, las autoridades propinan un nuevo golpe a las entrañas de la banda criminal. Más de 42 personas han sido detenidos en los últimos cinco meses. Once de ellos en la región de Urabá, donde muchos sienten que poco ha disminuido la intensidad del conflicto pese al tránsito que vienen dando las FARC a la vida civil.

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